San Josué fue un Profeta que recibió la imposición de manos por Moisés: Patriarca que se llenó del Espíritu e introdujo a Israel en la tierra prometida
San Josué, Patriarca del Antiguo Testamento: Sucesor de Moisés.
San Josué es una figura muy importante del Antiguo Testamento que trabajó al lado de Moisés, siendo guía de los Israelitas. San Josué fue uno de los doce misioneros enviados por Moisés a reconocer la tierra de Canán cuando los israelitas dejaron Egipto en su éxodo. Su fecha de nacimiento y muerte no están registradas, solo sabemos que vivió hasta los 110 años. Dios mismo instruyó a Moisés para que impusiera las manos a Josué para designarlo como líder del pueblo de Israel. Fue a San Josué a quien Dios designó para guiar a los israelitas a la tierra prometida y conquistarla, así como para distribuir la tierra a las doce tribus de Israel. San Josué, junto con Caleb, fueron los únicos que tenían confianza en Dios y no tuvieron miedo de entrar a Jericó, ya que sus demás compañeros veían a los habitantes como gigantes.
Fiesta: 1 de septiembre.
Martirologio romano: Conmemoración de san Josué, hijo de Nun, siervo del Señor, quien, por medio de la imposición de manos de Moisés, fue lleno del espíritu de sabiduría y, después de la muerte de Moisés, admirablemente condujo al pueblo de Israel a lo largo del Jordán hacia la Tierra Prometida.
Biografía de San Josué.
Una vez conocida la muerte de Moisés, San Josué pasa a ser el capitán que introducirá a su gente a la Tierra Prometida. Ya era la hora de poseer la tierra que Dios prometió a los israelitas al sacarlos de Egipto. Han pasado cuarenta años.
Es un pueblo joven el que está en las proximidades de Canán. Son los hijos de los que el Señor sacó con mano poderosa. Se han curtido en el desierto inhóspito donde han vivido del mimo de Dios y presenciando a diario sus grandezas. Tienen esculpida en su alma la idea de que solo en la fidelidad a la Alianza tienen garantía de la protección de Dios.
San Josué es un varón pletórico de fe y casto, joven y fuerte, que mantiene la seguridad de que será Dios quien vencerá a los poderosos habitantes de la tierra que se les da en posesión. Tienen que pelearla, pero solo Dios les dará la victoria.
Jericó es la plaza fuerte que les abrirá las puertas a la conquista. Posee murallas duras y sus habitantes están aprestados a defenderla.
De Moisés a Josué.
Es Dios quien habla ahora con San Josué, como antes lo hiciera con Moisés, dándole instrucciones para la empresa. No se le pedirá pasividad, sino una disposición absoluta al misterio.
La táctica guerrera sugerida es la más impensada y la menos descrita en las praxis de la guerra: hay que dar vueltas a la ciudad, cantando y tocando las trompetas. Así se caerán las potentes murallas de defensa.
Sin un "pero" de San Josué y con la presteza originada por la fe sucede como Dios dice. Y es que Dios se ríe de las encuestas, la lógica humana se ve superada en su potencia y las estadísticas de los hombres se tornan enanas en su presencia. Sin embargo, la fe hace que se derriben las más altas murallas de la tierra.
Reflexión sobre San Josué.
Querido Patriarca San Josué: permítenos tener contigo un momento de conversación. Recordar tu vida es ver al hombre que por más de 40 años acompañó al pueblo hebreo por el desierto.
Hombre de confianza de Moisés, por orden suya, combates contra los amalecitas, venciéndolos. Junto con él, subes al Monte Sinaí y le acompañas en el momento en que Dios le entrega las Tablas de la Ley.
San Josué, elegido representante de tu tribu, junto con los otros once representantes, exploras la tierra de Canán, dada por Dios al Pueblo escogido. En esta ocasión, Moisés cambia tu nombre, llamándote, en vez de Josué que significa "salvación", Joshua que significa "Yahvé es la salvación".
Llegados a las colinas de Moáb, y sintiendo Moisés que llegaba el final de sus días, delante de todo el pueblo, te nombra su sucesor. A su muerte, tomas en tus manos la conducción del pueblo y emprendes la conquista del país de Canán, cuyo territorio repartes equitativamente entre las doce tribus.
San Josué, tú invitas al pueblo a purificarse mediante el rito de circuncisión y celebras solemnemente la Pascua. Ocupas Jericó y vas hacia el centro de la Palestina, consolidando el dominio de toda la región.
Como lo hiciera Moisés, ahora tú, Patriarca San Josué, dejas tu testamento espiritual, una exhortación al pueblo a mantenerse siempre fiel a Yahvé. Mueres a los 110 años y tu biógrafo dirá: "Por todo el tiempo de la vida de Josué, Israel sirvió al Señor". Es el elogio más grande que podrían haber hecho a un israelita.
Aspectos del Libro de Josué.
Es posible trazar una reconstrucción de la nación en el pequeño fragmento que es el territorio de la tribu de Judá. Pero como el punto de apoyo de esta esperanza era, por una parte, el retorno a la propia conciencia de deportados por motivos eminentemente religiosos y, por otra, la profunda fe de los padres en el Dios de la alianza, el carácter religioso es el que domina todo el libro de San Josué.
Las etapas principales están marcadas por intervenciones divinas: todo está organizado en torno a los cuatro grandes acontecimientos religiosos:
- La primera Pascua en Palestina,
- La circuncisión (sello de la alianza),
- La relectura de la ley en el monte Ebal y
- La explícita renovación de la alianza en la asamblea de Siquén.
El libro de San Josué nos presenta unos sucesos dotados de un significado que llega profundamente al ánimo del lector atento, como el paso del Jordán, la función del arca (emblema de Israel), la caída de Jericó.
La tierra y su conquista se consideran bajo una perspectiva que podemos calificar de "mesiánica" (Cf. Salmo 105-106). El paso del Jordán se pone en paralelo con el tránsito del mar Rojo; también el maná cesa cuando se saborean los frutos de la tierra (5,12)
De forma viva y casi dramática, se vislumbra en San Josué el régimen de la alianza entre Dios e Israel. El que da el país a Israel es su Dios; es él el que combate a su lado y el que le guía en todos sus pasos; el pueblo tiene que responder observando las leyes de la alianza (1,8).
Por eso el período de la conquista será considerado como un tiempo de religiosa fidelidad (Oseas 2,14-17; Jeremías 2,2) El nombre de Jesús, que en hebreo es idéntico al de San Josué, no es el único motivo de paralelismo entre los dos; basta recordar el paso del Jordán, la circuncisión del corazón, la nueva Pascua, la verdadera tierra prometida, la lucha espiritual por cada conquista, la nueva alianza.
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