Evangelio de hoy Domingo y Lecturas del día 24/03/24 Reflexión del Papa Francisco: Escucha el Audio Evangelio del Día explicado según San Marcos 14,1-15,47
Evangelio de Hoy Marcos 14,1-15,47 Pasión de nuestro Señor Jesucristo.
Santo Evangelio de hoy domingo y reflexión con las Lecturas de hoy 24 de marzo, 2024. Evangelio del día explicado según San Marcos 14,1-15,47. Palabra diaria de hoy: "Pasión de nuestro Señor Jesucristo. Ha llegado la hora. Miren que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores". (Celebración del Domingo de Ramos).
"Dios se humilla para caminar con su pueblo, para soportar su infidelidad". (Reflexión del Papa Francisco sobre el Evangelio de hoy)
Índice de lecturas.
Celebraciones del día:
Mensaje del Evangelio:
Pasión de nuestro Señor Jesucristo. Ha llegado la hora. Miren que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. (Cf. Evangelio según San Marcos 14,1-15,47)
Lecturas de hoy sábado.
Isaías 50,4-7: "No protegí mi rostro de pullas y escupitajos, sabiendo que no seré avergonzado". (Primer oráculo del Siervo del Señor)
El Señor DIOS me ha dado una lengua bien entrenada, para que sepa decir a los cansados una palabra que los despierte. Mañana tras mañana me abre el oído para que oiga, y no me he rebelado, no me he vuelto atrás. Entregué mi espalda a los que me golpeaban, mis mejillas a los que me arrancaban la barba; mi rostro no lo protegí de las bofetadas y los escupitajos. El Señor Dios es mi socorro; por eso no he caído en desgracia; he puesto mi rostro como el pedernal, sabiendo que no seré avergonzado. Palabra de Dios.
Salmo de hoy.
Salmo 22(21): "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?". (R)
Todos los que me ven se burlan de mí; se mofan con los labios entreabiertos, menean la cabeza: "Confió en el Señor; que lo libre, que lo rescate, si lo ama". /R.
En verdad, muchos perros me rodean, una jauría de malhechores se cierne sobre mí; han traspasado mis manos y mis pies; puedo contar todos mis huesos. /R.
Se reparten mis vestidos entre ellos, y para mi vestidura echan suertes. Pero tú, Señor, no te alejes de mí; oh, socorro mío, apresúrate a socorrerme. /R.
Proclamaré tu nombre a mis hermanos; en medio de la asamblea te alabaré: "Los que teméis al Señor, alabadle; todos los descendientes de Jacob, dadle gloria; reverenciadle, todos los descendientes de Israel". /R.
Segunda lectura.
Filipenses 2,6-11: "Cristo se humilló a sí mismo. Por eso Dios lo exaltó en gran manera".
Cristo Jesús, Él, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: "Jesucristo es el Señor". Palabra de Dios.
Evangelio de hoy.
Marcos 14,1-15,47: "La Pasión de Nuestro Señor Jesucristo".
Querían detener a Jesús a traición y darle muerte.
Faltaban dos días para la fiesta de Pascua y de los panes Ázimos. Los sumos sacerdotes y los escribas andaban buscando una manera de apresar a Jesús a traición y darle muerte, pero decían: "No durante las fiestas; porque el pueblo podría amotinarse".
Se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura.
Estando Jesús sentado a la mesa, en casa de Simón, el leproso, en Betania, llegó una mujer con un frasco de perfume muy caro, de nardo puro; quebró el frasco y derramó el perfume en la cabeza de Jesús. Algunos comentaban indignados: "¿A qué viene este derroche de perfume? Se podía haber vendido por más de trescientos denarios para dárselo a los pobres".
Y criticaban a la mujer, pero Jesús replicó: "Déjenla, ¿por qué la molestan? Lo que ha hecho conmigo está bien. Porque a los pobres los tienen siempre con ustedes y pueden socorrerlos cuando quieran; pero a mí no me tendrán siempre. Ella ha hecho lo que podía: se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura. Yo les aseguro que en cualquier parte del mundo donde se predique el Evangelio, se recordará también en su honor lo que ella ha hecho conmigo".
Le prometieron dinero a Judas Iscariote.
Judas Iscariote, uno de los Doce, se presentó a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. Al oírlo, se alegraron y le prometieron dinero, él andaba buscando una buena ocasión para entregarlo.
