Papa Francisco: El problema no es cuándo sucederán las señales premonitorias de los últimos tiempos o el cómo sucederán, sino en encontrarnos preparados
"Por lo tanto, el problema no es "cuándo" sucederán las señales premonitorias de los últimos tiempos, sino el hacer que nos encuentre preparados", fue el mensaje de reflexión del Papa Francisco durante su discurso en la Plaza de San Pedro antes de realizar su cotidiania rezo del Ángelus dominical
Es un discurso que Jesús hizo en Jerusalén, antes de su última Pascua. Contiene algunos elementos apocalípticos, como guerras, hambrunas, catástrofes cósmicas: dice "el sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar, las estrellas caerán del cielo y los astros se conmoverán". Sin embargo, estos elementos no son la cosa esencial del mensaje.
El núcleo central en torno al cual gira el discurso de Jesús es Él mismo, el misterio de su persona y de su muerte y resurrección, y su regreso al final de los tiempos.
Nuestra meta final es el encuentro con el Señor resucitado. Yo les quisiera preguntar, ¿cuántos de ustedes piensan esto? Habrá un día en que yo me encontraré cara a cara con el Señor. Y ésta es nuestra meta: este encuentro.
Cuándo y cómo será el fin de los tiempos
Nosotros no esperamos un tiempo o un lugar, nos encontramos con una persona: Jesús. Por lo tanto, el problema no es "cuándo" sucederán las señales premonitorias de los últimos tiempos, sino el hacer que nos encuentre preparados.
Y no se trata ni si quiera de saber "cómo" sucederán estas cosas, sino "cómo" debemos comportarnos, hoy, en su espera.
Estamos llamados a vivir el presente, construyendo nuestro futuro con serenidad y confianza en Dios.
La parábola de la higuera que germina, como símbolo del verano ya cercano, (cfr vv. 28-29), expresa que la prospectiva del final no nos desvía de la vida presente, sino que nos hace mirar nuestros días con una óptica de esperanza.
Es esa virtud tan difícil de vivir: la esperanza, la más pequeña de las virtudes, pero la más fuerte. Y nuestra esperanza tiene un rostro: el rostro del Señor resucitado, que viene "lleno de poder y de gloria", que manifiesta su amor crucificado, transfigurado en la resurrección.
El triunfo final de Dios
El triunfo de Jesús al final de los tiempos, será el triunfo de la Cruz; la demostración de que el sacrificio de sí mismo por amor del prójimo y a imitación de Cristo, es el único poder victorioso y el único punto fijo en medio de la confusión y tragedias del mundo.
El Señor Jesús no es sólo el punto de llegada de la peregrinación terrena, sino que es una presencia constante en nuestra vida, siempre está a nuestro lado, siempre nos acompaña; por esto cuando habla del futuro y nos impulsa hacia aquel, es siempre para reconducirnos al presente.
Él se contrapone a los falsos profetas, contra los visionarios que prevén la cercanía del fin del mundo y contra el fatalismo. Él está al lado, camina con nosotros, nos quiere.
El Señor quiere sustraer a sus discípulos de cada época de la curiosidad para las fechas, las previsiones, los horóscopos, y concentra nuestra atención sobre el hoy de la historia.
No se distraigan con horóscopos
Yo tendría ganas de preguntarles, respondan interiormente, ¿cuántos de ustedes leen el horóscopo del día? Callados. Cada uno que se responda a sí mismo.
Y cuando te vengan ganas de leer el horóscopo, mira a Jesús, que está contigo. Es mejor, te hará mejor.
Esta presencia de Jesús nos llama a la espera y la vigilancia, que excluyen tanto la impaciencia como la pereza, tanto las fugas hacia delante como el permanecer encarcelados en la actualidad de lo mundano.
También en nuestros días no faltan la calamidad natural y moral, y tampoco la adversidad y las dificultades de todo tipo.
Todo pasa, nos recuerda el Señor; sólo Él, su Palabra permanece como luz que guía y anima nuestros pasos y nos perdona siempre, porque está al lado nuestro. Sólo es necesario mirarlo y nos cambia el corazón.
Que la Virgen María nos ayude a confiar en Jesús, el sólido fundamento de nuestra vida, y a perseverar con alegría en su amor
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