Papa Francisco: Los que viven con apego al poder, apego a las riquezas, creen que están en el paraíso. No tienen esperanzas
Papa Francisco indicó que "el apego al poder, el apego a las riquezas es el inicio de todo tipo de corrupción, por doquier: corrupción personal, corrupción en los negocios, también la pequeña corrupción comercial, la de aquellos que quitan 50 gramos al peso justo, corrupción política, corrupción en la educación". Esto fue parte del mensaje que ofreció el Papa Francisco durante su homilía de la Santa Misa celebrada en la Capilla de Santa Marta.
El Papa Francisco observó que hay un misterio en la posesión de las riquezas, porque las riquezas tienen la capacidad de seducir. A continuación las Palabras del Papa Francisco
La abundancia egoista genera corrupción
Es necesario hacer de modo que si se poseen riquezas éstas sirvan al bien común. Porque la abundancia que se vive de manera egoísta es triste, quita esperanza y genera todo tipo de corrupción, grande o pequeña.
El camello y el ojo de la aguja, es decir, cómo el entusiasmo por Cristo se transforma en pocos instantes en tristeza y cerrazón en sí mismo.
El joven rico que encuentra a Jesús, pide seguirlo y le asegura que quiere vivir desde siempre los mandamientos, pero después cambia totalmente su humor y actitud cuando el Maestro le dice que el último paso que debe cumplir, eso que le falta es vender sus bienes, darlos a los pobres y entonces seguirlo.
De golpe, la alegría y la esperanza desaparecen en aquel joven, porque él, no quiere renunciar a su riqueza.
El apego al poder y el apego a las riquezas trae desesperanzas
El apego a las riquezas es el inicio de todo tipo de corrupción, por doquier: corrupción personal, corrupción en los negocios, también la pequeña corrupción comercial, la de aquellos que quitan 50 gramos al peso justo, corrupción política, corrupción en la educación...
¿Por qué? Porque aquellos que viven con apegos al poder, a las propias riquezas, creen que están en el paraíso. Están cerrados, no tienen horizonte, no tienen esperanza. Y al final, deberán dejar todo.
Hay un misterio en la posesión de las riquezas. Porque las riquezas tienen la capacidad de seducir, de llevarnos a una seducción y de hacernos creer que estamos en un paraíso terrenal.
En cambio aquel paraíso terrenal es un lugar sin horizonte, semejante a aquel barrio que recuerdo haber visto en la década de los años setenta, en que vivía gente acomodada que había fortificado los límites para defenderse de los ladrones.
El apego al poder y a las riquezas trae esterilidad
Y vivir sin horizonte es una vida estéril, vivir sin esperanza, es una vita triste. El apego a las riquezas nos da tristeza y nos hace estériles. Digo apego, no digo "administrar bien las riquezas", porque las riquezas son para el bien común, para todos.
Y si el Señor a una persona se las da es para que las utilice para el bien de todos, no para sí mismo, no para que las encierre en su corazón, que después con esto se vuelve corrupto y triste.
Las riquezas que carecen de generosidad, nos hacen creer que somos poderosos, como Dios. Y al final nos quitan lo mejor, la esperanza. Pero Jesús en el Evangelio indica cuál es la justa modalidad para vivir una abundancia de bienes:
La primera Bienaventuranza: "Bienaventurados los pobres de espíritu", es decir, despojarse de este apego y hacer que las riquezas que el Señor le ha dado a él sean para el bien común.
La única manera. Abrir la mano, abrir el corazón, abrir el horizonte. Pero si tú tienes la mano cerrada, tienes el corazón cerrado como aquel hombre que hacía banquetes y se vestía lujosamente, no tienes horizontes, no ves a los demás que tienen necesidad y terminarás como aquel hombre: lejos de Dios.