San Martín de Porres, el santo de la escoba y de la Humildad, es el santo patrono del Perú, afroamericanos, personas de piel oscura, pobres y de los animales
San Martín de Porres, El Santo de la Humildad: Patrono de Perú.
San Martín de Porres Velázquez, conocido también como el santo de la escoba, o el Santo de la Humildad, fue un hermano lego de la Orden de los Dominicos que fue beatificado en 1837 por el Papa Gregorio XVI y canonizado en 1962 por el Papa San Juan XXIII. San Martín de Porres Fue muy conocido por su trabajo en favor de los pobres, estableciendo un orfanato y un hospital para niños. Mantuvo un estilo de vida austero, que incluía el ayuno y la abstención de la carne. Entre los muchos milagros atribuidos a él estaban los de la levitación, la bilocación, el conocimiento milagroso, las curas instantáneas y la capacidad de comunicarse con los animales. Él es el santo patrono de los afroamericanos, personas de piel oscura, barberos, estilistas, peluqueros, encargados de hotel, posaderos, justicia interracial, mestizos, mulatos, indigentes, del Perú, personas pobres, de la educación pública, la salud pública, la justicia social, la televisión y de los animales.
Fiesta: 3 de noviembre.
Martirologio romano: San Martín de Porres, religioso de la Orden de Predicadores, hijo de un español y de una mujer de color, que, ya desde niño, a pesar de las limitaciones provenientes de su condición de hijo ilegítimo y mulato, aprendió la medicina, que después, ya religioso, ejerció generosamente en Lima, ciudad del Perú, a favor de los pobres, y entregado al ayuno, a la penitencia y a la oración, vivió una existencia áspera y humilde, pero irradiante de caridad (1639).
Biografía de San Martín de Porres.
San Martín de Porres nació en Lima, Perú, hijo de un blanco español y de una negra africana. Por el color de su piel, su padre no lo quiso reconocer y en la partida de bautismo figura como "de padre desconocido". Su infancia no fue demasiado feliz, pues por ser mulato (mitad blanco y mitad negro, pero más negro que blanco) era despreciado en la sociedad.
Desde muy joven, San Martín de Porres aprendió muy bien los oficios de peluquero y de enfermero, y aprovechaba sus dos profesiones para hacer muchos favores gratuitamente a los más pobres.
Vocación de San Martín de Porres.
A los 15 años, San Martín de Porres pidió ser admitido en la comunidad de Padres Dominicos. Como a los mulatos les tenían mucha desconfianza, fue admitido solamente como "donado", o sea un servicial de la comunidad. Así vivió 9 años, practicando los oficios más humildes y siendo el último de todos.
San Martín de Porres es recordado con la escoba, símbolo de su humilde servicio. Su humildad era tan ejemplar, que se alegraba de las injurias que recibía, incluso alguna vez de parte de otros religiosos dominicos, como uno que, enfermo e irritado, lo trató de perro mulato.
Al fin fue admitido como hermano religioso en la comunidad y le dieron el oficio de peluquero y de enfermero. Y entonces sí que empezó a hacer obras de caridad a manos llenas.
Los frailes se quejaban de que San Martín de Porres quería hacer del convento un hospital, porque a todo enfermo que encontraba lo socorría y hasta llevaba a algunos más graves y pestilentes a recostarlos en su propia cama cuando no tenía más donde se los recibieran.
En una ocasión, cuando el convento estaba en situación económica muy apurada, San Martín de Porres, espontáneamente se ofreció al Padre Prior para ser vendido como esclavo, ya que era mulato, a fin de remediar la situación.
Con la ayuda de varios ricos de la ciudad, San Martín de Porres fundó el Asilo de Santa Cruz para reunir a todos los vagos, huérfanos y limosneros y ayudarles a salir de su penosa situación.
Creciendo en santidad.
Aunque San Martín de Porres trataba de ocultarse; sin embargo, su fama de santo crecía día por día. Lo consultaban hasta altas personalidades.
Muchos enfermos lo primero que pedían cuando se sentían graves era: "Que venga el santo hermano Martín". Y San Martín de Porres nunca negaba un favor a quien podía hacerlo. Pasaba la mitad de la noche rezando.
