San Bernardo de Claraval, Doctor de la Iglesia, recorrió Europa para acabar con las guerras y restablecer la paz: Compuso himnos y poemas a la Virgen María
San Bernardo, Abad, Doctor de la Iglesia: El cazador de almas.
San Bernardo de Claraval, o San Bernardo, fue un abad francés y gran reformador primario de la orden cisterciense. Es el último de los llamados Padres de la Iglesia. Pero en importancia es uno de los que más han influido en el pensamiento católico en todo el mundo. Llegó a ser Doctor de la Iglesia y ha sido uno de los grandes compositores de Himnos y hermosos poemas a la Santísima Virgen María.
Fiesta: 20 de agosto.
Martirologio romano: Memoria de San Bernardo de Claraval, Abad y Doctor de la Iglesia, quien ingresó junto con treinta compañeros en el nuevo monasterio cisterciense y más tarde se convirtió en el fundador y primer abad del monasterio de Claraval. Dirigió con gran sabiduría a los monjes por el camino de los mandamientos de Dios, con su vida, ejemplo y enseñanzas; Viajó por toda Europa para restablecer la paz y la unidad e iluminó a toda la Iglesia con sus escritos y sus apasionadas exhortaciones, hasta que en el territorio de Langres, en Francia, descansó en el Señor.
Biografía de San Bernardo de Claraval.
San Bernardo de Claraval nació en Borgoña, Francia (cerca de Suiza) en el año 1090. Sus padres tuvieron siete hijos y a todos los formaron estrictamente, haciéndoles aprender el latín, la literatura y, muy bien aprendida, la religión.
Esta familia ha sido un caso único en la historia. Cuando San Bernardo se fue de religioso, se llevó consigo a sus 4 hermanos varones, y un tío, dejando a su hermana a que cuidará al papá (la mamá ya había muerto) y el hermanito menor, para que administrara las posesiones que tenían.
Dicen que, cuando llamaron al menor para anunciarle que ellos se iban de religiosos, San Bernardo de Claraval les respondió: "¡Ajá! ¿Con qué ustedes se van a ganarse el cielo, y a mí me dejan aquí únicamente en la tierra? Esto no lo puedo aceptar".
Y un tiempo después, también San Bernardo de Claraval se fue de religioso. Y más tarde llegaron además al convento el papá y el esposo de la hermana (y ella también se fue de monja). Casos como este son más único que raros.
Carismas de San Bernardo de Claraval.
Pocos individuos han tenido una personalidad tan impactante y atrayente, como San Bernardo de Claraval. Él poseía todas las ventajas y cualidades que pueden hacer amable y simpático a un joven. Inteligencia viva y brillante.
San Bernardo de Claraval poseía un temperamento bondadoso y alegre, se ganaba la simpatía de cuantos trataban con él. Esto y su físico lleno de vigor y lozanía era ocasión de graves peligros para su castidad y santidad. Por eso durante algún tiempo se enfrió en su fervor y empezó a inclinarse hacia lo mundano y lo sensual. Pero todo esto lo llenaba de desilusiones.
Las amistades mundanas, por más atractivas y brillantes que fueran, lo dejaban vacío y lleno de hastío. Después de cada fiesta se sentía más y más desilusionado del mundo y de sus placeres.
A mal grave, remedio terrible.
Como sus pasiones sexuales lo atacaban violentamente, una noche San Bernardo de Claraval se revolcó entre el hielo hasta quedar casi congelado. Y el tremendo remedio le trajo mucha paz.
Una visión cambia su rumbo: una noche de Navidad, mientras celebraban las ceremonias religiosas en el templo, se quedó dormido y le pareció ver al Divino Niño Jesús en Belén en brazos de María, y que la Santa Madre le ofrecía al Niñito Santo para que lo amara y lo hiciera amar mucho por los demás. Desde este día, San Bernardo de Claraval ya no pensó, sino en consagrarse a la religión y al apostolado.
San Bernardo de Claraval: un hombre que arrastra.
