No hay jóvenes malos, hay jóvenes que no saben que pueden ser buenos y alguien tiene que decírselos, decía San Juan Bosco en su deseo de salvar la juventud
El deseo de San Juan Bosco por salvar a la juventud.
La vida de Don Bosco, como la de muchos santos, está cargada de varios elementos extraordinarios, pero más allá de las visiones, conversiones y obras inimaginables, que en algunos casos superan la razón humana, en San Juan Bosco vemos una riqueza añadida: su fe en el hombre. Don Bosco sentía una pasión inmensa por salvar a los jóvenes, sea cual sea la condición en la que se encontraban.
Muchos santos sobresalieron por su inmensa fe en Dios, el amor a la Iglesia y su obediencia, pero en Don Bosco se le suma, de forma única, su fe en cada ser humano, especialmente por la juventud. Él tenía puesta su esperanza en ellos, porque a fin de cuentas, los jóvenes son los que heredarán el mañana y en quienes la Iglesia tiene siempre puesta su mirada.
La vida cristiana está siempre llamada a la esperanza, aún en tiempos tan agudos como los que vivimos, donde la propuesta de poner la confianza en el hermano pareciera una utopía social. El mismo San Juan Bosco decía: "No hay jóvenes malos, hay jóvenes que no saben que pueden ser buenos y alguien tiene que decírselos".
La confianza se trabaja, se construye, se educa.
Don Bosco, el santo fundador de la comunidad salesiana, es un ejemplo para catequistas, grupos parroquiales, pastorales y comunidades religiosas, que nos invita a salir de nuestras comodidades y dejarlo todo por el Evangelio. Él no trabajó con niños bien educados ubicados en hogares estables; sino que salió al encuentro de los niños de la calle, jóvenes sumergidos en la delincuencia y los vicios, y en esto, Dios siempre lo acompañó.
Uno de los frutos de su misión fue tener, entre los suyos, a un niño que llegó a ser un gran Santo y modelo para la juventud: Santo Domingo Savio, quien nutrió su fe y su comunidad de una manera ejemplar. Domingo Savio escribiría en el día de su primera comunión: "prefiero morir antes que pecar"
Tanto repetiría este pequeño Santo esta frase que a tan solo tres semanas de cumplir sus 15 años el Señor lo llamó a su presencia, una inesperada muerte con sensación de amargura para San Juan Bosco, ya que Domingo era uno de sus preferidos.
La Eucaristía y la Virgen María: Fortaleza de Don Bosco
En la vida de San Juan Bosco (escrita en 19 volúmenes llamados Memorias Biográficas), se narran 159 sueños de este Santo, que fueron comprendidos más tarde por él mismo como revelaciones, debido a que, con el tiempo, algunos de ellos se cumplían. En una de sus visiones él narra:
"Vi que una gran barca (la Iglesia) navegaba en un mar tempestuoso piloteada por el Romano Pontífice, y a su alrededor muchísimas navecillas pequeñas (los cristianos). De pronto aparecieron un sinnúmero de naves enemigas armadas de cañones (el ateísmo, la corrupción, la incredulidad, el secularismo, etc., etc.) y empezó una tremenda batalla. A los cañones enemigos se unen las olas violentas y el viento tempestuoso. Las naves enemigas cercan y rodean completamente a la Nave Grande de la Iglesia y a todas las navecillas pequeñas de los cristianos. Y cuando ya el ataque es tan pavoroso que todo parece perdido, emergen desde el fondo del mar dos inmensas y poderosas columnas (o pilares). Sobre la primera columna está la Sagrada Eucaristía, y sobre la otra la imagen de la Virgen Santísima. La nave del Papa y las navecillas de los cristianos se acercan a los dos pilares y asegurándose de ellos ya no tienen peligro de hundirse. Luego, desde las dos columnas sale un viento fortísimo que aleja o hunde a las naves enemigas, y en cambio a las naves amigas les arregla todos sus daños.
Dios nos deja una gran enseñanza en este sueño de San Juan Bosco: La fuerza de la Eucaristía (Cristo mismo) y por la intercesión de María, se renueva día a día la promesa que nos hizo Jesús "ni las fuerzas del infierno prevalecerían sobre ella" (Mateo 16,18)
La misión y carisma de San Juan Bosco
El carisma de Don Bosco fue su gran amor a la juventud, nunca los juzgó, ni tampoco los dejó acomodados en el pecado, sino que los acompañó con caridad y disciplina porque él los amaba. Con su amistad fiel y verdadera, él buscó entregárselos a Jesús, de manera que fuese el mismo Jesús quien obrará en sus corazones y les abriera el camino a la conversión, a renunciar a aquello que los mantenía alejados de Dios.
La principal virtud de este Santo fue la obediencia, la sencillez de no querer brillar por encima de Cristo y su entrega generosa y desinteresada por la conversión de todos, en especial por los jóvenes, porque Don Bosco creía en ellos y ya conocía lo que años más tarde mencionaría otro gran Santo:
"Ahora más que nunca es urgente que los jóvenes sean los "centinelas de la mañana", los vigías que anuncian la luz del alba y la nueva primavera del Evangelio, de la que ya se ven los brotes. La humanidad tiene necesidad imperiosa del testimonio de jóvenes libres y valientes, que se atrevan a caminar contra corriente y a proclamar con fuerza y entusiasmo la propia fe en Dios, Señor y Salvador." (San Juan Pablo II, Jornada Mundial de la Juventud del 25 de julio 2002)
Al bicentenario de su nacimiento, el testimonio y el mensaje de fe de Don Bosco sigue vivo, vigente y necesario para toda la juventud. Salvar a los jóvenes de perderse en este mundo que promete "maravillas" que no son tales. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.
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