Papa Francisco: Una paz sin cruz no es la paz de Jesús, porque sólo el Señor puede darnos la paz en medio de las tribulaciones
"La verdadera paz no está hecha por el hombre, es un don del Espíritu Santo. Una paz sin cruz no es la paz de Jesús, porque sólo el Señor puede darnos la paz en medio de las tribulaciones". Este fue el mensaje central de la homilía del Papa Francisco en la Misa, el martes por la mañana, en la capilla de la residencia de la Casa Santa Marta en el Vaticano.
Desarrollando su homilía sobre las palabras de Jesús en la Cena en el Evangelio de Juan: "Mi paz os dejo, mi paz os doy", el Santo Padre se centró en el significado de la paz dada por el Señor.
Los Apóstoles hablan de las muchas tribulaciones que Pablo y Bernabé experimentaron en sus viajes para proclamar el Evangelio: "¿Es esta la paz que Jesús nos da?"... Jesús enfatiza que la paz que Él da no es la dada por el mundo.
El mundo quiere una paz anestesiada sin cruz
La paz que el mundo nos ofrece, es una paz sin tribulaciones, nos ofrece una paz artificial reducida a tranquilidad. Es una paz que sólo se preocupa de los asuntos y de la seguridad, carente de nada, un poco como la paz del aquel rico en la parábola de Lázaro, una tranquilidad que te cierra sin ver más allá.
El mundo nos enseña el camino a la paz anestesiada: nos anestesia de ver otra realidad de la vida: la cruz.
Por eso Pablo dice que uno debe entrar en el Reino del Cielo en el camino con muchas tribulaciones. No podemos hacer la paz que es la tranquilidad, la paz psicológica, nuestra paz, porque las tribulaciones están allí, ya sea el dolor, la enfermedad o la muerte.
Pero la paz que Jesús da es un regalo: Es un don del Espíritu Santo, y esta paz dura a través de las tribulaciones y más allá, no es una especie de estoicismo del "faquir".
Sin Cruz no hay paz real.
La paz de Dios es un don que nos mantiene vivos. Después de conceder la paz a sus discípulos, Jesús sufre en el Jardín de los Olivos y allí Él ofrece todo a la voluntad del Padre y sufre, pero no le falta el consuelo de Dios. D
e hecho, el Evangelio, dice que un ángel le apareció del cielo para consolarlo.
La paz de Dios es la paz real, que entra en la realidad de la vida, que no niega la vida, es la vida y en ella hay sufrimiento, hay enfermos, hay muchas cosas malas, hay guerras...pero esa paz interior, que es un don, no se pierde, sino que sigue adelante llevando la Cruz y el sufrimiento.
La paz sin la Cruz no es la paz de Jesús: es una paz que se puede comprar, que se puede hacer, pero no dura. Tiene un final.
Pedir la gracia de la paz interior
Cuando me enojo, pierdo la paz. Cuando mi corazón está turbado, es porque no estoy abierto a la paz de Jesús, porque soy incapaz de llevar la vida como viene, con los cruces y dolores que la acompañan.
Debemos pedir al Señor que nos conceda la gracia de sentir su paz.
Debemos entrar en el Reino de Dios a través de muchas tribulaciones. La gracia de la paz, de no perder esa paz interior. En cuanto a esto, un santo dijo:
"La vida del cristiano es un viaje entre las persecuciones del mundo y los consuelos De Dios". (San Agustín)
Que el Señor nos haga comprender bien lo que es esta paz que nos da con el Espíritu Santo.