Empezar el día haciendo de Dios parte esencial de los primeros hábitos, es uno de los consejos para comenzar bien el día de la mejor manera
Todos queremos comenzar bien el día y de la mejor manera. Todos queremos formar buenos hábitos que nos conduzcan hacia un día lleno de éxito, felicidad y bendiciones diarias.
3 consejos para comenzar bien el día y de la mejor manera.
A continuación, vamos a darte 3 consejos para comenzarr bien el día, empezar de la manera correcta para hacer del día un GRAN DÍA.
1. Comenzar el día pensando en Dios.
En su espiritualidad cotidiana, San Francisco de Sales nos aconseja comenzar por el principio. Es decir, haciendo a Dios parte esencial de nuestros primeros pensamientos al comenzar el día para poder vivirlo de la mejor manera. Por lo tanto, San Francisco de Sales inicia su Dirección Espiritual con esta recomendación:
En primer lugar al despertar, hemos de dirigir nuestra mente completamente a Dios con algún pensamiento santo como el siguiente:
"El sueño es la imagen de la muerte y el despertar la de la resurrección".
La persona devota, primero que todo, piensa en Dios al comenzar el día. Pero no lo hace como la primera de las muchas tareas del día, sino que tiene en mente la gracia de Dios hace posible despertar a un nuevo día (¡con la ayuda de un despertador para que sea oportuna!).
Estar vivos es el regalo que nos trae cada mañana. Reconocer la fuente de este regalo dirigiéndole nuestro primer pensamiento es la respuesta apropiada para tan preciado regalo.
Este hábito puede requerir un poco de práctica, pero resultará beneficioso hacer de éste el primer pensamiento del día, en vez de las comunes reacciones de fastidio o renuencia al despertar
La experiencia ha demostrado que el estado de ánimo con el que despertamos tiende a darle color a todo nuestro día.
Esto fue lo que comprendió San Francisco de Sales, ya que al comenzar el día pensando en Dios, nos ayuda a mantenerlo en mente durante toda la jornada.
Cómo comenzar el día pensando en Dios.
San Francisco sugiere que tengamos en mente imágenes y pensamientos bíblicos.
Para él, un acto tan simple como el de levantarse de la cama, representa la profunda realidad de la resurrección y el don de la vida más allá de la muerte a la que estamos llamados en última instancia.
Entrar en el hábito de ver cada día como una mini resurrección nos permite cultivar una actitud totalmente cristiana hacia nuestra existencia terrena. Por lo tanto, sugiere que cuando nos despertemos:
- Podemos pensar en esa voz se escuchará en el último día: "Despiértate, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo te iluminará" (cf. Efesios. 5,14)
- O podemos decir con Job: "Yo sé que mi Redentor vive, y que en el último día resucitaré. Dios mío, haz que esto sea para la gloria eterna; esta esperanza descansa en mis entrañas". (cf. Job 19, 25-26)
La actitud cristiana con la que saludamos cada mañana se basa en nuestra fe en la redención y nuestra vocación a la vida eterna.
Para cultivar esta conciencia, podríamos recordar el libro de Job, un hombre sabio que anhela dar sentido a la existencia humana en medio del sufrimiento inocente que experimentó en su propia vida, y quien logró hacerlo gracias a la intervención divina.
Como Job, podemos reafirmar la fe en el Dios vivo y confiarnos al llamado y cuidado de la Divina Providencia. Para ello, comenzar bien el día representa un momento para llenarnos de fuerza y fe que influirá mucho en la forma en la que enfrentaremos todas aquellas tribulaciones que podremos encontrar durante la jornada
Pero la historia de Job es sólo uno de los muchos posibles ejemplos de los cuales podemos nutrirnos. San Francisco nos invita a meditar sobre diversos santos u otras personas devotas que el Espíritu Santo nos pueda sugerir.
Las frases bíblicas que él sugiere son palabras que vale la pena recordar, con práctica, cada mañana.
Pero nos pide que seamos dóciles al Espíritu Santo, y que si éste nos lleva a pensar o hablar de manera diferente sigamos sus inspiraciones.
Si hemos podido dirigir nuestra mente a Dios en el comienzo del día, hemos comenzado a vivir bien hoy. Pero hay algo más que nos sugiere para empezar el día.
2. Rezar el Ángelus en la mañana.
Esta es una oración muy hermosa para comenzar bien el día y de la mejor manera.
Después del Ángelus haremos el ejercicio matutino de adorar a nuestro Señor desde las profundidades de nuestro ser y darle gracias por todos sus beneficios.
En unión con la ofrenda de amor que el Salvador hizo de sí mismo al Padre Eterno en el árbol de la Cruz, le vamos a ofrecer nuestro corazón, sus afectos y resoluciones, y todo nuestro ser, y pediremos su ayuda y bendición.
