El milagro sucedió el día 14 de agosto de 1730. Uno ladrones entraron a la basílica y robaron el sagrario, que contenía 351 hostias
Nosotros los católicos, sabemos y creemos que, el cuerpo y la sangre de Cristo, están realmente presentes en la hostia consagrada, esa pequeña oblea de pan sobre la que el sacerdote dice las palabras de Jesús en la última cena: "Este es mi cuerpo" y en el vino consagrado sobre el cual el sacerdote dice las palabras de Jesús: "Este es el cáliz de mi sangre".
La Sagrada Eucaristía se refiere a los tres aspectos del cuerpo y la sangre de Cristo, como sacrificio durante la Consagración de la Misa, como la Sagrada Comunión y como el Santísimo Sacramento. Estos tres aspectos forman el núcleo de la creencia católica en la Sagrada Eucaristía.
Los católicos estamos agradecidos porque Cristo se quedó en esta presencia sagrada y damos gracias a Dios por proporcionar la Sagrada Eucaristía para alimentar y nutrir el alma.
Para los católicos, el acto físico de comer la hostia consagrada o beber el vino consagrado del cáliz, una copa bendecida, es secundario a la realidad invisible que ocurre instantáneamente en la que el alma humana está siendo alimentada por el mismo cuerpo y sangre, alma y divinidad de Cristo. El cuerpo sólo consume las apariencias del pan y el vino mientras que el alma recibe a Cristo personal y totalmente.
Conociendo el tesoro invaluable de la hostia, los católicos debemos resguardar a este alimento eterno bajo una custodia, ya que siempre existen personas que se creen dueño de lo ajeno y aquellos que pratican el ocultimos, que desea robar las hostias por algún fin en particular.
EL poder de Dios cuando se robaron 315 Hostias.
En la Basílica de San Francisco, en Siena, Italia, 223 hostias se conservan intactas desde hace 276 años.
Al respecto, dice el científico Enrico Medi:
"Esta intervención directa de Dios es el milagro (...), realizado y mantenido como tal milagrosamente durante siglos, para atestiguar la realidad permanente de Cristo en el Sacramento Eucarístico".
El milagro sucedió el día 14 de agosto de 1730. La más antigua memoria escrita del evento fue redactada el mismo año, y firmada por un cierto Macchi.
Ese mismo día, unos ladrones se infiltraron en la basílica y robaron el sagrario, que contenía 351 partículas consagradas.
Tres días después, o sea, el 17 de agosto, todas las 351 partículas aparecieron en el cofre de limosnas del santuario de Santa María de Provenzano, donde habían sido llevadas. Aparecieron mezcladas con el polvo acumulado en el fondo del cofre.
El pueblo corrió a conmemorar la recuperación de las santas hostias, que fueron llevadas de vuelta en procesión a la Basílica de San Francisco.
Sin alteraciones naturales en el tiempo
Transcurrieron los años y no se percibía señal alguna de las alteraciones que naturalmente deberían ocurrir.
El 14 de abril de 1780, el Superior General de la Orden Franciscana, Fray Carlo Vipera, consumió una de las hostias y comprobó que estaba fresca e incorrupta. Como algunas de ellas habían sido distribuidas en años anteriores, el Superior ordenó entonces que las 230 restantes fueran guardadas en un nuevo sagrario y que no se distribuyeran.
Queriendo aclarar el inexplicable fenómeno, en 1789 el arzobispo de Siena, D. Tibério Borghese, guardó algunas hostias no consagradas en una caja en condiciones análogas a las de las hostias consagradas.
Después de diez años, una comisión de científicos escogidos especialmente para estudiar el caso abrió la caja y sólo encontró gusanos y fragmentos putrefactos.
Mientras, las hostias consagradas se conservaban como pueden ser vistas hasta hoy, contrariando todas las leyes físicas y biológicas.
Años despues, los mismos resultados.
En 1850 se hizo un test similar con los mismos resultados.
En varias ocasiones, las hostias fueron analizadas por personas de confianza o ilustres por su saber, y las conclusiones siempre eran las mismas: "Las sagradas partículas aún están frescas, intactas, físicamente incorruptas, químicamente puras y no presentan ningún inicio de corrupción".
En 1922 se hicieron nuevos análisis, con ocasión de la transferencia de las hostias a un cilindro de cristal de roca puro, en presencia del cardenal Giovanni Tacci y de los arzobispos de Siena, de Montepulciano, de Foligno y de Grosseto. Los resultados fueron los mismos. Aún hubo nuevos análisis en 1950 y 1951.
El 5 de agosto de 1951, cinco días antes de la fiesta del milagro, el tabernáculo fue objetivo de un nuevo atentado, esta vez con un objetivo bien definido: acabar con las hostias conservadas de modo sobrenatural.
Los profanadores sustrajeron el relicario de oro y esparcieron las partículas del milagro por el suelo de la capilla. Sin embargo, el daño fue nulo, y menos de un año después fueron expuestas nuevamente en un relicario especial, donde hoy pueden ser adoradas.
