San Enrique el Piadoso, fue un emperador piadoso que se preocupó en reformar la vida de la Iglesia: Es el Santo Patrono de los que no tienen hijos
San Enrique, Emperador: Patrono de los que no tienen hijos.
San Enrique, también conocido como San Enrique el piadoso, es el único emperador declarado santo por la Iglesia Católica. San Enrique ayudó al Papa Benedicto VIII a calmar los disturbios en Roma. Siempre su propósito fue el de establecer una en toda Europa.
Fiesta: 13 de julio.
Martirologio romano: San Enrique, emperador de los romanos, que, según la tradición, de acuerdo con su esposa Cunegunda puso gran empeño en reformar la vida de la Iglesia y en propagar la fe en Cristo por toda Europa, donde, movido por un celo misionero, instituyó numerosas sedes episcopales y fundó monasterios. Murió en este día en Grona, cerca de Göttingen, en Franconia.
Biografía de San Enrique.
San Enrique, nieto de Odón el Grande y de Carlomagno, nació en el año 973, en la ciudad de Baviera, en el castillo que su padre, duque de Baviera, tenía a las orillas del Danubio.
Su hermano Bruno fue obispo. Su hermana Brígida fue monja. La otra hermana, Gisela, fue la esposa de un santo, San Esteban, rey de Hungría.
San Enrique pasa los primeros años de su vida en el monasterio benedictino de Hildesheim. Vive como un novicio al lado de los monjes. Aprende a la vez las letras y los salmos, estudia las Sagradas Escrituras, se ejercita en la práctica de la virtud y aspira a la perfección.
La mamá de San Enrique lo confió luego bajo la dirección de otro fervoroso personaje, San Wolfgan, obispo de Ratisbona, el cual lo educó de la mejor manera que le fue posible.
Aviso místico a San Enrique.
Al poco tiempo de haberse muerto su gran maestro San Wolfgan, San Enrique notó que se le aparecía en sueños y escribía en una pared esta frase: "Después de seis".
San Enrique se imaginó que le avisaban que dentro de seis días iba a morir y se dedicó con todo su fervor a prepararse para bien morir. Pero pasaron lo seis días y no se murió. Entonces creyó que eran seis meses los que le faltaban de vida, y San Enrique dedicó ese tiempo a lecturas espirituales, oraciones, limosnas a los pobres, obras buenas a favor de los más necesitados y cumplimiento exacto de su deber de cada día.
Pero a los seis meses tampoco se murió. San Enrique se imaginó que el plazo que le habían anunciado eran seis años, y durante ese tiempo se dedicó con mayor fervor a sus prácticas de piedad, a obras de caridad y a instruirse ejercer lo mejor posible sus oficios, y a los seis años lo que le llegó no fue la muerte, sino el nombramiento de Emperador. Y este aviso le sirvió muchísimo para prepararse sumamente bien para ejercer tan alto cargo.
San Enrique: Emperador Guerrero.
San Enrique cumplió lo que su nombre significa en alemán: jefe poderoso. Pues empezó siendo simplemente rey (o gobernador) de un departamento del sur de Alemania, Baviera. Y allí ejerció su autoridad con agrado de todos, llegando a ser enormemente estimado por su pueblo.
Pero de pronto se murió el Emperador Otón III, su primo, sin dejar herederos, y entonces los príncipes electores juzgaron que ningún otro estaba mejor preparado para gobernar Alemania y a las naciones vecinas que el buen San Enrique, tan apreciado por sus súbditos. Y llegó así a aquel altísimo cargo.
Pero por todas partes estallaban revueltas y revoluciones, y el nuevo emperador tuvo que organizar un poderoso ejército para ir calmando a los revoltosos. San Enrique resultó ser un gran guerrero. Dominó las revueltas nacionales y las de Polonia y se hizo respetar por todos los países vecinos.
San Enrique: Liberador del Papa.
Y sucedió que en Roma un anticristo se atrevió a quitarle el puesto al Papa Benedicto VIII. Este pidió auxilio a San Enrique, el cual con un fortísimo ejército invadió a Italia, derrotó a los enemigos del Pontífice y le restituyó su alto cargo.
En premio por todo esto, el Papa Benedicto lo coronó solemnemente en Roma como Emperador de Alemania, Italia y Polonia.
San Enrique el piadoso.
La gente lo llamaba así porque en todas partes, San Enrique buscaba extender la religión y hacer que las gentes amaran más a Nuestro Señor.
Para conceder como esposa a su hermana Gisela, al rey Esteban de Hungría le puso como condición a dicho mandatario que propagara el catolicismo por todo su reino, lo cual cumplió Esteban de manera admirable.
San Enrique levantaba templos por todas partes, construía conventos para religiosos y apoyaba a cuantos se dedicaban a evangelizar. A los templos les regalaba cálices, ornamentos y demás objetos para que el culto resultara muy solemnemente, y dejaba donaciones para que celebraran misas por sus intenciones.
En su viaje a Italia, San Enrique se sintió sumamente enfermo y se fue en peregrinación a Monte Casino, y allá, rezando con toda fe a San Benito, consiguió su curación. Reunía a los obispos y sacerdotes para estudiar los métodos que consiguieran una mayor santidad para el clero. Delante de los obispos se arrodillaba con toda humildad, como cualquier sencillo creyente.
San Enrique: Padre de los pobres.
Pocos gobernantes que hayan gozado de una manera tan extraordinaria de cariño de su pueblo, como San Enrique. Un día, a un empleado que le aconsejaba tratar con crueldad a los revoltosos, le respondió: "Dios no me dio autoridad para hacer sufrir a la gente, sino para tratar de hacer el mayor bien posible".
San Enrique fue un verdadero padre para sus súbditos. La fama de su bondad corrió pronto por toda Alemania e Italia, ganándose la simpatía general. En sus labores caritativas le ayudaba su virtuosa esposa, Santa Cunegunda, mujer ejemplarísima en todo.
San Enrique, el buscador de la paz.
San Enrique siempre decía que lo que más deseaba para su nación, después de la fe, era la paz. Con los gobernantes vecinos trató de conservar muy buenas relaciones de amistad, y a los súbditos revoltosos, fácilmente los perdonaba y volvían a ser sus amigos.
Pocos gobernantes han logrado ganarse como San Enrique el amor de sus gobernados, y la gente bendecía a Dios por haberle concedido un mandatario tan comprensivo.
San Enrique murió el 13 de julio del año 1024, y poco antes de morir contó a sus familiares que con su esposa Santa Cunegunda había hecho voto de virginidad, y que habían vivido siempre como dos hermanos. Fue canonizado en el año 1146 por el Papa Eugenio III.
Oración a San Enrique.
Señor, tú llenaste a San Enrique con tu amor y lo elevaste de las preocupaciones de un reino terrenal a la felicidad eterna en el cielo. En medio de los cambios de este mundo, que sus oraciones nos mantengan libres de pecado y nos ayuden en nuestro camino hacia ti. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
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