También saludaremos a la Virgen y pediremos su bendición, así como la de nuestro ángel de la guarda y la de nuestros Santos patronos. Si lo deseamos, podemos decir el Padre Nuestro. Todo esto debemos hacerlo rápida y brevemente.
Puede parecer que es mucho que hacer para que sea rápido y breve, pero la verdad es que se puede hacer en el tiempo requerido para la ducha o para hacer el café de la mañana.
La brevedad que San Francisco aconseja aquí es, una vez más, una indicación de que decir múltiples oraciones no es nuestro principal énfasis. Más bien, recomienda estas oraciones como algo habitual, y por tanto, fácil de hacer. Uno de los grandes consejos para comenzar bien el día y de la mejor manera que puede darnos este gran santo.
Las oraciones que menciona, el Angelus, el Ave María y el Padre Nuestro, se refieren a las tradicionales con los que crecimos, que son fáciles de recordar y de decir.
Aunque en otro lugar de su dirección espiritual, San Francisco de Sales hace hincapié en la atención para que la oración sea efectiva, aquí el punto es simplemente orar para santificar estos primeros momentos del día por medio de pensamientos y palabras que son familiares para nosotros.
Estos son los elementos básicos del ejercicio de la mañana que en otras tradiciones espirituales toman una forma más larga y definitiva con una redacción fija.
En la espiritualidad salesiana, el punto más importante, como siempre, está en el cultivo de nuestro corazón y alma. Se hace énfasis aquí en estos afectos: adoración, agradecimiento, ofrecimiento, petición de ayuda y bendición.
Estos forman la postura del creyente humilde ante el Dios todopoderoso, el Dios que tiene poder sobre la vida y la muerte y que, por su Divina Providencia, ha querido que el día de hoy estemos vivos.
No es probable que tengamos pensamientos tan intensos y profundos en las primeras horas de la mañana, pero siguiendo las sugerencias del santo nos pondremos en sintonía con el regalo divino que nos invita a comenzar el día.
En el cultivo de estos afectos, se nos insta a recordar el ejemplo de María (la Virgen), los ángeles y los Santos (nuestros Santos Patronos), a los que podemos saludar o recurrir con un simple "Ruega por nosotros".
Una vez más, no parece mucho, pero esta simple letanía crea el recordatorio mental que no estamos solos en esta vida, que otros que han vivido bien nos han precedido, y esto nos ayudará durante el día.
Todo esto está destinado a convertir nuestra rutina de la mañana en algo sagrado. Las rutinas desempeñan un papel fundamental en la vida humana, ya que somos capaces de hacerlas sin pensar mucho, son actos confortables y reconfortantes.
Psicológicamente, aunque no conscientemente, representan una forma de ejercer un mínimo de control sobre el caos de nuestro entorno. Nuestros hábitos nos llevan a hacer la misma cosa una y otra vez cada mañana; si nos desviamos de nuestra rutina habitual, probablemente sentimos que algo no está bien.
Esto también sucede con la rutina de orar. Las palabras que usamos y las acciones que llevamos a cabo (por ejemplo, hacer la señal de la cruz al ver un crucifijo) constituyen rituales.
Cuando esa rutina o ritual se convierte en un hábito - como se pretende con el ejercicio que aquí se sugiere se crea una zona de confort que nos da calma antes de que iniciemos con los deberes del día. Por lo tanto, incluso el siguiente paso en la rutina de la mañana se puede hacer sagrado:
3. Vestirnos con el manto del amor de Dios.
A medida que nos vamos vistiendo, haremos la señal de la cruz y diremos:
"Mi Señor, cúbreme con tu manto de inocencia y de amor. Dios mío, no dejes que me presente ante Ti despojado de buenas obras".
Aquí el sentido práctico de la espiritualidad salesiana se hace evidente. ¡Todo el mundo se viste! Todo el mundo lo hace de forma automática, sin siquiera pensar mucho al respecto (excepto para decidir qué ponerse).
Y todo el mundo lo hace todos los días, incluso cuando la vestimenta es casual. ¿Por qué no, entonces, aprovechar la rutina diaria y convertirlo en una oración diaria?
Pero la aspiración sugerida aquí es tratar de vestirnos o cubrirnos con sensibilidad teológica. ¿Cuál es nuestra misión cristiana este día y todos los días? Vivir bien. Vivir en conformidad con la voluntad de Dios (inocencia).
Mostrarnos ante los demás con la vestimenta por la cual todo cristiano debe reconocerse, es decir, el amor (o caridad), sin el cual sería despojado de las buenas obras o acciones morales que distinguen los actos humanos de los de los animales.
Así, vestidos con la intención de vivir la fe que creemos, estamos listos para empezar el día de una manera llena de Gracia.
Ahora es el momento para comenzar bien el día y de la mejor manera, el momento de prepararse para lo que va a suceder en este día particular si seguimos estos 3 grandes consejos de San Francisco de Asís.