Papa Francisco: Es una cosa fea ver a los ancianos descartados, eso es pecado mortal. El anciano somos nosotros, dentro de poco. Abandonarlos es un pecado
Papa Francisco: El abandono de los ancianos es un pecado mortal.
"¡Es feo ver a los ancianos descartados, es una cosa fea, es pecado! ¡No nos atrevemos a decirlo abiertamente, pero se hace!", fueron las palabras expresadas por el Papa Francisco en su catequesis de la audiencia general, celebrada el 4 de marzo 2015 en la Plaza de San Pedro, quien continuó haciendo sus reflexiones sobre la familia, y en esta oportunidad tocó el tema de los ancianos abandonados por la sociedad. A continuación las palabras del Santo Padre
"Hoy reflexionamos sobre la problemática condición actual de los ancianos y la próxima vez, es decir el próximo miércoles, más en positivo, sobre la vocación contenida en esta edad de la vida", dijo el Papa Francisco.
Los ancianos no son una enfermedad
Gracias a los progresos de la medicina, la vida se ha prolongado: ¡pero la sociedad no se ha prolongado a la vida! El número de los ancianos se ha multiplicado, pero nuestras sociedades no se han organizado suficientemente para hacerles lugar a ellos, con justo respeto y concreta consideración por su fragilidad y su dignidad.
Mientras somos jóvenes, tenemos la tendencia a ignorar la vejez, como si fuera una enfermedad, una enfermedad que hay que tener lejos; luego cuando nos volvemos ancianos, especialmente si somos pobres, estamos enfermos, estamos solos, experimentamos las lagunas de una sociedad programada sobre la eficacia, que en consecuencia, ignora a los ancianos. Y los ancianos son una riqueza, no se pueden ignorar.
El Papa emérito Benedicto XVI, visitando una casa para ancianos, usó palabras claras y proféticas, decía así:
"La calidad de una sociedad, quisiera decir de una civilización, se juzga también por cómo se trata a los ancianos y por el lugar que se les reserva en la vida en común". (12 de noviembre 2012)
Sociedades con el virus de la muerte.
Es verdad, la atención a los ancianos hace la diferencia de una civilización. ¿En una civilización hay atención al anciano? ¿Hay lugar para el anciano? Esta civilización seguirá adelante porque sabe respetar la sabiduría, la sabiduría de los ancianos.
Una civilización en donde no hay lugar para los ancianos, en la que son descartados porque crean problemas, es una sociedad que lleva consigo el virus de la muerte.
En occidente, los estudiosos presentan el siglo actual como el siglo del envejecimiento: los hijos disminuyen, los viejos aumentan. Este desequilibrio nos interpela, es más, es un gran desafío para la sociedad contemporánea. Sin embargo una cierta cultura del provecho insiste en hacer ver a los viejos como un peso, una lastre. No solo no producen sino que son una carga.
En fin, ¿cuál es el resultado de pensar así? Hay que descartarlos. ¡Es feo ver a los ancianos descartados, es una cosa fea, es pecado! No nos atrevemos a decirlo abiertamente, pero se hace. Hay algo vil en este acostumbrarse a la cultura del descarte. Pero nosotros estamos acostumbrados a descartar a la gente.
Queremos remover nuestro acrecentado miedo a la debilidad y a la vulnerabilidad; pero de este modo aumentamos en los ancianos la angustia de ser mal soportados y abandonados.
Papa Francisco: abandonar los ancianos es un pecado mortal
"Ya en mi ministerio en Buenos Aires", dijo el Papa, "toqué con la mano esta realidad con sus problemas. Los ancianos son abandonados, y no solo en la precariedad material. Son abandonados en la egoísta incapacidad de aceptar sus limitaciones que reflejan las nuestras, en los numerosos escollos que hoy deben superar para sobrevivir en una civilización que no los deja participar, opinar ni ser referentes según el modelo consumista de solo la juventud es aprovechable y puede gozar", indicó el Santo Padre.
"Esos ancianos que deberían ser, para la sociedad toda, la reserva sapiencial de nuestro pueblo. Los ancianos son la reserva sapiencial de nuestro pueblo. Con qué facilidad, cuando no hay amor, se adormece la conciencia!. Y esto sucede.