Para seguir con los designios de Dios y cumplir esa inspiración divina, San Bernardo de Claraval se fue al convento de monjes benedictinos llamado Cister, y pidió ser admitido. El superior, San Esteban, lo aceptó con gran alegría, pues, en aquel convento, hacía 15 años que no llegaban religiosos nuevos. Regresó con su familia a contar la noticia y todos se opusieron. Los amigos le decían que esto era desperdiciar una gran personalidad para irse a sepultarse vivo en un convento. La familia no aceptaba de ninguna manera.
Pero aquí sí que apareció el poder tan sorprendente que este hombre tenía para convencer a los demás e influir en ellos y ganarse su voluntad.
San Bernardo de Claraval empezó a hablar tan maravillosamente de las ventajas y cualidades que tiene la vida religiosa, que logró llevarse al convento, a sus cuatro hermanos mayores, a su tío y casi a todos los jóvenes de los alrededores, y junto con 31 compañeros llegó al convento de los Cistercienses a pedir ser admitidos de religiosos.
Pero antes, en su finca los había preparado a todos por varias semanas, entrenándolos acerca del modo como debían comportarse para ser unos fervorosos religiosos.
En el año 1112, a la edad de 22 años, San Bernardo de Claraval se fue de religioso al convento. El papá, el hermano Nirvardo, el cuñado y la hermana, ya irán llegando uno por uno a pedir ser recibidos como religiosos.
San Bernardo y su formidable poder de atracción.
En toda la historia de la Iglesia es difícil encontrar otro hombre que haya sido dotado por Dios de un poder de atracción tan grande para llevar gentes a las comunidades religiosas, como el que recibió San Bernardo de Claraval. Las muchachas tenían terror de que su novio hablara con el santo, porque lo más probable era que se iría de religioso.
En las universidades, en los pueblos, en los campos, los jóvenes, al oírle hablar de las excelencias y ventajas de la vida en un convento, se iban en numerosos grupos a que San Bernardo de Claraval los instruyera y los formara como religiosos.
Durante su vida, San Bernardo fundó más de 300 conventos para hombres, e hizo llegar a gran santidad a muchos de sus discípulos. Lo llamaban "el cazador de almas y vocaciones". Con su apostolado consiguió que 900 monjes hicieran profesión religiosa.
San Bernardo: fundador de Claraval.
En el convento del Císter, San Bernardo demostró tales cualidades de líder y de santo, que a los 25 años (con solo tres de religioso) fue enviado como superior a fundar un nuevo convento.
San Bernardo de Claraval escogió un sitio sumamente árido y lleno de bosques, donde sus monjes tuvieran que derramar el sudor de su frente para poder cosechar algo, y le puso el nombre de Claraval, que significa valle muy claro, ya que allí el sol ilumina fuerte todo el día.
Con humildad y santidad, San Bernardo de Claraval supo infundir del tal manera fervor y entusiasmo a sus religiosos de Claraval, que habiendo comenzado con solo 20 compañeros a los pocos años tenía 130 religiosos; de este convento de Claraval, salieron monjes a fundar otros 63 conventos.
La oratoria de santo.
Después de San Juan Crisóstomo y del afamado Doctor de la iglesia, San Agustín de Hipona, es difícil encontrar otro orador católico que haya obtenido tantos éxitos en su predicación como San Bernardo de Claraval
A San Bernardo lo llamaban "El Doctor boca de miel" (doctor melífluo) porque sus palabras en la predicación eran una verdadera golosina llena de sabrosura, para los que la escuchaban. Su inmenso amor a Dios y a la Virgen Santísima y su deseo de salvar almas lo llevaban a estudiar por horas y horas cada sermón que iba a pronunciar, y luego, como sus palabras iban precedidas de mucha oración y de grandes penitencias, el efecto era fulminante en los oyentes.
Escuchar a San Bernardo de Claraval era ya sentir un impulso fortísimo a volverse mejor.
San Bernardo y la Virgen Santísima.
Los que quieren progresar en su amor a la Madre de Dios, necesariamente tienen que leer los escritos de San Bernardo de Claraval, porque entre todos los predicadores católicos quizás ninguno ha hablado con más cariño y emoción acerca de la Virgen Santísima que este gran santo.
Él fue quien compuso aquellas últimas palabras de la Salve: "Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María". Y repetía la bella oración que dice: "Acuérdate, oh Madre Santa, que jamás se oyó decir, que alguno a Ti haya acudido, sin tu auxilio recibir".
