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Categoría: Meditación

Los niños nos enseñan grandes cosas, el mismo Jesús nos dice que el que no sea como un niño no entrará en el Reino de los Cielos

La Fiesta de la celebración del día del niño, es una fiesta muy especial para celebrar la obra maravillosa de Dios, ya que en cada uno de ellos, vemos reflejada la confianza de Dios en el hombre. En cada uno, Él reafirma que aún confía en nosotros como custodios de su creación y de las almas.

Los niños nos enseñan grandes cosas, el mismo Jesús nos dice que el que no sea como un niño no entrará en el Reino de los Cielos (Mateo 18,3). Ellos son inocencia, pureza, fe, dulzura, alegría y confianza sin medida en sus padres. Todo esto son lecciones para nosotros. También son especialmente receptivos para escuchar y llevar la palabra de Dios a sus corazones. Justo en este día he recibido dos anécdotas maravillosas que quiero compartir con ustedes y donde vamos a identificar a que se refiere Jesús en "hacernos como niños":

Primera anécdota

Ana Camila tiene 6 años, este el día dell niño se despertó un poco preocupada por su estatura ya que se percibe más pequeña que otras niñas de su colegio y ha manifestado esta preocupación a sus padres. En familia acuden este domingo a misa y ella escucha en la proclamación del Evangelio este fragmento: “El Reino de los cielos es semejante a la semilla de mostaza que un hombre siembra en un huerto. Ciertamente es la más pequeña de todas las semillas, pero cuando crece, llega a ser más grande que las hortalizas y se convierte en un arbusto, de manera que los pájaros vienen y hacen su nido en las ramas.” (Mateo 13,31-32)

Ana Camila comprendió que hay cosas maravillosas que comienzan siendo muy pequeñas y terminan siendo muy grandes, frondosas y llenas de vida. En ese momento, ante esas sencillas palabras del Evangelio, en su corazón puro, ella se dejó iluminar por la palabra de Dios y sonrió complacida a sus padres.

Reflexión

Ana Camila tenía una preocupación genuina y tangible, pero escuchó la palabra de Dios y encontró respuesta en ella. Pasó de la preocupación a la alegría y esperanza, de saber que así como la semilla de mostaza, ella también crecería y daría muchos frutos. Se dejó iluminar por la Palabra de Dios y creyó en esa promesa, la aplicó a su propia vida

¿Cuántas veces, nosotros adultos, nos dejamos abrumar por las preocupaciones y no sabemos cómo llevar a nuestra propia vida la palabra de Dios y encontrar en ella motivos para sonreír y razones para nuestra esperanza? ¿Cuántas veces somos incapaces de creer en las promesas de Dios y pensamos que esas son cosas escritas en la Biblia que ya sucedieron y no aplican en nuestro tiempo?

Segunda anecdota

Antonio Andrés tiene 10 años y en el día del niño también asistió a misa en familia. En la homilía escuchó hablar al sacerdote de los frutos del Reino de Dios. En medio de la predicación el sacerdote pregunta a la feligresía “¿Cuáles son los frutos del Reino de Dios?” y mientras todos meditaban en silencio sobre lo que habían escuchado, Antonio piensa en su fruta favorita y se levanta espontáneamente, interrumpiendo el silencio general y responde en voz muy alta "Las mandarinas, las mandarinas". Toda la Iglesia retumba en risas ante la inocente y espontánea respuesta.

Reflexión

Antonio Andrés supo identificar que los frutos del Reino de Dios son buenos, dulces, frescos, agradables. Que deben ser los mejores y los más ricos, nuestros preferidos, y su fruta preferida es la Mandarina, por lo tanto no tuvo ninguna vergüenza de levantarse y expresar ante todos lo que la Palabra de Dios le inspiraba

Y nosotros ¿Cuántas veces perdemos la oportunidad de reconocer que todo lo dulce, agradable y bueno que hay en nuestra vida es un regalo de Dios, un fruto de su amor en nuestras vidas?

¿Cuántas veces los adultos sentimos pena de proclamar a viva voz lo que la Palabra de Dios nos inspira porque nos preocupamos por el "qué dirán" y así acallamos la voz del Espíritu Santo en nosotros?

Oración

Señor Jesús, gracias por colocar a los niños entre nosotros como maestros de amor y de fe, gracias Señor porque con tu palabra nos has iluminado y en los niños nos has dejado lámparas que orienten nuestra oscuridad. Gracias porque confías cada día en los hombres y permites que cada niño sea una semilla de amor y pureza en este mundo que tanto lo necesita. Gracias Señor por tu providencia infinita, porque a través de los niños nos muestras la receta perfecta para alcanzar tu Reino.

Que el Espíritu Santo nos guíe para hacernos siempre como niños, bendiciones

 

Andrea Pérez de Quero |: PildorasdeFe.net
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