¿Dónde está la habitación donde voy a comer la Pascua con mis discípulos?
El primer día de la fiesta de los panes Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le preguntaron a Jesús sus discípulos: ¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?" Él les dijo a dos de ellos: "Vayan a la ciudad. Encontrarán a un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo y díganle al dueño de la casa en donde entre: "El Maestro manda preguntar: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?" Él les enseñará una sala en el segundo piso, arreglada con divanes. Prepárennos allí la cena". Los discípulos se fueron, llegaron a la ciudad, encontraron lo que Jesús les había dicho y prepararon la cena de Pascua.
Uno de ustedes me va a entregar.
Al atardecer llegó Jesús con los Doce. Estando a la mesa, cenando, les dijo: "Yo les aseguro que uno de ustedes, me va a entregar: uno que está comiendo conmigo, me va a entregar". Ellos, consternados, empezaron a preguntarle uno tras otro: "¿Soy yo?" El Respondió: "Uno de los Doce; alguien que moja su pan en el mismo plato que yo. El Hijo del hombre va a morir, como está escrito; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; ¡más le valdría no haber nacido!".
Esto es mi cuerpo. Esta es mi sangre.
Mientras cenaban, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen: esto es mi cuerpo".
Y tomando en sus manos una copa de vino, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron. Y les dijo: "Esta es mi sangre, sangre de la alianza, que se derrama por todos. Yo les aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el Reino de Dios".
Jesús anuncia la negación de Pedro.
Después de cantar el himno, salieron hacia el monte de los Olivos y Jesús les dijo: "Todos ustedes se van a escandalizar por mi causa, como está escrito: "Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas; pero cuando resucite, iré por delante de ustedes a Galilea". Pedro replicó: "Aunque todos se escandalicen, yo no". Jesús le contestó: "Te aseguro que tú hoy, esta misma noche, antes de que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres". Pero él insistía: "Aunque tenga que morir contigo, no te negaré". Y los demás decían lo mismo.
Jesús comienza a sentir terror y angustia.
Fueron luego a un huerto, llamado Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos: "Siéntense aquí mientras hago oración". Se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan; empezó a sentir terror y angustia, y les dijo: "Tengo el alma llena de una tristeza mortal: Quédense aquí, velando". Se adelantó un poco, se postró en tierra y pedía que, si era posible, se alejase de él aquella hora. Decía: "Padre, tú lo puedes todo; aparta de mí este cáliz. Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres".
Volvió donde estaban los discípulos, y al encontrarlos dormidos, dijo a Pedro: "Simón, ¿estás dormido?; ¿no has podido velar ni una hora? Velan y oren, para que no caigan en la tentación. El espíritu está pronto, pero la carne es débil."
De nuevo se retiró y se puso a orar repitiendo las mismas palabras. Volvió, y otra vez los encontró dormidos, porque tenían los ojos cargados de sueño; por eso no sabían qué contestarle. Él les dijo: "Ya pueden dormir y descansar. ¡Basta! Ha llegado la hora. Miren que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. "¡Levántense! ¡Vamos! Ya está cerca el traidor".
Deténganlo y llévenlo bien sujeto.
Todavía estaba hablando, cuando se presentó Judas, uno de los Doce, y con él, gente con espadas y palos, mandada por los sacerdotes, los escribas y los ancianos. El traidor les había dado una contraseña, diciéndoles: "Al que yo bese, ese es. Deténgalo y llévenlo bien sujeto". Llegó, se acercó y le dijo: "¡Maestro!" Y lo besó. Ellos le echaron mano y lo apresaron. Pero uno de los presentes, desvainó la espada y de un golpe le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús tomó la palabra y les dijo: "¿Salieron ustedes apresarme con espadas y palos, como si se tratara de un bandido? Todos los días he estado entre ustedes enseñando en el templo, y no me han apresado. Pero, así tenía que ser para que se cumplan las Escrituras."
Todos lo abandonaron y huyeron. Lo iba siguiendo un muchacho, envuelto nada más con una sábana, y lo detuvieron; pero él, soltó la sábana y se les escapó desnudo.
¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?
Condujeron a Jesús a casa del sumo sacerdote, y se reunieron los sumos sacerdotes y los ancianos y los escribas. Pedro lo fue siguiendo de lejos, hasta el interior del patio del sumo sacerdote; y se sentó con los criados, cerca de la lumbre, para calentarse.
