San Pedro Crisólogo fue Doctor de la Iglesia, conocido como el hombre de las palabras de oro que atrajo a multitudes con hermosas homilías y su predicación
San Pedro Crisólogo: El hombre de las palabras de oro.
San Pedro Crisólogo es el doctor decimotercero en una serie cronológica de los Doctores de la Iglesia y uno de los primeros en ser honrado en el ciclo litúrgico anual. Al igual que sus colegas predecesores en la gran academia de Médicos, se esforzó con cada aliento de su vida y con su magnífica habilidad de oratoria, en afianzar y preservar el Sagrado Depósito de la Fe. Tan grande fue su elocuencia en la transmisión de la fe, en toda su belleza y sencillez que se le recuerda, a pesar de que algunos de sus sermones han sobrevivido a los anales de la historia, como "el Doctor en Homilías", el "hombre de las palabras de oro".
Fiesta: 30 de julio.
Martirologio romano: San Pedro, llamado Crisólogo, obispo de Rávena y Doctor de la Iglesia, que siendo el portador del nombre del bendito Apóstol, sostuvo su ministerio con tal maestría y dedicación, que atrajo a innumerables multitudes a la fe con la red de su doctrina celestial, saciándolas con la dulzura de su elocuencia divina. Su tránsito tuvo al Reino de los Cielos, tuvo lugar el 31 de julio de 451, en Imola en Romaña. Fue sepultado en la iglesia de San Casiano.
Biografía de San Pedro Crisólogo.
En el siglo V, Rávena, no Roma, fue la capital del Imperio Romano de Occidente, y la propia Rávena se convirtió en una sede metropolitana. San Pedro Crisólogo fue uno de los más distinguidos arzobispos de esa sede.
San Pedro nació en Imola, en la Emilia oriental, hacia el año 400, y estudió ciencias sagradas con Cornelio, obispo de esa ciudad, quien lo ordenó diácono. En 433, el arzobispo de Rávena murió, y cuando un sucesor había sido elegido por el clero y pueblo de Rávena, debía ir a Roma a conseguir la confirmación de su elección, al Papa Sixto III.
En su viaje a Roma, Cornelio tuvo su diácono, Pedro, como su compañero. Al ver a Pedro, el Papa lo eligió para la sede de Ravenna en vez de la seleccionada por el clero y pueblo de Rávena.
San Pedro Crisólogo fue consagrado y fue aceptado a regañadientes en un principio por el clero y el pueblo. Pedro, sin embargo, pronto se convirtió en el favorito del emperador Valentiniano III, que residía en Ravena y fue también muy apreciada por el Papa San León Magno, el sucesor del Papa Sixto.
Todavía quedaban rastros del paganismo en la diócesis de Pedro, y su primer esfuerzo fue establecer la fe católica en todas partes, erradicar los abusos y llevar una campaña de predicación, teniendo un cuidado especial por los pobres necesitados.
San Pedro Crisólogo predicó en favor de la comunión con frecuencia y exhortó a todos los cristianos a convertir la Eucaristía en su alimento diario. Muchos de sus sermones aún sobreviven, y es sobre ellos es que llegó a ser conocido como "el hombre de las palabras de oro".
San Pedro Crisólogo: hombre de fe.
En su preocupación por la unidad de la Iglesia, San Pedro Crisólogo se opuso a la enseñanza de Eutiques, condenado en el Este por San Flavio el año 448, quien le pidió su apoyo. Eutiques sostenía una doctrina errada de la fe, la doctrina monofisita (una sola naturaleza en Cristo)
En ese mismo año, San Pedro también recibió con un gran honor a San Germán de Auxerre en su diócesis y ofició en los funerales de este gran santo. Como recuerdo, San Pedro Crisólogo conservó la capucha y la camisa de pelo de San Germán.
Sermones de San Pedro Crisólogo.
San Pedro Crisólogo fue muy famoso por sus sermones caracterizados por humildad, firmeza y poesía. Entre uno de sus muy conocidos sermones, se encuentra en de los tres pilares del Cristiano: Ayuno, oración y misericordia. A continuación un pequeño extracto del sermón.
"Lo que pide la Oración lo alcanza el Ayuno y lo recibe la Misericordia".
"El ayuno es el alma de la oración, la misericordia es lo que da vida al ayuno. Nadie intente separar estas cosas, pues son inseparables. El que solo practica una de ellas, o no las practica simultáneamente, es como si nada hiciese. Por tanto, el que ora que ayune también, el que ayuna que practique asimismo la misericordia. Quien desea ser escuchado en sus oraciones que escuche él también a quien le pide, pues el que no cierra sus oídos a las peticiones del que le suplica abre los de Dios a sus propias peticiones. El que ayuna que procure entender el sentido del ayuno: que se haga sensible al hambre de los demás, si quiere que Dios sea sensible a la suya; si espera alcanzar misericordia, que él también la tenga; si espera piedad, que él también la practique; si espera obtener favores de Dios, que él también sea dadivoso. Es un mal solicitante el que espera obtener para sí lo que él niega a los demás. Hombre, sé para ti mismo la medida de la misericordia; de este modo, alcanzarás misericordia del modo que quieras, en la medida que quieras, con la presteza que quieras; tan solo es necesario que tú te compadezcas de los demás con la misma presteza y del mismo modo". (Sermón 43: PL 52, 320. 322, San Pedro Crisólogo, obispo)
Muerte de San Pedro Crisólogo.
Sabiendo por revelación divina que su muerte estaba cerca, San Pedro Crisólogo regresó a su ciudad de Imola y después, instando gran cuidado en la elección de su sucesor, murió en Imola hacia el año 450 o 451, fue enterrado en la iglesia de San Casiano. En 1729, el Papa Benedicto XIII lo declaró Doctor de la Iglesia. Muy conocida en el mundo es su frase: "El que quiera divertirse con el diablo, no podrá regocijarse con Cristo."
Algunos de los sermones de San Pedro Crisólogo, se leen en el Breviario de Ravenna, su ciudad episcopal, todavía alberga tesoros del antiguo arte cristiano litúrgico que data de su época.
Oración a San Pedro Crisólogo.
Oh Dios, que hiciste al obispo San Pedro Crisólogo un destacado predicador de tu Palabra encarnada, un hombre de palabras de oro, concédenos, por su intercesión, que podamos ponderar constantemente en nuestros corazones los misterios de tu salvación y expresarlos fielmente en lo que hacemos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
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