La Fiesta de la Presentación del Señor a las naciones es la Fiesta en la que se presenta a Jesús al mundo y el ritual de purificación de la Virgen María
Fiesta de la Presentación del Señor Jesús en el Templo.
La Presentación del Señor, o Presentación de Jesús en el Templo, es la Fiesta que cierra las solemnidades de la Encarnación, conmemora la Presentación del Señor a todas las naciones, el encuentro con los profetas Simeón y Ana, (encuentro del Señor con su pueblo) y el rito de purificación de la Virgen María.
Fiesta: 2 de febrero.
Cuarenta días después del Nacimiento del Señor, fue presentado en el Templo en obediencia a la Ley. Según ella, no había fecha para la presentación del niño, pero como la madre quedaba impura durante cuarenta días, y ni podía tocar nada santo ni acudir al santuario (Lv 12,2), durante ese tiempo no podía presentar al Niño en el Templo, como ordena el Éxodo, 13,12: "consagrarás a Dios todos los primogénitos".
Presentación del Señor.
A La Fiesta de la presentación del Señor, con la reforma litúrgica auspiciada por el Concilio Vaticano II, se le cambió el antiguo nombre que tenía de "La purificación de la Madre de Dios".
En la antigua liturgia se insistía en el texto de Lucas que dice: "Cuando se cumplieron los días de la purificación, según la ley de Moisés." Ahora la llamamos la Fiesta de la Presentación del Señor Jesús y se pone de relieve el texto que del Evangelio que dice: "Llevaron al niño a Jerusalén para ofrecerlo al Señor, como está escrito en la Ley del Señor".
La Presentación del Señor, nos recuerda a Cristo que es luz del mundo. Hoy se bendicen las velas que llevamos a las casas y las tenemos para los momentos difíciles que no necesariamente son terremotos o vaguadas.
La luz de Cristo debe iluminarnos en todos los momentos de la vida, especialmente en los momentos oscuros que como humanos siempre podemos tener, en todas las tempestades de la vida. Esa vela, esa candela, es símbolo de Cristo y de su luz.
También al consumirse es símbolo de sacrificio. Se quema la cera, pero se convierte en luz. Cristo con su sacrificio también ilumina. A través de la fiesta de la presentación del Señor, también nosotros podemos transformar esos pequeños sacrificios que hacemos en luz que nos conforta y nos ilumina.
El Hijo de Dios se presenta a todas las naciones
En la fiesta de la Presentación del Señor, celebramos un misterio de la vida de Cristo. Este misterio está vinculado al precepto de la ley de Moisés, que prescribía a los padres, cuarenta días después del nacimiento del primogénito, que subieran al Templo de Jerusalén para ofrecer a su hijo al Señor y para la purificación ritual de la madre (cf. Éxodo 13, 1-2.11-16; Lv 12, 1-8).
También la Santísima Virgen María y el mismo San José cumplen este rito, ofreciendo, según la ley, dos tórtolas o dos pichones.
Ahondando un poco en este texto, llegamos a comprender que es el mismo Dios quien presenta a su Hijo a todas las naciones, bajo la acción del Espíritu Santo que se le revela al anciano Simeón y a la profetisa Ana.
Por supuesto, Simeón proclama que Jesús es la "salvación" de la humanidad, la "luz" de todas las naciones y "signo de contradicción", porque desvelará las intenciones de los corazones (cf. Lucas 2,29-35)
La Presentación del Señor en tu vida.
En esta revelación maravillosa de la Presentación del Señor, Cristo quiere hacerse presente hoy en nuestras vidas, quiere que le acojamos. El Espíritu Santo mora en nosotros, como en Simeón y Ana, para que podamos "ver a El Salvador, a la luz que alumbra a todas las naciones".
Qué maravilla si a lo largo de cada día, nuestra fe descubriera al Señor, en cada hermano que se acerca, en cada situación y acontecer.
Algo extraordinario que se da en lo ordinario ocurre en la Fiesta de la Presentación del Señor. Entonces, el abrazo definitivo con Él, podremos esperarlo en paz también nosotros para que se presente en nuestros corazones.
Oración por la Presentación del Señor.
Dios todopoderoso y eterno, suplicamos humildemente a tu majestad que, a través de la Fiesta de la Presentación del Señor, tu Hijo Unigénito que fue presentado en este día en el Templo en la sustancia de nuestra carne, también nosotros, por tu gracia, nos presentemos ante ti con la mente purificada y como luz para iluminar al mundo. Que seamos lámparas de verdad y de esperanza en este mundo para que así, en el momento de nuestro encuentro contigo, nos presentemos con todas las buenas acciones que hemos dado a los demás. Todo esto lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
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