El pueblo vibraba de emoción cuando oía a San Bernardo de Claraval clamar desde el púlpito con su voz sonora e impresionante.
"Si se levantan las tempestades de tus pasiones, mira a la Estrella, invoca a María. Si la sensualidad de tus sentidos quiere hundir la barca de tu espíritu, levanta los ojos de la fe, mira a la Estrella, invoca a María. Si el recuerdo de tus muchos pecados quiere lanzarte al abismo de la desesperación, lánzale una mirada a la Estrella del cielo y rézale a la Madre de Dios. Siguiéndola, no te perderás en el camino. Invocándola no te desesperarás. Y guiado por Ella llegarás seguramente al Puerto Celestial". (San Bernardo)
Los hermosísimos sermones de San Bernardo son leídos hoy, después de varios siglos, con verdadera satisfacción y gran provecho.
San Bernardo: el Viajero incansable.
El más profundo deseo de San Bernardo de Claraval era permanecer en su convento dedicado a la oración y a la meditación. Pero el Sumo Pontífice, los obispos, los pueblos y los gobernantes le pedían continuamente que fuera a ayudarles, y él estaba siempre pronto a prestar su ayuda dondequiera que pudiera ser útil.
Con una salud sumamente débil (porque los primeros años de religioso, por imprudente, San Bernardo se dedicó a hacer demasiadas penitencias y se le dañó la digestión) recorrió toda Europa, poniendo la paz donde había guerras, deteniendo fuertemente las herejías, corrigiendo errores, animando desanimados y hasta reuniendo ejércitos para defender la santa religión católica. Era el árbitro aceptado por todos.
"A veces no me dejan tiempo durante el día ni siquiera para dedicarme a meditar. Pero estas gentes están tan necesitadas y sienten tanta paz cuando se les habla, que es necesario atenderlas" (San Bernardo)
En las noches pararía luego sus horas, dedicado a la oración y a la meditación.
De carbonero a Pontífice.
Un hombre muy bien preparado le pidió a San Bernardo de Claraval que lo recibiera en su monasterio de Claraval. Para probar su virtud lo dedicó las primeras semanas a transportar carbón, y el otro lo hizo de muy buena voluntad.
Después llegó a ser un excelente monje, y más tarde fue nombrado Sumo Pontífice: Eugenio III. San Bernardo de Claraval le escribió un famoso libro llamado "De consideratione", en el cual propone una serie de consejos importantísimos para que los que están en puestos elevados no vayan a cometer el gravísimo error de dedicarse solamente a actividades exteriores descuidando la oración y la meditación. Y llegó a decirle:
"Malditas serán dichas ocupaciones, si no dejan dedicar el debido tiempo a la oración y a la meditación".
Despedida gozosa.
Después de haber llegado a ser el hombre más famoso de Europa en su tiempo y de haber conseguido varios milagros (como por ej. Hacer hablar a un mudo, el cual confesó muchos pecados que tenía sin perdonar) y después de haber llenado varios países de monasterios con religiosos fervorosos, ante la petición de sus discípulos para que pidiera a Dios la gracia de seguir viviendo otros años más, San Bernardo de Claraval exclamaba:
"Mi gran deseo es ir a ver a Dios y a estar junto a Él. Pero el amor hacia mis discípulos me mueve a querer seguir ayudándolos. Que el Señor Dios haga lo que a Él mejor le parezca".
Y a Dios le pareció que San Bernardo ya había sufrido y trabajado bastante, y que se merecía el descanso eterno y el premio preparado para los discípulos fieles, y se lo llevó a su eternidad feliz el 20 de agosto del año 1153.
San Bernardo de Claraval solamente tenía 63 años, pero había trabajado como si tuviera más de cien. Fue canonizado el año 1170 por el papa Alejandro III, y posteriormente el papa Pío VIII lo proclamó Doctor de la Iglesia.
Oración a San Bernardo de Claraval.
Siervo de Dios fiel San Bernardo de Claraval, gran predicador, enamorado de Cristo y de la Madre Santísima: pídele al buen Dios que nos conceda a nosotros un amor a Dios y al prójimo, semejante al que te concedió a ti. Quiera Dios que así sea. Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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