No puedo comulgar, es un precioso testimonio sobre la comunión a los divorciados y vueltos a casar, que te despejará algunas dudas y que te hará reflexionar
No puedo Comulgar, ¿querrás hacerlo tú por mí?.
No puedo comulgar, es la frase que algunos católicos expresan con sentir en su corazón, al no poder recibir las gracias a través del Sacramento de la comunión, debido a ciertos requisitos que el mismo Dios ha querido dejarnos para acercarnos a ÉL.
A través del Espíritu Santo en San Pablo, Dios ha querido mostrarnos una obra más de su misericordia: Cómo comulgar de la forma correcta: "Que cada uno se examine a sí mismo antes de comer este pan y beber esta copa; porque si come y bebe sin discernir el Cuerpo del Señor, come y bebe su propia condenación". (1 Corintios 11,29)
Y es que, cuando me atrevo a decir: "no puedo comulgar", es porque, o he discernido correctamente la ley del Señor y sé que mis pecados me lo impiden, o es porque creo que es una regla impuesta por la Iglesia.
¿Por qué no puedo comulgar?
La respuesta es simple: estoy inmerso en un pecado muy grave y aún no consigo la reconciliación del Señor o no soy católico.
La Iglesia siempre ha sido clara con respecto a la transustanciación: el pan y el vino se convierten literalmente en el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo. Puede que todavía tengan la apariencia y el sabor del pan y el vino, pero ha cambiado verdadera y sustancialmente. Cuando Nuestro Señor dice en la Última Cena "Este es mi cuerpo..." le tomamos esa palabra muy en serio, no hacemos caso de nuestra lógica, sino que CREEMOS en la Palabra que Jesús nos dijo.
Si alguno no cree que Cristo está realmente presente en la Eucaristía, o está en un estado de pecado grave, sería una falta de respeto recibir su cuerpo y su sangre. Las palabras "no puedo comulgar" vienen a ser una manera de respetar el Cuerpo y Sangre de Jesucristo
Comulgar cuando no se debe, es realmente peligroso.
Cuando digo: "no puedo comulgar", "no estoy en estado de gracia para recibir al Señor", en realidad me estoy haciendo un bien. Los católicos no podemos recibir la comunión indignamente. Las Escrituras advierten lo que sucede cuando la gente que no es digna de recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo trata de hacerlo.
Siguiendo con el versículo anterior, San Pablo, además de advertirnos de que debemos discernir, nos indica que, muchos males que sufrimos, es por no hacer esto correctamente.
"Porque cualquiera que come y bebe sin discernir el cuerpo del Señor, come y bebe para su propia. Por eso muchos de ustedes están débiles y enfermos, y algunos han muerto". (1 Corintios 11,29-30)
Por lo tanto, un no católico que recibe la comunión pone en peligro su propia salud espiritual (y potencialmente su salud física). Al igual que un católico que esté en un pecado grave y no haya buscado la reconciliación con Dios.
No puedo comulgar, es una confesión de respeto por Aquel a quien se le debe todo el honor y la gloria para siempre.
No puedo comulgar: testimonio.
En el blog: Franciscanos de María, se ha publicado un hermoso testimonio sobre el hecho de "no puedo comulgar" que puede servirte de ejemplo para quien discierno correctamente el Cuerpo del Señor. A continuación te presentamos este testimonio:
Ayer aconteció algo tan extraordinario que no cejo en dar gracias a Dios. Ayer domingo fui a misa con mi madre en Villafranca del Penedés. Poco podía sospechar que iba a recibir un regalo tan poco usual
Entramos en la iglesia justo cuando acababa de empezar la celebración, todos los bancos estaban ocupados salvo uno. Mis ojos se posaron inmediatamente en la única persona que, solitaria, disponía de un largo banco solo para él.
Allí fui con mi madre y me senté al lado de aquel hombre, aproximadamente a un metro y medio de distancia. El hedor de su cuerpo se podía percibir perfectamente, pues era, sin duda, un pobre mendigo.
Su cabeza se erguía sobre un cuerpo frágil como si de un muñeco de alambre se tratara y su cara tenía la carne tan reseca y pegada al hueso que cualquiera diría que observaba una calavera. Su brazo derecho, como muerto, reposaba en cabestrillo. Al poco, otras dos personas se sentaron a su derecha y así el banco quedó completo.