Los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno buscaban una acusación contra Jesús, para condenarlo a muerte; y no la encontraban. Pues, aunque muchos presentaban falsas acusaciones contra él, los testimonios no concordaban. Hubo unos que se pusieron de pie y dijeron: "Nosotros lo hemos oído decir: Yo destruiré este templo, edificado por hombres, y en tres días, construiré otro, no edificado por hombres". Pero ni aun en esto concordaban los testimonios. Entonces el sumo sacerdote se puso de pie y le preguntó a Jesús: "¿No tienes nada que responder a todas esas acusaciones?" Pero él no le respondió nada. El sumo sacerdote le volvió a preguntar: "¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?". Jesús contestó: "Sí lo soy. Y un día verán cómo el Hijo del hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y como viene entre las nubes del cielo".
El sumo sacerdote se rasgó las vestiduras, exclamando: "¿Qué falta hacen ya más testigos? Ustedes mismos han oído la blasfemia. ¿Qué les parece?" Y todos lo declararon reo de muerte. Algunos se pusieron a escupirle y, tapándole la cara, lo abofeteaban y le decían: "Adivina quien fue". Y los criados también le daban bofetadas.
La negación de Pedro: No conozco a este hombre.
Mientras tanto, Pedro estaba abajo en el patio. Llegó una criada del sumo sacerdote y, al ver a Pedro calentándose, lo miró fijamente y le dijo: "También tú andabas con Jesús, el Nazareno." Él lo negó, diciendo: "Ni sé ni entiendo lo que quieres decir." Salió fuera hacia el zaguán, y un gallo cantó. La criada, al verlo, se puso de nuevo a decir a los presentes: "Este es uno de ellos." Pero él lo volvió a negar, al poco rato, también los presentes dijeron a Pedro: "Claro que eres uno de ellos, pues eres galileo." Pero él se puso a echar maldiciones y a jurar: "No conozco a ese hombre del que hablan." En seguida canto el gallo por segunda vez. Pedro se acordó entonces de las palabras que le había dicho Jesús: "Antes de que cante el gallo dos veces, me habrás negado tres", y rompió a llorar.
¿Quieren que suelte al rey de los judíos?
Luego que amaneció se reunieron los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y el Sanedrín en pleno, para deliberar. Ataron a Jesús, se lo llevaron y lo entregaron a Pilato. Este le pregunto: "¿Eres tú el rey de los judíos?" Él respondió: "Si lo soy". Los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilato le pregunto de nuevo: "¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan." Jesús ya no le contesto nada, de modo que Pilato estaba muy extrañado.
Durante la fiesta de Pascua, Pilato solía soltarse un preso que ellos pidieran. Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en un motín. Vino la gente subió y empezó a pedir el indulto de costumbre. Pilato les dijo: "¿Quieren que suelte al rey de los judíos?" Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes incitaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás. Pilato les volvió a preguntar: "¿Y qué voy a hacer con el que llaman rey de los judíos?" Ellos gritaron de nuevo: "¡Crucifícalo!" Pilato les dijo: "Pues, ¿qué mal ha hecho?" Ellos gritaron más fuerte: "¡Crucifícalo!" Pilato, queriendo dar gusto a la multitud, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.
Le pusieron una corona de espinas.
Los soldados lo llevaron al interior del palacio, al pretorio, y reunieron a todo el batallón. Lo vistieron con un manto de color púrpura, le pusieron una corona de espinas que habían trenzado, y comenzaron a burlarse de él, dirigiéndole este saludo: "¡Viva, rey de los judíos! Le golpearon la cabeza con una caña, le escupían y, doblando las rodillas, se postraban ante él. Terminada las burlas, le quitaron aquel manto de color púrpura, le pusieron su ropa y lo sacaron para crucificarlo.
Llevaron a Jesús al Gólgota.
Entonces forzaron a cargar la cruz a un individuo que pasaba por ahí de regreso del campo, Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, y llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de "la Calavera"). Le ofrecieron vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus ropas, echando suertes para ver lo que le tocaba a cada uno.
Fue contado entre los malhechores.
Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: "El rey de los judíos". Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Así se cumplió la Escritura que dice: fue contado entre los malhechores.
Ha salvado a otros, y a sí mismo no se puede salvar.
