Papa Francisco: Jesucristo Rey revela la fuerza del amor, nos libera de nuestras debilidades y miserias para recorrer caminos de bien
Papa Francisco: Jesucristo Rey revela la fuerza del amor.
En la homilía realizada durante la fiesta de la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo celebrada el 22 de noviembre de 2015, el Papa Francisco nos regaló una hermosa reflexión sobre Jesucristo Rey que vale el esfuerzo de traerla a nuestra memoria.
Jesucristo Rey del Universo revela la fuerza del amor, una fuerza que es una verdad absoluta que cada católico debe tomar muy en serio, para que así, Jesucristo Rey, beneficie nuestras vidas, las vidas de nuestras familias, sociedades y naciones enteras.
En estos días, mientras muchos gobiernos se esfuerzan en reducir a la religión a cultos privados mediante persecuciones de todo tipo e incluso, los cristianos no podemos perder la esperanza en el único Rey que gobierna que Justicia y Verdad, y considerar exactamente hasta dónde nos hemos alejado de Su Reino, y de qué manera debemos regresar a Él.
El sacrificio que Jesús ofreció en la Cruz reconcilió a la raza humana con el Padre.
"Nosotros fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo" (Romanos 5,10)
"Dios, nos reconcilió con Él por intermedio de Cristo..." (2 Corintios 5,18).
La reconciliación tuvo lugar en la Cruz, donde Jesús fue levantado (ver Juan 3,14b) y reinó como Rey. A continuación, la reflexión del Papa Francisco.
Jesucristo, Rey del Universo.
Hablar de potencia y de fuerza, para el cristiano, significa hacer referencia a la potencia de la Cruz y a la fuerza del amor de Jesús.
En este último domingo del año litúrgico, celebramos la Solemnidad de Cristo Rey. Y el Evangelio de hoy nos hace contemplar a Jesús mientras se presenta ante Pilatos como rey de un reino que no es de este mundo. (Jn 18,36).
Lógica mundana vs. lógica de Jesús.
Esto no significa que Cristo sea rey de otro mundo, sino que es rey de otro modo, pero es rey en este mundo. Se trata de una contraposición entre dos lógicas.
La lógica mundana se apoya en la ambición, en la competición, combate con las armas del miedo, del chantaje y de la manipulación de las conciencias.
La lógica del Evangelio, es decir, la lógica de Jesús, en cambio, se expresa en la humildad y en la gratuidad, se afirma silenciosa pero eficazmente con la fuerza de la verdad. Los reinos de este mundo a veces se sostienen con la prepotencia, rivalidad, opresión; el reino de Cristo es un reino de justicia, de amor y de paz.
Jesús se ha revelado rey, ¿cuándo? En el evento de la Cruz. Quien mira la Cruz de Cristo no puede no ver la sorprendente gratuidad del amor. Pero alguno de ustedes puede decir: "... Pero, ¡Padre, esto ha sido un fracaso!". Es justamente en el fracaso del pecado, el pecado es un fracaso, el fracaso de la ambición humana, ahí está el triunfo de la Cruz, está la gratuidad del amor.
Jesucristo, Rey revela la fuerza del amor.
En el fracaso de la Cruz se ve el amor, este amor que es gratuito, que nos da Jesús.
Hablar de potencia y de fuerza, para el cristiano, significa hacer referencia a la potencia de la Cruz y a la fuerza del amor de Jesús: un amor que permanece firme e íntegro, incluso ante el rechazo, y que se presenta como el cumplimiento de una vida donada en la total entrega de sí en favor de la humanidad.
En el Calvario, los presentes y los jefes se burlan de Jesús clavado en la cruz, y le lanzan el desafío: "¡Sálvate a ti mismo bajando de la cruz!" (Mc 15,30). Pero paradójicamente la verdad de Jesús es aquella que en forma de ironía le lanzan sus adversarios: "¡No puede salvarse a sí mismo!" (v. 31).
Si Jesús habría bajado de la cruz, habría cedido a las tentaciones del príncipe de este mundo; en cambio, Él no puede salvar a sí mismo justamente para poder salvar a los demás, porque ha dado su vida por nosotros, por cada uno de nosotros. Pero decir "Jesús ha dado su vida por el mundo" es verdad, pero es más bello decir: "¡Ha dado su vida por mí!".
Y hoy en la Plaza, cada uno de nosotros, diga en su corazón: "¡Ha dado su vida por mí!", para poder salvar a cada uno de nosotros de nuestros pecados.
El buen ladrón entendió que Jesucristo era Rey.
Y esto, ¿quién lo entendió? Lo entendió bien uno de los dos ladrones que son crucificados con Él, llamado el buen ladrón, que Le suplica: "Jesús, acuérdate de mí cuando entraras a tu reino". (Lc 23,42).
Pero este era un malhechor, era un corrupto y estaba ahí condenado a muerte por todas las brutalidades que había hecho en su vida. Pero ha visto en la actitud de Jesús, en la humildad de Jesús, el amor. Y esta es la fuerza del reino de Cristo, es el amor.
Por esto la majestad de Jesús no nos oprime, sino que nos libera de nuestras debilidades y miserias, animándonos a recorrer los caminos del bien, de la reconciliación y del perdón.
Miremos la Cruz de Jesús, miremos al "buen ladrón" y digamos todos juntos lo que ha dicho el buen ladrón: "Jesús, acuérdate de mí cuando estarás en tu reino".
Todos juntos digamos también: "Jesús, acuérdate de mí cuando estarás en tu reino".
Pedir a Jesús, cuando nosotros nos sentimos débiles, pecadores, derrotados, de mirarnos y decir: "Pero, Tú estás ahí. No te olvides de mí" Ante tantas laceraciones en el mundo y tantas heridas en la carne de los hombres, pidamos a la Virgen María sostenernos en nuestro compromiso de imitar a Jesús, nuestro rey, haciendo presente su reino con gestos de ternura, de comprensión y de misericordia.