Detenidamente, observé cómo tenía un sobre cerrado donde había dispuesto su limosna para el cepillo y este hecho conmovió mi corazón. Supe que Dios le amaba; desde el primer momento lo supe, y, por tanto, yo también le amé.
Pero el Señor había de pedirme algo más. Al poco sentí cómo Jesús me hablaba y me pedía que cuando llegara el momento de la paz le diera un abrazo y dos besos de Su parte.
Cierta reticencia me invadía pues ¡era tan fuerte el hedor! Tan pronto accedí en mi corazón, dejé de olerlo.
En la consagración di gracias a Dios por dejarme estar al lado de ese hombre que tan cerca estaba de Cristo. Llegó el momento. Primero besé a mi madre y después giré mi cuerpo hacia él, que tendía hacia mí una mano flaca y enjuta. Me abalancé cuidadosamente hacia su cuerpo y dándole un abrazo le besé en las dos mejillas. Qué inmensa alegría sentí. Era como besar al mismo Cristo.
Entonces le dije que le besaba porque me lo había pedido el Señor. Mi sonrisa se mezcló con la suya y con una voz rota me dijo que ya lo sabía porque lo sentía en su corazón. Cómo explicar tanta felicidad.
Entonces me senté y seguí dando gracias a Dios. Hablaba con mi Padre Celestial mientras todos iban a comulgar, incluido él, que pasó delante de mí.
¡Cuánto me gustaría, Abba, que este hombre que está tan cerca de Jesús comulgase por mí! Y allí estaba, una vez más, mi Señor escuchando mi súplica. Inopinadamente, el hombre que ya estaba en la fila giró sobre sus pasos y volviendo hasta mí, me preguntó:
- ¿No vas a comulgar?.- Supe que era el mismo Señor el que me preguntaba y una inmensa luz iluminó mi alma.
- No puedo comulgar, ¿querrás hacerlo tú por mí?
- Por supuesto, comulgaré hoy y todos los días de mi vida por ti. ¿Cómo te llamas?
- Mercedes
- Siempre me acordaré, Mercedes.
Y allí estaba yo sola en el banco mientras todos comulgaban y, sin embargo, más llena de Dios que nunca. Al salir de misa allí estaba él de rodillas, mirada humillada, pidiendo en silencio. Me acerqué y le dije:
- Muchas gracias, ¿cómo te llamas?.
- Francisco, contestó.
Haciendo un esfuerzo se puso en pie para despedirme mientras me decía:
"Me has hecho muy feliz con tu abrazo y tu sonrisa, me has hecho muy feliz"...
Pero era yo la que le daba gracias por haber querido comulgar por mí en ese domingo.
Mi madre lo encontró dos veces más, le dijo que tenía una carta para mi y después dejó de verlo. Nunca recibí su carta. Estoy segura de que ha muerto, probablemente era un enfermo de sida por su aspecto, desdentado, cadavérico, su salud era muy precaria.
Desde aquel día, en la Consagración, siempre le tengo presente y le digo al Señor:
"Te entrego a Francisco, ábrele las puertas del cielo, ten en cuenta en tu juicio el precioso acto de Amor que hizo conmigo".
Porque pensé que era yo la que estaba allí para ayudarle y fue él quien me ayudó a mí a estar más cerca de Dios. Y así le llevo siempre en el corazón.
- Mercedes (Madrid)
A veces vale más un testimonio vivo de amor que miles de cartas escritas.
Oración para comulgar espiritualmente.
Jesús mío, creo que estás vivo y presente en el Santísimo Sacramento. Te amo por encima de todas las cosas, y te anhelo en mi alma. Ya que ahora, no puedo recibirte sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya hubieras venido, te abrazo y me uno enteramente a Ti; nunca permitas que me separe de Ti. Amén.
Guarda esta oración para esos casos en que tu conciencia te guíe al no poder comulgar sacramentalmente. Y desde ahora, cuando digas "no puedo comulgar", ten presente que estás teniendo el respeto adecuado por Aquel que te ha dado vida en abundancia.
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