San Pablo Miki y Compañeros mártires de Japón, sufrieron el martirio siendo clavados en cruces, pero llenos de gozo por haber merecido morir como Jesús
San Pablo Miki y Compañeros mártires de Japón.
San Pablo Miki fue un misionero jesuita nativo de Japón, que se convirtió en el más conocido de entre los mártires de Japón. Nació hacia 1562 en una familia bien establecida. Se educó con los jesuitas y llegó a ser un servidor incansable de la fe hasta dar la vida en el martirio a causa de difundir el amor de Dios a todo su pueblo. San Pablo Miki y compañeros mártires, son recordados en Japón como testimonios de la verdadera fe cristiana.
Fiesta: 6 de febrero.
Martirologio Romano: En Nagasaki, en Japón, pasión de los santos Pablo Miki junto con veinticinco compañeros, Declarada una persecución contra los cristianos, ocho presbíteros o religiosos de la Compañía de Jesús o de la Orden de los Hermanos Menores, procedentes de Europa o nacidos en Japón, junto con diecisiete laicos, fueron apresados, duramente maltratados y, finalmente, condenados a muerte. Todos, incluso los adolescentes, por ser cristianos, fueron clavados en cruces, llenos de gozo por haber merecido morir como Jesús (1597).
San Pablo Miki y compañeros mártires de Japón.
En la ciudad de Nagasaki (Japón), tres siglos y medio antes de que en ella explotara la segunda bomba nuclear, 26 mártires de Japón fueron crucificados en una colina conocida como la Montaña Sagrada, desde la que se divisaba Nagasaki, que en aquel entonces, era la ciudad japonesa con mayor número de cristianos
Durante este periodo de persecución contra la fe cristiana, un grupo de ellos fueron capturados y obligados a viajar más de 900 kilómetros desde la ciudad de Kyoto, en la que se encontraban, hasta Nagasaki.
Entre ellos había sacerdotes, hermanos y laicos, franciscanos, jesuitas y miembros de la orden franciscana secular; catequistas, doctores, artesanos, sirvientes, ancianos y niños inocentes.
Todos caminaban en procesión sombría, pero unidos por el amor a Jesús y a la fe católica. Cuenta la tradición que llegaron cantando el Te Deum.
Historia de San Pablo Miki y Compañeros.
San Pablo Miki, fue crucificado, y mientras estaba allí colgado y clavado en la cruz, predicó a la gente que contemplaba la ejecución, unas palabras hermosas de declaración de fe, que hasta estos tiempos resuenan en todo el pueblo de Japón:
"La sentencia del juicio dice que estos hombres vinieron a Japón procedentes de Filipinas, pero yo no procedo de otro país. Soy un verdadero japonés. La única razón por la que soy asesinado es porque he enseñado la doctrina de Cristo. Efectivamente, he enseñado su doctrina. Le doy gracias a Dios porque muero por ello. Creo que antes de morir solo digo la verdad. Sé que me crees y les repito una vez más: pregunten a Cristo cómo pueden ser felices. Yo le obedezco. Según el ejemplo de Cristo perdono a mis verdugos, no los odio. Le pido a Dios que tenga compasión de ellos, y espero que mi sangre caiga sobre mis compañeros como una lluvia fructífera."
Luego de esta declaración, San Pablo Miki empezó a darles ánimos a sus compañeros en estos últimos momentos de su vida; todos estaban alegre en el sufrimiento. A muchos de ellos se les oía decir continuamente: "Jesús, José y María, les doy el corazón y el alma mía".
Varios de los crucificados, se unieron con júbilo a San Pablo Miki y alentaban a todos los presentes que permanecieran fieles a la fe católica.
Los verdugos, ya molestos porque no comprendían la razón de alegría de los cristianos, sacaron sus lanzas y a cada uno de los crucificados les atravesaron con ellas, acabando así con sus vidas terrenales, pero inmortalizándolos para siempre.
Cuando los misioneros Jesuitas volvieron a Japón en la década de 1860, no hallaron rastros del cristianismo allí. Pero después de establecerse, descubrieron que miles de cristianos vivían en las montañas de Nagasaki secretamente, y habían conservado la fe.