A un crucifijo grande que había en su convento iba y le contaba sus penas y sus problemas, y ante el Santísimo Sacramento y arrodillado ante la imagen de la Virgen María, pasaba largos tiempos rezando con fervor.
Sin moverse de Lima, San Martín de Porres fue visto, sin embargo, en China y en Japón, animando a los misioneros que estaban desanimados. Sin que saliera del convento, lo veían llegar junto a la cama de ciertos moribundos a consolarlos. A los ratones que invadían la sacristía los invitaba a irse a la huerta y los seguían en fila muy obediente.
En una misma cacerola hacía comer al mismo tiempo a un gato, un perro y varios ratones. Llegaron los enemigos a su habitación a hacerle daño y él pidió a Dios que lo volviera invisible y los otros no lo vieron.
Cuando San Martín de Porres oraba con mucha devoción, se levantaba por los aires y no veía ni escuchaba a la gente. A veces el mismo virrey que iba a consultarle (siendo Martín tan de pocos estudios) tenía que aguardar un buen rato en la puerta de su habitación, esperando a que terminara su éxtasis.
En ocasiones San Martín de Porres salía del convento a atender a un enfermo grave, y volvía luego a entrar sin tener llave de la puerta y sin que nadie le abriera. Preguntado cómo lo hacía, respondía: "Yo tengo mis modos de entrar y salir".
El arzobispo se enfermó gravemente y mandó llamar a San Martín de Porres para que le consiguiera la curación para sus graves dolores. Él le dijo: ¿Cómo se le ocurre a su excelencia invitar a un pobre mulato? Pero luego le colocó la mano sobre el sitio donde sufría los fuertes dolores, rezó con fe, y el arzobispo se mejoró en seguida.
Recogía limosnas en cantidades asombrosas y repartía todo lo que recogía. Miles de menesterosos llegaban a pedirle ayuda.
Muerte de San Martín de Porres.
A los 60 años, después de haber pasado 45 años en la comunidad, mientras le rezaban el Credo y besando un crucifijo, San Martín de Porres murió el 3 de noviembre de 1639.
Toda la ciudad acudió a su entierro y los milagros empezaron a obtenerse a montones por su intercesión.
Qué enseña San Martín de Porres.
La vida de San Martín de Porres nos enseña:
- A servir a los demás, a los necesitados. San Martín no se cansó de atender a los pobres y enfermos y lo hacía prontamente. Demos un buen servicio a los que nos rodean, en el momento que lo necesitan. Hagamos ese servicio por amor a Dios y viendo a Dios en las demás personas.
- A ser humildes. San Martín fue una persona que vivió esta virtud. Siempre se preocupó por los demás antes que por él mismo. Veía las necesidades de los demás y no las propias. Se ponía en el último lugar.
- A llevar una vida de oración profunda. La oración debe ser el cimiento de nuestra vida. Para poder servir a los demás y ser humildes, necesitamos de la oración. Debemos tener una relación íntima con Dios.
- A ser sencillos. San Martín vivió la virtud de la sencillez. Vivió la vida de cara a Dios, sin complicaciones. Vivamos la vida con espíritu sencillo.
- A tratar con amabilidad a los que nos rodean. Los detalles y el trato amable y cariñoso es muy importante en nuestra vida. Los demás se lo merecen por ser hijos amados por Dios.
- A alcanzar la santidad en nuestras vidas. Por alcanzar esta santidad, luchemos.
- A llevar una vida de penitencia por amor a Dios. Ofrezcamos sacrificios a Dios.
San Martín de Porres se distinguió por su humildad y espíritu de servicio, valores que en nuestra sociedad actual no se les considera importantes.
Se les da mayor importancia a valores de tipo material que no alcanzan en el hombre la felicidad y paz de espíritu. La humildad y el espíritu de servicio producen en el hombre paz y felicidad.
Oración a San Martín de Porres.
Oh Santísima Virgen María y humilde siervo de Dios San Martín de Porres, que por su intercesión, puedan ayudarme a ser más humilde y servicial con todas las personas que me rodean, sobre todo con los míos, para así crecer en la verdadera santidad y glorificar a Dios con mis acciones y obras. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
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