San Cornelio y San Cipriano, valientes mártires defensores de la fe: Papa Cornelio y Cipriano Obispo, nos hagan experimentar los efectos de su protección
San Cornelio, Papa y San Cipriano, Obispo: Mártires.
La Fiesta de San Cornelio y San Cipriano, mártires de la Iglesia, se celebra el mismo día. Fueron dos amigos al servicio de Cristo y de la Iglesia. San Cornelio fue elegido Papa para suceder a Fabián en una elección retrasada catorce meses debido a la cruel persecución de Decio contra los cristianos. El tema principal de su pontificado fue el trato que se deberían dar a los cristianos que habían apostatado durante la persecución y que se habían arrepentido. Se opuso a Novatian, el primer antipapa, quien creía que estos apóstatas que se arrepintieron no podían ser perdonados. Ayudado por San Cipriano, su fiel amigo, San Cornelio confirmó su autoridad papal.
Fiesta: 16 de septiembre.
Martirologio romano: Memoria de los santos mártires Cornelio, papa, y Cipriano, obispo, de los cuales, el 14 de septiembre, se relata la sepultura del primero y la pasión del segundo. El mundo cristiano de hoy los alaba juntos, con una sola voz, como un testimonio claro de amor por esa verdad que no conoce el fracaso, por su fe profesada en tiempos de persecución delante de la Iglesia de Dios y el mundo.
La vida de San Cornelio y de San Cipriano estuvo enmarcada en la gran amistada y ánimo que sintieron estos dos valientes mártires de la fe. A continuación, podemos conocer la biografía y vida de estos dos santos.
Biografía de San Cornelio, Papa.
San Cornelio, Papa y mártir, era natural de Roma, fue elegido Papa por su humildad y bondad, después de un período de sede vacante a causa de la violenta persecución de Decio.
El hereje Noviziano se opuso fuertemente a San Cornelio, lo que desencadenó en un cisma, pero Cornelio fue reconocido por prácticamente todos los obispos, sobre todo por San Cipriano. Murió en el año 253, encarcelado en Civitavecchia, durante la persecución de Gallo.
San Cornelio fue martirizado en la persecución del emperador Decio en el año 253. Su Pontificado se vio amargado por la rebelión de un hereje llamado Novaciano que proclamaba que la Iglesia Católica no tenía poder para perdonar pecados y que, por lo tanto, el que alguna vez hubiera renegado de su fe, nunca más podía ser admitido en la Santa Iglesia.
El hereje afirmaba también de que algunos pecados, como la fornicación e impureza y el adulterio, no podían ser perdonados jamás.
San Cornelio, siendo Papa, se le opuso y declaró que si un pecador se arrepiente en verdad y quiere empezar una vida nueva de conversión, la Santa Iglesia puede y debe perdonarle sus antiguas faltas y admitirlo otra vez entre los fieles.
A San Cornelio lo apoyaron San Cipriano desde África y todos los demás obispos de occidente.
El gobierno del perseguidor Decio lo desterró de Roma. Luego de desterrado, recibió el consuelo de las cartas que le dirigió San Cipriano, rico patricio convertido y obispo de Cartago, y luego, a causa de los sufrimientos y malos tratos que recibió durante su destierro, San Cornelio murió en el destierro, como un mártir.
Biografía de San Cipriano, obispo.
San Cipriano, obispo de Cartago y mártir, nació en Cartago en el año 210. Después de tres años de su conversión al cristianismo, fue elegido obispo de su ciudad natal.
Así entonces, San Cipriano se retiró en la clandestinidad durante la persecución del cruel emperador Valeriano. Consciente de que sería condenado a muerte, regresó Cartago para dar testimonio delante de todos los fieles de la Iglesia. Fue decapitado en el año 258.
San Cipriano fue uno de los más importantes del África y el más brillante de los obispos de este continente, antes de que apareciera San Agustín.
Había nacido en el año 200 en Cartago (norte de África) y se dedicó a la labor de educador, conferencista y orador público. Tenía una inteligencia privilegiada, una gran habilidad para hablar en público, y una personalidad brillante y simpática que le conseguía un impresionante ascendiente sobre los demás.
Llegado a la mayoría de edad, San Cipriano se convirtió al cristianismo. Se hizo bautizar y una vez bautizado hizo el juramento de permanecer siempre casto, y de no contraer matrimonio. A las personas les llenó de admiración el tal voto o juramento, porque esto no se acostumbraba en aquellos tiempos.
San Cipriano descubrió que la Santa Biblia contiene tesoros maravillosos de buenas enseñanzas y se dedicó a estudiar este Libro Santo y a leer los comentarios que los antiguos santos habían escrito sobre ella.
Luego, San Cipriano hizo el sacrificio de renunciar a su literatura mundana que tanto le agradaba. Escribió un comentario acerca del Padrenuestro, tan bello, que hasta ahora no ha sido superado por otro autor.
San Cipriano: Obispo por clamor popular.
