San Zaqueo tuvo un encuentro con Jesús que le cambió la vida para siempre, se convirtió en obispo de Jerusalén, el cuarto después del Apóstol Santiago
San Zaqueo: Amigo de Jesús y Obispo de Jerusalén.
San Zaqueo fue aquel hombre, recaudador de impuestos y jefe de los publicanos, a quien Jesús encontró trepado en un árbol para verlo pasar y lo invitó a bajar para ir a cenar a su casa. Arrepentido de sus pecados, se convirtió al cristianismo, para luego llegar a ser obispo de Jerusalén, Israel. Fue descrito por San Epifanio y otros como el cuarto jefe episcopal de Jerusalén. Según la tradición, San Zaqueo muere en la ancianidad, a una edad muy avanzada, en algún momento del año 116, en Jerusalén, lugar mismo donde ejerció el cargo de obispo.
Fiesta: 23 de agosto.
Martirologio romano: En Jerusalén, san Zaqueo, obispo, que gobernó la Iglesia de Jerusalén, siendo el cuarto después del Apóstol Santiago.
Biografía de San Zaqueo.
El encuentro de Cristo Jesús con San Zaqueo lo podemos conseguir en el Evangelio de San Lucas y lo registra de manera tal que de él podemos encontrar piezas claves en nuestro proceso de conversión (Lc 19,1-10)
Una pequeña reflexión de su encuentro con Jesús la ubicamos en las palabras que nos regaló el Papa Francisco durante una homilía realizada el 18 de noviembre de 2014. Dice así:
"Zaqueo, jefe de los publicanos y rico. Es un corrupto: trabajaba para los extranjeros, para los romanos, traicionaba a su patria. Era uno más como los tantos dirigentes que nosotros conocemos: corruptos. Estos que, en lugar de servir al pueblo, explotan al pueblo para servirse a sí mismos. Tenemos algunos en el mundo. A Zaqueo, la gente no lo quería. Este sí, no era tibio; no estaba muerto. Estaba en estado de putrefacción. Era un verdadero corrupto. Pero sintió algo dentro: «pero, a este sanador, este profeta que dicen que habla tan bien, yo querría verlo, por curiosidad». El Espíritu Santo es astuto, y ha sembrado la semilla de la curiosidad, y aquel hombre para verlo incluso hace un poco el ridículo. Piensen en un dirigente que sea importante, y también que sea un corrupto, un jefe de dirigentes, pero, subir a un árbol para mirar una procesión: pero piensen esto. ¡Qué ridículo! Zaqueo no tuvo vergüenza. Quería verlo y dentro trabajaba el Espíritu Santo. Y después la Palabra de Dios entró en aquel corazón, y con la Palabra, la alegría. Aquellos de la comodidad y aquellos de la apariencia habían olvidado lo que era la alegría; este corrupto la recibe inmediatamente, el corazón cambia, se convierte. Y así Zaqueo promete devolver cuatro veces cuanto había robado".
10 pasos de la conversión a ejemplo de Zaqueo.
El relato del encuentro de Jesús con Zaqueo puede comprenderse en la alegoría de todos los creyentes. En él encuentran los pasos que sigue quien descubre la salvación y la realización última de su existencia.
1. Aprender a interrogarse.
Preguntarse por la salvación. Quien vive en la frivolidad no se formula preguntas que vayan más allá de sus intereses inmediatos.
San Zaqueo vive con una cierta holgura en la ciudad, pero no es indiferente a lo que en ella ocurre. De una forma o de otra, se entera de que Jesús ha llegado a Jericó.
2. Salir al camino.
No basta con prestar atención a la noticia que anuncia la presencia del profeta. Es preciso salir al camino, que es, en el Evangelio, el lugar de los encuentros salvadores.
No se hará encontradizo con la oferta de la salvación, quien permanece anclado en la comodidad: Zaqueo sale al camino.