"Recuerdo cuando visitaba las casas de ancianos", indicó el Papa, "hablaba con cada uno de ellos y muchas veces escuché esto: "Ah, ¿cómo está usted? ¿Y sus hijos? - Bien, bien - ¿Cuántos tiene? - Muchos.- ¿Y vienen a visitarla? - Sí, sí, siempre. Vienen, vienen.- ¿Y cuándo fue la última vez que vinieron?"... Y así la anciana, recuerdo especialmente una que dijo: "Para Navidad". Y estábamos en agosto. Ocho meses sin ser visitada por sus hijos, ¡ocho meses abandonada! Esto se llama pecado mortal, ¿se entiende?", reflexionó el Papa Francisco al mismo tiempo que dejó esta pregunta para nosotros.
Cuento de reflexión sobre ancianos
El Papa Francisco dijo que "una vez, siendo niño, la abuela nos contó una historia de un abuelo anciano que cuando comía se ensuciaba porque no podía llevarse bien la cuchara a la boca, con la sopa. Y el hijo, es decir, el papá de la familia, tomó la decisión de pasarlo de la mesa común a una pequeña mesita de la cocina, donde no se veía, para que comiera solo".
"Pocos días después, llegó a casa y encontró a su hijo más pequeño que jugaba con la madera, el martillo y clavos, y hacía algo ahí. Entonces le pregunta: "Pero, ¿qué cosa haces?, "hago una mesa, papá", ¿una mesa para qué?, para cuando tú te vuelvas anciano, así puedes comer ahí". Los niños tienen más conciencia que nosotros", dijo el Papa Francisco.
"En la tradición de la Iglesia", acotó el Papa, "hay un bagaje de sabiduría que siempre ha sostenido una cultura de cercanía a los ancianos, una disposición al acompañamiento afectuoso y solidario en esta parte final de la vida. Tal tradición está arraigada en la Sagrada Escritura, como lo demuestran, por ejemplo, estas expresiones del libro del Eclesiástico: "No te apartes de la conversación de los ancianos, porque ellos mismos aprendieron de sus padres: de ellos aprenderás a ser inteligente y a dar una respuesta en el momento justo" (Eclesiástico 8,9).
El Papa Francisco afirmó que "la Iglesia no puede y no quiere adecuarse a una mentalidad de intolerancia, y menos aún de indiferencia y desprecio a los mayores. Debemos despertar el sentido colectivo de gratitud, de aprecio, de acogida, que haga sentir al anciano parte viva de su comunidad".
Los ancianos no son extraterrestres.
Sobre los ancianos, el Papa Francisco dijo que "ellos son hombres y mujeres, padres y madres que nos han precedido en nuestras mismas calles, en nuestra misma casa, en nuestra batalla cotidiana por una vida digna. Son hombres y mujeres de quienes hemos recibido mucho", indicó.
"El anciano no es un extraterrestre", expresó el Papa, "el anciano somos nosotros: dentro de poco, dentro de mucho, inevitablemente de todos modos, aunque no lo pensemos. Y si nosotros no aprendemos a tratar bien a los ancianos, así nos tratarán a nosotros", dijo.
"Frágiles, somos un poco todos los viejos. Algunos, sin embargo, son particularmente débiles, muchos están solos, y marcados por la enfermedad. Algunos dependen de cuidados indispensables y de la atención de los demás. ¿Haremos por ello un paso atrás? ¿Los abandonaremos a su destino?", dijo el Papa Francisco.
"Una sociedad sin proximidad, en donde la gratuidad y el afecto sin compensación - incluso entre extraños - van desapareciendo, es una sociedad perversa", indicó el Santo Padre.
Para concluir su reflexión, el Papa Francisco dijo que "la Iglesia, fiel a la Palabra de Dios, no puede tolerar estas degeneraciones. Una comunidad cristiana en la cual la proximidad y gratuidad dejaran de ser consideradas indispensables, perdería con ellas su alma. Donde no hay honor para los ancianos, no hay futuro para los jóvenes".