San Cipriano fue ordenado sacerdote, y en el año 248, al morir el obispo de Cartago, el pueblo y los sacerdotes aclamaron a Cipriano como el más digno para ser el nuevo obispo de la ciudad.
Aunque se resistió al inicio, no se pudo oponer al clamor del pueblo y aceptó el cargo, diciendo: "Me parece que Dios ha expresado su voluntad por medio del clamor del pueblo y de la aclamación de los sacerdotes". Y llegó a ser el más importante de todos los obispos que tuvo Cartago.
En el año 251 el emperador Decio decreta una terrible persecución contra los cristianos e invita a todos los cristianos a renegar de su religión y quemar incienso ante los dioses. San Cipriano, en un acto de prudencia, huye y se esconde, pero desde su escondite envía continuas cartas a los creyentes invitándolos a no abandonar la religión por nada en la vida.
Hubo un corto período de paz y San Cipriano volvió a su cargo de obispo. Pero encontró que algunos aceptaban sin más en la Iglesia a los que habían apostatado de la religión, sin exigirles hacer penitencia de ninguna clase. Se opuso a esta relajación y en adelante a todo renegado que quiso volver a la Iglesia, le exigió que hiciera antes cierto tiempo de penitencia.
El año 252, llega la peste de tifo negro a Cartago y empiezan a morir cristianos por centenares y quedan miles de huérfanos. El obispo San Cipriano se dedica a repartir ayudas a los que han quedado en la miseria. Vende todo lo más valioso que hay en su casa episcopal, y pronuncia unos de los sermones más bellos que se han compuesto en la Iglesia Católica acerca de la limosna
El año 257 el emperador Valeriano decretó una violentísima persecución contra los cristianos y a Cipriano le decretan en el año 157 la pena de destierro, pero como dondequiera que vaya sigue celebrando ceremonias religiosas, en el año 258 le decretan pena de muerte.
Actas de martirio de San Cipriano.
Se conservan las actas de la última audiencia que los jueces le hicieron para condenarlo al martirio. Son muy interesantes. Dicen así:
- El juez: El emperador Valeriano ha dado órdenes de que no se permite celebrar ningún otro culto, sino el de nuestros dioses. ¿Usted qué responde?
- San Cipriano: Yo soy cristiano y soy obispo. No reconozco a ningún otro Dios, sino al único y verdadero Dios que hizo el cielo y la tierra. A Él rezamos cada día los cristianos.
- El 14 de septiembre una gran multitud de cristianos se reunió frente a la casa del juez. Este le preguntó al mártir: "¿Es usted el responsable de toda esta gente?".
- San Cipriano: Sí, lo soy.
- El juez: El emperador le ordena que ofrezca sacrificios a los dioses.
- San Cipriano: No lo haré nunca.
- El juez: Píenselo bien.
- San Cipriano: Lo que le han ordenado hacer, hágalo pronto. Que en estas cosas tan importantes mi decisión es irrevocable, y no va a cambiar.
- El juez Valerio consultó a sus consejeros y luego de mala gana dictó esta sentencia:
"Ya que se niega a obedecer las órdenes del emperador Valeriano y no quiere adorar a nuestros dioses, y es responsable de que todo este gentío siga sus creencias religiosas, Cipriano: queda condenado a muerte. Le cortarán la cabeza con una espada". - Al oír la sentencia, San Cipriano exclamó: ¡Gracias sean dadas a Dios!
Toda la inmensa multitud gritaba: "Que nos maten también a nosotros, junto con él", y lo siguieron en gran tumulto hacia el sitio del martirio.
Al llegar al lugar donde lo iban a matar, San Cipriano mandó regalarle 25 monedas de oro al verdugo que le iba a cortar la cabeza. Los fieles colocaron sábanas blancas en el suelo para recoger su sangre y llevarla como reliquias.
El santo obispo San Cipriano se vendó él mismo los ojos y se arrodilló. El verdugo le cortó la cabeza con un golpe de espada. Esa noche los fieles llevaron en solemne procesión, con antorchas y cantos, el cuerpo del glorioso mártir para darle honrosa sepultura.
A los pocos días murió de repente el juez Valerio. Pocas semanas después, el emperador Valeriano fue hecho prisionero por sus enemigos en una guerra en Persia y esclavo prisionero estuvo hasta su muerte.
"¿Por qué no amas a Jesucristo? Él te amó cuando aún eras su enemigo; murió por ti en una cruz; te promete el cielo en recompensa de tu amor. Y, sin embargo, en vez de amarlo, lo ofendes todos los días; te pones de parte del demonio su adversario. ¿Qué te ha hecho Jesucristo para que lo trates tan cruelmente? Puesto que el mundo te detesta, ¿por qué amas al que te odia? ¿Por qué más bien no amas a quien te redimió?" (San Cipriano)
Que los valientes mártires defensores de la fe y la Verdad, San Cornelio y San Cipriano, puedan alcanzarnos la santidad a través del amor u la fidelidad a Dios. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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