San Luis Gonzaga renunció a su herencia de principado e ingresó a los Jesuitas, es el Santo Patrono de la pureza, de la juventud y el protector de la vida
San Luis Gonzaga, Patrono de la juventud Católica y de la Pureza.
San Luis Gonzaga fue un aristócrata italiano que se convirtió en un miembro de la Compañía de Jesús (los Jesuitas). Mientras todavía era estudiante en el Colegio Romano, San Luis Gonzaga murió como resultado de cuidar a las víctimas de una epidemia. Fue beatificado en 1605 y canonizado en el año 1726 por el Papa Benedicto XIII, declarándolo como el santo patrono de la juventud, un título confirmado por el Papa Pío XI el 13 de junio de 1926. San Luis Gonzaga también es considerado el patrono de la pureza y el santo protector de la vida. Su fiesta se celebra el 21 de junio.
Fiesta: 21 de junio.
Martirologio Romano: Memoria de san Luis Gonzaga, religioso, quien, nacido de una muy noble estirpe y admirable por su inocencia, renunció, en favor de su hermano, al principado que le correspondía e ingresó en la Compañía de Jesús, sucumbiendo, apenas adolescente, por haber asistido durante una grave epidemia a los enfermos contagiados en Roma (1591)
Biografía de San Luis Gonzaga.
San Luis Gonzaga fue el hijo mayor de Fernando Gonzaga, quien era marqués de Castiglione. Nació el 9 de marzo de 1568. Las primeras palabras que pronunció Luis fueron los santos nombres de Jesús y María.
Cuando tenía nueve años de edad, San Luis Gonzaga hizo voto de virginidad perpetua, y por una gracia especial siempre estuvo exento de tentaciones contra la pureza.
Así entonces, San Luis Gonzaga recibió su primera comunión a manos de San Carlos Borromeo.
Siendo todavía un jovencito, Luis Gonzaga tomó la decisión de dejar el mundo, y en una revelación fue dirigido por la Santísima Virgen María para unirse a la Compañía de Jesús (Los Jesuitas).
La madre de San Luis Gonzaga se regocijó al saber la determinación que había tomado su hijo de hacerse religioso, pero su padre, durante tres años, se negaba a darle su consentimiento.
Dos circunstancias muy especiales fueron las que convencieron a su padre de darle su consentimiento: la primera fue al ver a su hijo azotarse a sí mismo hasta que la sangre le corría por el cuerpo, mientras imploraba al Todopoderoso que cambiara el corazón de su padre. Y la segunda fue la firmeza con la que el inocente joven San Luis Gonzaga, un día, se dirigió a él con las siguientes palabras: "Padre, Dios me llama, yo debo obedecerle. Tú, mi querido padre, te opones al Altísimo mismo cuando te opones a que yo siga mi vocación..."
Por todo esto, y con lágrimas en los ojos, su padre le dio su consentimiento, y San Luis Gonzaga, dando gracias a Dios, renunció el marquesado a su hermano, fue a Roma y pidió al Padre General, Claudio Aquaviva, que lo recibiera en la Compañía de Jesús.
San Luis Gonzaga obtuvo el permiso para entrar en el noviciado el 25 de noviembre 1585. Él pronunció sus votos después de dos años, y estudió, como era costumbre, filosofía y teología.
Luego de esto, San Luis Gonzaga fue un ferviente penitente en todo momento, él solía decir que dudaba de que sin la gracia de la penitencia podría continuar avanzando contra la naturaleza, que, cuando no se era afligido y castigado, tendía gradualmente a recaer en su estado de no redimido, y, por lo tanto, podría perderse el hábito del sufrimiento.
"Soy una pieza torcida de hierro y he venido a la religión para enderezarme con el martillo de la mortificación y la penitencia" (San Luis Gonzaga)
San Luis Gonzaga: servidor de los enfermos.
En el tercer año de estudio, a San Luis Gonzaga le llegó una revelación divina de que él no viviría mucho tiempo. Durante su último año de teología, en 1591, una fiebre maligna estalló en Roma.
San Luis Gonzaga se ofreció para el servicio de los enfermos, y fue aceptado para ese deber peligroso. Fue enviado entonces para ayudar a los enfermos en el hospital de los jesuitas de Roma. Él realizó todas sus labores de servicio con gran amor y entrega, aun arriesgándose de contagiar la terrible peste. Varios de los religiosos contrajeron la fiebre, y Luis estaba entre ellos.
San Luis Gonzaga estaba seguro de que esta era la causa de su eventual final, y una vez le preguntó a su confesor, San Roberto Belarmino, si era posible evitar el Purgatorio después de la muerte. San Roberto le aseguró que sí era posible, y Luis aspiraba a este fin.
