Un corazón que conoce de la humildad, sabe relacionarse con los demás y reconocer los errores propios sin andar viendo los ajenos. Ayuda sin esperar nada a cambio
Un Santo común y corriente. Ayudar sin esperar nada a cambio.
El mundo se conmueve con un anuncio publicitario. En el comercial se muestra a un hombre que ayuda día a día a los que lo rodean sin esperar nada a cambio, pero lo que recibe después no tiene precio que lo defina. Es el amor de Dios en la acción. Podemos apreciar, además, un inmenso y a la vez muy profundo amor en el servicio, para apreciar, después, el cumplimiento de una promesa inesperada.
Amor y servicio al prójimo desinteresado, como el que aquí puede observarse, es algo muy difícil de encontrar.
La humildad y el servicio.
Un corazón que conoce de la humildad, sabe relacionarse con los demás, sabe andar y sabe reconocer los errores propios sin andar viendo los ajenos. Se trata de servir con aprecio y de hacerlo con mucha alegría, sin quejas ni achaques, porque tenemos que tener en cuenta que, en el servicio, imitamos al Señor y amamos a nuestros hermanos, por ese camino encontraremos la santidad.
"La santidad no consiste en hacer cosas extraordinarias, sino en hacer las ordinarias con amor y con fe" (Papa Francisco, 5 diciembre, 2013)
La humildad es una de las gracias que nos permite convivir en armonía con todos, sin discriminación. ¿Qué nos enseña y nos exige Jesús?: la entrega y el amor, tanto a Dios como al prójimo.
(Bienaventurados los que dan sin recordar y los que reciben sin olvidar. Santa Teresa de Calcuta)
Los cristianos, debemos estar siempre alerta y vigilantes de nuestro corazón, a la menor sospecha de antipatía, rencor, rechazo y odio, debemos acudir al Médico de médicos, quien todo lo sana, para así poder poco a poco, desechar de nosotros esas malas inclinaciones.
Si amamos a nuestro prójimo, amamos a Dios, y si amamos a Dios, lo amamos también en el prójimo. Es lo que debemos aprender cada día. La humildad nos ayudará a crecer más en nuestra fe y en nuestro camino a la santidad, y sobre todo a buscar esa transformación del espíritu que tanto deseamos para bien, pues nadie es santo si nos se transforma por dentro, sino se configura con Cristo mismo.
Como decía Santa Teresa de Jesús: "Todo el cimiento de la oración va fundado en la humildad, y mientras más se abaja un alma y se empequeñece en la oración, más la ensalza Dios".
De este mismo modo, debemos vivir esa humildad con todos y cada uno de los seres con los que compartimos a diario, con los más próximos (el prójimo) sabiendo que en cada uno de ellos, también habita el Espíritu del Señor.
Que nuestra amada Madre, La Virgen María, quien se hizo la esclava del Señor, nos ayude a comprender que servir a los demás es una forma muy gratificante de encontrar la alegría y que es uno de los caminos más cortos para encontrar a Jesús. Que nos haga verdaderamente humildes y serviciales
"El que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud" (Marcos 10,43-45)