Papa Francisco sobre San Pablo Miki y los cristianos escondidos de Japón.
De este testimonio de cristianismo, de fe y valentía que tuvo San Pablo Miki y Compañeros mártires, el Papa Francisco ha expresado la belleza de este testimonio:
"A propósito de la importancia del Bautismo para el Pueblo de Dios, es ejemplar la historia de la comunidad cristiana en Japón. Esta sufrió una dura persecución a inicios del siglo XVII. Hubo numerosos mártires, los miembros del clero fueron expulsados y miles de fieles fueron asesinados. No quedó ningún sacerdote en Japón, todos fueron expulsados. Entonces la comunidad se retiró a la clandestinidad, conservando la fe y la oración en el ocultamiento. Y cuando nacía un niño, el papá o la mamá, lo bautizaban, porque todos los fieles pueden bautizar en circunstancias especiales. Cuando, después de casi dos siglos y medio, 250 años más tarde, los misioneros regresaron a Japón, miles de cristianos salieron a la luz y la Iglesia pudo reflorecer. Habían sobrevivido con la gracia de su Bautismo. Esto es grande: el Pueblo de Dios transmite la fe, bautiza a sus hijos y sigue adelante. Y conservaron, incluso en lo secreto, un fuerte espíritu comunitario, porque el Bautismo los había convertido en un solo cuerpo en Cristo: estaban aislados y ocultos, pero eran siempre miembros del Pueblo de Dios, miembros de la Iglesia. Mucho podemos aprender de esta historia." (Papa Francisco, audiencia general. 15 de enero de 2015)
Todos estos mártires de Japón fueron beatificados en 1627 y, finalmente, fueron canonizados por el Papa Pío IX en 1862.
Los Compañeros mártires que junto a San Pablo Miki fueron martirizados, fueron los siguientes:
Compañeros en el martirio: Juan de Goto Soan, Jacobo Kisai, religiosos de la Compañía de Jesús; Pedro Bautista Blásquez, Martín de la Ascensión Aguirre, Francisco Blanco, presbíteros de la Orden de los Hermanos Menores; Felipe de Jesús de Las Casas, Gonzalo García, Francisco de San Miguel de la Parilla, religiosos de la misma Orden; León Karasuma, Pedro Sukeiro, Cosme Takeya, Pablo Ibaraki, Tomás Dangi, Pablo Suzuki, catequistas; Luis Ibaraki, Antonio, Miguel Kozaki y su hijo Tomás, Buenaventura, Gabriel, Juan Kinuya, Matías, Francisco de Meako, Ioaquinm Sakakibara y Francisco Adaucto, neofitos.(1597).
San Pablo Miki y Compañeros mártires de Japón, rueguen por nosotros para que siempre estemos dispuestos a cantar alabanzas al Señor, incluso en medio del sufrimiento. Amén.
Murieron casi en el mismo momento. Sus ropas manchadas de sangre fueron atesoradas por la comunidad cristiana y se produjeron milagros por su intercesión.
La Sangre de los mártires es un fermento para la Iglesia. Cuando el mundo pretende acabar con la fe, esta renace con mayor fuerza. San Pablo Miki, catequista jesuita, había sido un gran predicador. Su última homilía fue desde la cruz mientras recibía este martirio y animaba a la comunidad cristiana a ser fiel hasta la muerte.
Oración a San Pablo Miki.
Señor mío Jesucristo, fuente de fortaleza para todos tus santos, que condujiste a San Pablo Miki y a sus compañeros mártires a través del sufrimiento de la cruz hasta la alegría de la vida eterna, mírame con ojos de bondad en estos tiempos difíciles. Estoy lleno de miedo. Extiendo mi mano hacia ti ahora, Y te pido que camines a mi lado. No puedo llevar todas mis cargas, pero sé que tú puedes, y lo harás. Por favor, camina a mi lado. Por favor, guíame. Por favor, ayúdame a mantenerme fuerte, a través de las pruebas y las tormentas como lo fue tu querido Siervo San Pablo Miki. Ayúdame a aferrarme a mi fe, Incluso en la hora más oscura. Quédate conmigo, Señor, y muéstrame tu camino. En tu amor y en tu Espíritu Santo permanezco. Amén.
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