Los que pasaban por ahí lo injuriaban meneando la cabeza y gritándole: "¡Anda!, tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo y baja de la cruz." Los sumos sacerdotes se burlaban también de él, y le decían: "ha salvado a otros, pero a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos." También los que estaban crucificados con él lo insultaban.
Jesús expira dando un fuerte grito.
Al llegar el mediodía, toda aquella tierra se quedó en tinieblas hasta las tres de la tarde. Y, a las tres, Jesús gritó con voz potente: "Eloí, Eloí, lamá sabktaní." (Que significa: ¿"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?").
Algunos de los presentes, al oírlo, decían: "Miren, está llamando a Elías." Uno corrió a empapar una esponja en vinagre, la sujetó a un carrizo y se la acercó para que bebiera, diciendo: "Vamos a ver si viene Elías a bajarlo." Pero Jesús, dando un fuerte grito, expiró.
Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El oficial romano que estaba frente a Jesús, al ver cómo había expirado, dijo: "De veras este hombre era Hijo de Dios." Había también ahí unas mujeres que estaban mirando todo desde lejos; entre ellas, María Magdalena, María (la madre de Santiago el Menor y de José), y Salomé, que, cuando Jesús estaba en Galilea, lo seguían para atenderlo, y además de ellas, otras muchas que habían venido con él a Jerusalén.
Jesús en el sepulcro.
Al anochecer, como era el día de la preparación, víspera del domingo, vino José de Arimatea, miembro distinguido del sanedrín, que también esperaba el reino de Dios. Se presentó con valor ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato se extrañó de que ya hubiera muerto, y llamando al oficial, le preguntó si hacía mucho tiempo que había muerto. Informado por el oficial, concedió el cadáver a José. Este compró una sábana, bajó el cadáver, lo envolvió en la sábana, lo puso en un sepulcro excavado en una roca y tapó con una piedra la entrada del sepulcro. María Magdalena y María, la madre de José, se fijaron en dónde lo ponían. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión Papa Francisco.
Esta semana, Semana Santa, que nos conduce a la Pascua, tomaremos este camino de la propia humillación de Jesús. Solo así esta semana será "santa" también para nosotros. Sentiremos el desprecio de los dirigentes de su pueblo y sus intentos de ponerle la zancadilla. Asistiremos a la traición de Judas, uno de los Doce, que lo venderá por treinta monedas de plata. Veremos al Señor arrestado y llevado como un criminal; abandonado por sus discípulos, arrastrado ante el Sanedrín, condenado a muerte, golpeado e insultado. Oiremos a Pedro, la "roca" entre los discípulos, negarle tres veces. Oiremos los gritos de la multitud, azuzada por sus líderes, que exigen que se libere a Barrabás y se crucifique a Jesús. Veremos cómo se burlan de él los soldados, vestido de púrpura y coronado de espinas. Y luego, mientras camina penosamente bajo la cruz, oiremos las burlas del pueblo y de sus líderes, que se mofan de que sea Rey e Hijo de Dios.
Este es el camino de Dios, el camino de la humildad. Es el camino de Jesús; no hay otro. Y no puede haber humildad sin humillación... (Homilía del Papa Francisco sobre el Evangelio de hoy, 29 de marzo, 2015)
Evangelio del día (video).
Escuchemos la meditación en audio del Evangelio de hoy sábado, según San Marcos 14,1-15,47: "Pasión de nuestro Señor Jesucristo. Ha llegado la hora. Miren que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores", con el Padre John Montoya.
Pidamos ayuda al Espíritu Santo, para que nos ayude a meditar la reflexión de las lecturas de hoy sábado.
Intenciones del día.
En el Evangelio de hoy sábado, según San Marcos 14,1-15,47, leemos: "Ha llegado la hora. Miren que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores". La Palabra diaria nos llama a reflexionar sobre el sacrificio incomparable de Jesús por la humanidad. Nos invita a contemplar el profundo amor de Dios manifestado en la entrega de su Hijo como expiación por nuestros pecados.
- ¿Qué me dice este texto del Evangelio del día?
- ¿Cómo aplicaría a mi vida las lecturas de hoy?
Escribe en los comentarios tus peticiones de oración que el Evangelio de hoy sábado haya podido suscitar en ti, o todas aquellas cosas que llevas guardada dentro. Recuerda el mensaje del Evangelio de Marcos 14,1-15,47: "Pasión de nuestro Señor Jesucristo. Ha llegado la hora. Miren que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores". Estaremos orando por tus intenciones.
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