Durante una visita pastoral a la ciudad de Siena, el 14 de septiembre de 1980, así se manifestó Juan Pablo II ante las prodigiosas hostias: "¡Es la Presencia!"
Las milagrosas partículas permanecen en la capela Piccolomini durante los meses de verano, y en la capela Martinozzi los meses de inverno.
Los ciudadanos de Siena realizan numerosos actos en honor de las Santas Hostias. Entre ellos, el homenaje de las Contradas, y el obsequio ofrecido por los niños que hacen la Primera Comunión, la solemne procesión en la fiesta del Corpus Christi, el septenario eucarístico de fin de septiembre y la adoración eucarística el día 17 de cada mes, en recuerdo de la recuperación que tuvo lugar el 17 de agosto de 1730
La más importante verificación tuvo lugar en 1914, cuando el Papa San Pío X autorizó un examen en el que participaron numerosos profesores de bromatología, higiene, química y farmacéutica.
Los científicos concluyeron que las hostias fueron preparadas sin ninguna precaución científica y que habían sido guardadas en condiciones comunes, factores que deberían haberlas llevado a deteriorarse naturalmente. Sin embargo, estaban en tan buen estado que podían ser consumidas 184 años después del milagro.
Siro Grimaldi, profesor en la Universidad de Siena y director del Laboratorio Químico Municipal, fue el principal científico de la comisión de 1914.
El escribió un libro con detalles preciosos sobre el milagro, tituladoUno Scienziato Adora. En 1914 declaró que "la harina en grano es el mejor caldo de cultivo de microorganismos, parásitos animales y vegetales, y fermentación láctica.
Las partículas de Siena están en perfecto estado de conservación, contra las leyes físicas y químicas, a pesar de las condiciones del todo desfavorables en que fueron encontradas y conservadas. Un fenómeno absolutamente anormal: las leyes de la naturaleza se invirtieron. El vidrio en que fueron encontradas tenía moho, mientras que la harina se reveló más refractaria que el cristal".
Acto de reparación por la Sagrada Comunión.
1. Oración de Fátima por los ultrajes contra la Eucaristía.
La siguiente oración fue enseñada a los niños en Fátima en 1917 por el Ángel de Portugal cuya aparición precedió a la de la Santísima Madre. Como la oración similar que habitualmente se dice al final de la bendición, es adecuada para ser recitada en cualquier momento, particularmente cuando uno se da cuenta de un ultraje contra el Santísimo Sacramento.
"Oh Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te adoro profundamente. Te ofrezco el precioso Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo, presente en todos los tabernáculos del mundo, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencia con que es ofendido. Por los méritos infinitos del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María, pido la conversión de los pobres pecadores. Amén".
2. Oración de reparación.
Ponernos primero bajo el manto de la Virgen implorando su socorro.
Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, haya sido desamparado. Animado por esta confianza, acudo a ti, oh Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Ti. Madre de Dios, no desprecies mis súplicas, antes bien, escúchalas y acógelas benignamente. Amén.
Ahora, de rodillas, como un acto de profunda de humildad, reparación y petición, se ofrece entonces para la reparación de los pecados de irreverencia o sacrilegio la siguiente oración, teniendo en cuenta los siguientes abusos comunes:
- Recibir la Eucaristía en un estado de pecado mortal.
- Falta de reverencia en la recepción de la Eucaristía.
- Falta de respeto o usurpación del lugar del sacerdote a través de la postura litúrgica, oraciones o roles.
- Hablar o susurrar antes, durante o después de la misa sobre cosas no relacionadas con la misa y molestar a los que desean prepararse, rezar, adorar y dar gracias.
- Recibir la comunión en la mano.
- Recibir la comunión e inmediatamente salir de la Misa sin haber terminado y sin siquiera haber dedicado algunos segundos para meditar en su corazón
Oración
Oh Señor, mi Dios y Salvador, así como soportaste, para nuestra salvación, los ultrajes de los que te crucificaron, dígnate ahora en soportar a aquellos que, por descuido, o por ofenderte, o por comuniones indignas, se acercan a ti para tocarte, sin discernirte, y que te ofrendan todas las irreverencias de todas las formas posibles, negando toda tu sagrada presencia en nuestros altares.
Lamento estas indignidades, todos estos agravios. Te ofrezco el más ferviente deseo de prevenir, con la mayor de mis fuerzas, lo que sea que aún te aflija.
Te lo suplico, acepta esta pena que llevo dentro, mi dolor por las ofensas que te han causado y este deseo, como la única ofrenda que puedo hacer en reparación de tan gran deshonra.
Oh Señor, aumenta mi fe, y presérvame de la menor profanación de este adorable Misterio, y enciende en mí y en los corazones de todo tu pueblo, especialmente de todos los que celebran o asisten a tu comunión, tal reverencia y devoción para que Tu santísimo nombre sea cada vez más honrado y glorificado en este Sacramento. Amén.