Papa Francisco: Si quieres sentir al Dios de la alegría, acércate a Él, pues el cristiano es alegre y su alegría no es una cosa superficial
"El cristiano es una persona alegre, y su alegría no es cualquier cosa superficial y efímera, sino profundo y estable, porque es un don del Señor que llena la vida... Si quieres sentir al Dios de la alegría debes acercate a Él". Este fue parte del mensaje expresado por el Papa Francisco durante una de sus reflexiones dadas antes del rezo del Ángelus en la ciudad del Vaticano.
"¿Qué cosa debemos hacer?", esta una pregunta que se refiere a tres categorías de personas distintas: la gente, los publicanos y algunos soldados.
Cada uno de ellos interroga a Juan el Bautista sobre aquello que debe hacer para dejarse transformar el corazón por las palabras que él está predicando.
El Bautista, da tres respuestas que llevan a un sólo camino de conversión, basados en caminos de equidad, justicia y solidaridad
Tres preguntas, un camino.
En el Evangelio hay una pregunta repetida tres veces: «¿Qué debemos hacer?». Le preguntan a Juan Bautista tres categorías de personas: primero, la muchedumbre en general; segundo, los publicanos, es decir los cobradores de impuestos; y tercero, algunos soldados.
Cada uno de estos grupos pregunta al profeta qué debe hacer para realizar la conversión que él está predicando.
1. La respuesta de Juan a la pregunta de la muchedumbre es el compartir los bienes de primera necesidad: "El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga qué comer, haga otro tanto". ( v.11).
2. A los cobradores de impuestos dice no exigir nada más de la suma debida (cfr v.13), ¿qué quiere decir esto? No hacer sobornos, es claro Bautista.
3. Y el tercer grupo a los soldados les pide no extorsionar nada a ninguno sino contentarse de sus pagos (cfr v.14).
Estas son las tres respuestas para las tres preguntas. Tres respuestas para un idéntico camino de conversión, que se manifiesta en empeños concretos de justicia y de solidaridad. Es el camino que Jesús indica en toda su predicación: el camino del amor hecho por el prójimo.
Nadie está excluído de la conversión.
Y estas advertencias de Juan Bautista comprendemos cuáles eran las tendencias generales de quien en aquella época tenía el poder, bajo las formas diversas.
Las cosas no han cambiado tanto. No obstante, ninguna categoría de personas está excluida del recorrer el camino de la conversión para obtener la salvación, ni siquiera los publicanos considerados pecadores por definición. Ni siquiera ellos están excluidos de la salvación.
Dios no impide a ninguno la posibilidad de salvarse. Él está, se puede decir esta palabra, Dios está ansioso por usar la misericordia, usarla hacia todos en el tierno abrazo de reconciliación y de perdón.
Esta pregunta, "¿qué debemos hacer?", la sentimos también nuestra. La liturgia de hoy nos repite, con las palabras de Juan, que es necesario convertirse, es necesario cambiar dirección de marcha y emprender el camino de la justicia, de la solidaridad, de la sobriedad: son los valores imprescindibles de una existencia plenamente humana y auténticamente cristiana.
Acércate a Dios y siente la alegría.
¡Conviértanse! Es la síntesis del mensaje del Bautista. Y la liturgia de este tercer domingo de Adviento nos ayuda a redescubrir una dimensión particular de la conversión: la alegría.
Quien se convierte y se acerca al Señor siente la alegría. El profeta Sofonías nos dice hoy: "¡Alegráte, hija de Sion!", dirigido a Jerusalén (Sof 3,14); y el apóstol Pablo exhorta así a los cristianos de Filipo:
"Alégrense siempre en el Señor" (Filipenses 4,4).
Dios permanece cerca con su ternura.
Hoy se necesita valentía para hablar de alegría, ¡se necesita sobre todo fe! El mundo está sofocado por tantos problemas, el futuro agobiado por incógnitas y temores.
Y sin embargo, el cristiano es una persona alegre, y su alegría no es cualquier cosa superficial y efímera, sino profundo y estable, porque es un don del Señor que llena la vida.
Nuestra alegría deriva de la certeza que "el Señor está cerca" (Fil 4,5). Está cerca con su ternura, con su misericordia, con su perdón, con su amor.
Que la Virgen María nos ayude a reforzar nuestra fe, para que sepamos acoger al Dios de la alegría, que siempre quiere vivir en medio de sus hijos. Y que nuestra Madre nos enseñe a compartir las lágrimas con quien llora, para poder compartir también la sonrisa.