Muerte.
Él, en algunas ocasiones, se le veía como a punto de morir, pero se recuperaba luego, para después recaer. La salud de San Luis Gonzaga era tan pobre que recibió el Viático y la Extremaunción en varias ocasiones. Tuvo una revelación en la que vio que él pasaría la octava del Corpus Christi.
Después de tres meses de una intensa fiebre, su frágil salud no pudo resistir más. La noche antes de morir, San Luis Gonzaga cayó en éxtasis durante toda la noche. Con los miembros de su comunidad a su alrededor, hablaba con el rector, que estaba de pie junto a su cama, "nos vamos, padre, nos vamos". El rector le dijo: "¿Adónde vamos?". "Nos vamos al cielo". Justo antes de morir, pronunció las palabras "En tus manos" y falleció. San Luis Gonzaga Murió a la edad de veintitrés años, repitiendo el Santo Nombre de Jesús, un poco después de la medianoche, entre el 20 y el 21 de junio, del día de la octava del Corpus Christi. Sus reliquias se encuentran depositadas en Iglesia de San Ignacio en Roma.
En el año 1729, el Papa Benedicto XIII, en virtud de todos los acontecimientos, hizo una declaración llamando a San Luis Gonzaga como el Santo patrono de todos los jóvenes estudiantes. Luego, en 1926, fue nombrado patrono de toda la juventud cristiana por el Papa Pío XI
San Luis Gonzaga es el santo patrono de la juventud católica, de la pureza y de todos aquellos jóvenes que desean mantenerse puros. También se le invoca como el santo protector de la vida. Debido a la forma en que murió, también se considera como el patrono patrón de los enfermos o que sufren alguna peste. Además, debido a la compasión y el valor que este joven mantuvo ante una terrible enfermedad incurable, San Luis Gonzaga se ha convertido en el santo patrono de los enfermos de sida y de sus cuidadores.
Reflexión sobre San Luis Gonzaga.
La motivación para permitir a Dios que nos purifique la mente y el corazón es la experiencia que debemos buscar cada día en la oración, como lo hizo el joven San Luis Gonzaga. Este chico ayunaba frecuentemente, se flagelaba. Para evitar tentaciones, no miraba el rostro de las mujeres. Buscaba los consuelos de Dios a través de la oración en soledad.
Todos tenemos impulsos pecaminosos movidos por pasiones internas con las que luchamos a diario, algunos son más fuertes que otros. En el caso de San Luis Gonzaga, era la lujuria. Él lo sabía y para enseñar al mundo la necesidad de la penitencia para poder dominar el cuerpo, no solo para expiar los pecados cometidos, sino para dominar nuestros deseos pecaminosos, recurrió al ayuno y a la penitencia con mucha frecuencia. Esto es algo que nos enseña de San Luis Gonzaga que todos deberíamos aprender a practicar. Cada día examinemos nuestra conciencia y nos deberíamos preguntarnos 2 cosas: "¿cuál es esa pasión desenfrenada que debo controlar?", y ¿qué estoy haciendo para dominarla? Que San Luis Gonzaga pueda ser un ejemplo digno de admiración para todos los jóvenes de hoy.
Oración a San Luis Gonzaga por los jóvenes.
Oh glorioso siervo de Dios, San Luis Gonzaga, que has sido honrado por la Iglesia con el justo título de "joven angelical", por la vida de máxima pureza que llevaste aquí en la tierra. Vengo hoy ante tu presencia con toda la devoción de mi mente y mi corazón. Oh ejemplo perfecto, amable y poderoso santo patrono de los jóvenes, qué grande es mi necesidad de ti. El mundo y el demonio intentan atraparme; soy consciente del ardor de mis pasiones; conozco bien la debilidad y la inconstancia de mi edad. ¿Quién podrá mantenerme a salvo, si no eres tú, oh santo de la pureza angélica, la gloria y el honor, el amoroso protector de la juventud? A ti, pues, recurro con toda mi alma, a ti me encomiendo con todo mi corazón. Por la presente resuelvo, prometo y deseo ser especialmente devoto hacia ti, glorificarte, imitando tus extraordinarias virtudes y en particular tu pureza angélica, copiar tu ejemplo y promover la devoción hacia ti entre mis compañeros. Oh querido San Luis Gonzaga, guárdame y defiéndeme siempre, para que, bajo tu protección y siguiendo tu ejemplo, pueda un día unirme a ti para ver y alabar a mi Dios por siempre en el cielo. Amén.
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