3. Reconocerse pequeño.
Aun habiendo salido al camino, se impone una humildad elemental. Todos los que han recibido la llamada o la visita de Dios han debido reconocer su indignidad.
En este caso, la dificultad humana para el encuentro con la salvación se refleja precisamente en la pequeñez del personaje. Zaqueo es bajo de estatura y la multitud de la gente le impide ver a Jesús.
4. Superar las dificultades.
Es necesario aprender a superar las dificultades. La fe es un don gratuito, pero parece exigir un mínimo de aventura y de creatividad. Es necesario saber utilizar los medios disponibles.
San Zaqueo se adelanta al cortejo y sube a un sicomoro plantado al borde del camino. Además de la ironía de la situación, el relato puede evocar la historia entera de Israel, tantas veces reflejada en árboles frondosos.
5. Prestar atención.
Hay que tener la capacidad para prestar atención a la voz profética que llama. Siempre hay que escuchar la voz de aquel que invita al anfitrión, al tiempo que se invita como huésped.
Entre la algarabía de los que pasan por el camino, Zaqueo presta atención a una sola voz: la de Jesús que quiere hospedarse en su casa.
6. Acoger abiertamente a Dios.
Para lograr la conversión hay que dar hospedaje al peregrino y acoger con alegría al huésped. Eso mismo había hecho Abrahán en el encinar de Mambré. Y, creyendo acoger a tres peregrinos, había ofrecido hospitalidad al mismo Dios.
La casa de Zaqueo es ahora el lugar de acogida para el Dios que llega en la persona de Jesús.
7. No hacer casos a las críticas.
Es preciso contar con la segura crítica de los censores inútiles y ociosos. No beben de la fuente e impiden el paso hasta ella.
En el caso de Zaqueo, la dificultad viene precisamente de sus mismos compañeros de trabajo, los recaudadores de impuestos, y, sobre todo, de los biempensantes del lugar.
La crítica, sin embargo, no se dirige tanto a Zaqueo como a Jesús: es su sabiduría y prudencia las que caen bajo sospecha.
8. Mantener el diálogo con Dios.
El hombre tenido por pecador mantiene un diálogo sincero con el Salvador
A fin de cuentas, es el huésped quien de verdad importa. A él se dirige Zaqueo con la franqueza de quien parece haber estado esperándolo desde siempre sin saberlo.
9. El encuentro con los demás.
Tarde o temprano hay que compartir los bienes. Así pues, Zaqueo manifiesta públicamente que ha decidido entregar la mitad de sus bienes a los pobres.
Mucho antes de que el mundo descubriera la solidaridad, el reparto de los bienes era ya la señal del verdadero encuentro con el Señor.
10. Vivir en la justicia.
San Zaqueo sospecha haber defraudado a alguien en el ejercicio de su profesión. Podría contentarse con devolver la misma cantidad, a tenor de lo que exigía la interpretación habitual de la ley del talión (Éxodo 21,24).
Pero al entregar cuatro veces más ofrecía, en realidad, la prueba más evidente de la conversión (Cf. Éxodo 21, 37).
He ahí los diez pasos que resaltan la grandeza de un encuentro. El único encuentro que es capaz de cambiar una vida. No es extraño que el relato evangélico concluya con unas palabras de Jesús que revelan su propia misión:
"Hoy ha sido la salvación de esta casa; también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido". (Lc 19,9-10).
Jesús no duda en otorgar el título de «hijo de Abrahán» al que era considerado como un pecador público. Al aceptar el banquete que le ofrece Zaqueo, Jesús derriba los muros que separan los privilegios de los prejuicios. Pero el Hijo del hombre no solo trae la salvación a los excluidos, a los alejados y a los odiados por todos. Él es, en persona y definitivamente, la salvación y el salvador. San Zaqueo se convierte, en consecuencia, en un paradigma del discípulo que escucha a Jesús, lo acoge con alegría y lo sigue con generosidad.
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