Ante la inminencia de la muerte, el hombre mira cara a cara su verdad y surgen arrepentimientos profundos, y sienten necesidad de confesar estas cosas antes de morir
21 cosas más comunes que las personas confiesan antes de morir.
¿Puede una persona confesar sus errores y arrepentirse en los últimos momentos de su vida, al enfrentar la muerte y conseguir así la misma salvación que alguien que haya sido un cristiano y practicado la fe durante muchos años? La respuesta es ¡SÍ!
Esa es una pregunta difícil, pero creo que es fascinante. Hablamos de confesarse y tener fe al borde del abismo, enfrentando la muerte, cuando la gente se lamenta en momentos de crisis y/o desesperados, posponen entregar sus vidas a Dios y confesar sus pecados en su lecho de muerte
Algunas personas dicen que no tiene sentido para alguien que haya sido un cristiano toda su vida estar en el mismo estado que alguien que hizo lo que le vino en gana, y no fue sino, hasta el último momento de su vida moribunda, que buscó arreglar sus cuentas con Dios... Pero recordemos que Dios tiene otra medida que no es la nuestra
Recordemos al Buen Ladrón (San Dimas), quien, estando en una cruz, se confesó pecador ante Jesús y enseguida fue llevado al Paraíso por Dios. También tenemos la parábola de los obreros de la última hora, en la que Dios, paga la misma cantidad al primero que fue a trabajar a su viña, así como al último, dándonos a todos una enseñanza final que "los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos"...
Tampoco estoy diciendo que aquellas personas que piensan desde ya dejar su "reconciliación con Dios" para última hora, tendrán su salvación asegurada, puesto que son muchos los que dicen que cuando sean ancianos dedicarán tiempo a Dios sin saber qué le deparará su destino y terminan yéndose de este mundo sin saldar cuentas... No desearía estar en esos zapatos.
21 cosas que las personas confiesan antes de morir.
Bien explicado esto, ahora nos centraremos en algunas de las cosas más comunes que las personas se confiesan antes de morir, traídas de la mano de Fray Nelson Medina, extraído de su blog
- Di mal ejemplo y lamentablemente hubo quien me imitara.
- El dolor frente al que fui indiferente.
- Las personas a las que lastimé o causé daño de cualquier forma.
- Las palabras necias, vulgares o groseras que salieron de mi boca.
- Las promesas que no cumplí.
- Las cosas que compré y que no necesitaba o que nunca utilicé.
- El tanto tiempo y mucho esfuerzo que mostré para conceder algún perdón.
- Los ratos en que he podido y debido orar más y sobre todo con más amor.
- No haber corregido a tiempo a los que tenía que haber educado mejor.
- Haber callado tantas palabras de reconocimiento, elogio o ánimo para quienes lo merecían y necesitaban.
- Haber huido tantas veces de la Cruz.
- La soledad de Cristo en el sagrario me duele.
- Haberme quejado mucho más de lo que he agradecido.
- Atribuirme los triunfos a mí y los fracasos a las circunstancias.
- Ser cómplice de chistes contra Dios, la fe o la Iglesia.
- ¡Tanto tiempo simplemente perdido; tiempo que ya no puedo recuperar!
- Haber perturbado la inocencia de alguien o bloqueado los sueños de algún otro.
- Aprovecharme de que alguien me quería para sacar algún provecho.
- Disfrutar la adulación aun sabiendo que es falsa.
- Personas a las que no visité porque me parecían poco interesantes, educadas o útiles.
- Me faltó amar; amar mucho más a Dios y muchísimo más a mi prójimo.
Debemos estar atentos a nuestra vida. Cómo la llevamos, qué hacemos, a quién consolamos o a quién herimos. Nuestras acciones siempre tendrán consecuencias, buenas o malas.
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