Este es un Acto de Reparación, desagravio y perdón al Sagrado Corazón de Jesús por las ofensas causadas contra el Sagrado Sacramento de la Eucaristía
Acto de reparación al Sagrado Corazón por ofensas a la Eucaristía.
Jesús, que es uno con el Padre, invita a sus discípulos a vivir en estrecha comunión con él, a modelar sus vidas en él y en su enseñanza. Él, a su vez, se revela como "manso y humilde de corazón" (Mateo 11, 29). Se puede decir que, en cierto sentido, la devoción al Sagrado Corazón de Jesús es una forma culta de la mirada profética y evangélica de todos los cristianos hacia el que fue traspasado (cf. Juan 19, 37; Zac 12, 10), la mirada de todos los cristianos hacia el costado de Cristo, traspasado por una lanza, y del que brotó sangre y agua (cf. Juan 19, 34), símbolos del "maravilloso sacramento de la Iglesia" (San Agustín).
El Evangelio de San Juan relata la presentación de las manos y el costado del Señor a los discípulos (cf. Juan 20, 20), y la invitación a Tomás a meterle la mano en el costado (cf. Juan 20, 27). Este acontecimiento también ha tenido una notable influencia en el origen y desarrollo de la devoción de la Iglesia al Sagrado Corazón (Extraído del Directorio de la Piedad Popular y la Liturgia)
El amor de Jesús por nosotros fue tan extremo que decidió voluntariamente morir en la cruz por nuestra salvación. El Sagrado Corazón de Jesús, traspasado por nuestros pecados y por nuestra salvación (cf. Jn. 19:34), "es considerado con razón el principal signo y símbolo de ese... amor con el que el divino Redentor ama continuamente al Padre eterno y a todos los seres humanos" (Haurietis Aquas) sin excepción" (Catecismo de la Iglesia Católica, 478).
En las revelaciones de Nuestro Señor a Santa Margarita María de Alacoque en el siglo XVII, Jesús dijo para ella y para toda la humanidad:
"He aquí este Corazón, que ha amado tanto a los hombres que no ha escatimado en nada, ni siquiera en agotarse y consumirse, para dar testimonio de su amor. A cambio, solo recibo de la mayor parte [de la humanidad] ingratitud, por su irreverencia y sacrilegio, y por la frialdad y el desprecio que me tienen en este Sacramento del Amor" [Santa Comunión]. Por eso te pido que el primer viernes después de la octava del Santísimo Sacramento, se dedique una fiesta especial para honrar a Mi Corazón, comulgando ese día y reparando la indignidad que ha recibido. Y prometo que mi corazón se dilatará para derramar abundantemente las influencias de mi amor sobre todos aquellos que le den este honor o que obtengan que mi corazón reciba este honor".
La reparación es parte de la maravillosa devoción al Sagrado Corazón. Cada vez que pecamos, ofendemos a nuestro amado Dios, quien nos ama más de lo que podemos imaginar. En su libro "Jesús de Nazaret", el Papa emérito Benedicto XVI escribió:
"Dios no puede simplemente ignorar la desobediencia del hombre y todo el mal de la historia; no puede tratarla como si fuera inconsecuente o sin sentido. Tal "misericordia" sería esa "gracia barata" a la que Bonhoeffer se opuso con razón frente al terrible mal que encontró en su tiempo".
Cristo pagó la deuda de los pecadores. El pecado continúa. Los creyentes pueden unirse a la reparación de Cristo y ofrecer nuestros sufrimientos y sacrificios para ayudar a reparar.
La devoción al Sagrado Corazón nos ayuda a entrar en el amor reparador de Cristo. Una forma de reparación es la oración. Esta hermosa oración de reparación fue escrita por el Papa Pío XI; está al final de su encíclica "Sobre la reparación al Sagrado Corazón" (Miserentissimus Redemptor), que fue emitida en 1928.
Acto de reparación al Sagrado Corazón de Jesús
Dulcísimo Jesús, cuya desbordante caridad para con los hombres es correspondida por tanto olvido, negligencia y desprecio, míranos postrados ante ti, deseosos de reparar con un acto especial de homenaje la cruel indiferencia y las heridas a las que tu amoroso corazón está sometido en todas partes.
¡Cuidado, por desgracia!, de que nosotros mismos hemos participado en tan grandes indignidades, que ahora deploramos desde el fondo de nuestros corazones, te pedimos humildemente perdón y declaramos nuestra disposición a expiar voluntariamente, no solo nuestras ofensas personales, sino también los pecados de aquellos que, desviándose del camino de la salvación, se niegan en su obstinada infidelidad a seguirte a Ti, su Pastor y Guía, o, renunciando a las promesas de su Bautismo, se han despojado del dulce yugo de Tu ley.
Estamos resueltos a expiar todos y cada uno de los deplorables ultrajes cometidos contra Ti; estamos decididos a enmendar las múltiples ofensas contra el pudor cristiano con vestimenta y comportamiento indecentes, por todas las sucias seducciones puestas para atrapar los pies de los inocentes, por las frecuentes violaciones de los domingos y días festivos, y por las espantosas blasfemias pronunciadas contra Ti y tus Santos.
También queremos reparar los insultos a los que Tu Vicario en la tierra y Tus sacerdotes son sometidos, por la profanación, por negligencia consciente o actos terribles de sacrilegio, del propio Sacramento de Tu amor divino, y finalmente por los crímenes públicos de las naciones que resisten los derechos y la autoridad docente de la Iglesia que Tú has fundado. Ojalá pudiéramos lavar tales abominaciones con nuestra sangre.
Ahora ofrecemos, en reparación de estas violaciones de tu honor divino, la satisfacción que una vez le diste a tu Padre Eterno en la cruz y que sigues renovando diariamente en nuestros altares; la ofrecemos en unión con los actos de expiación de tu Virgen Madre y de todos los santos y de los piadosos fieles de la tierra; y prometemos sinceramente recompensar, en la medida de lo posible y con la ayuda de tu gracia, toda negligencia de tu gran amor y los pecados que nosotros y otros hemos cometido en el pasado.
En adelante viviremos una vida de fe inquebrantable, de pureza de conducta, de perfecta observancia de los preceptos del Evangelio y especialmente de la caridad. Prometemos, en la medida de nuestras posibilidades, evitar que otros te ofendan y hacer que el mayor número posible de personas te sigan.
Oh amante Jesús, por la intercesión de la Santísima Virgen Madre, nuestro modelo en la reparación, dígnate recibir la ofrenda voluntaria que hacemos de este acto de expiación; y por el don supremo de la perseverancia mantennos fieles hasta la muerte en nuestro deber y en la lealtad que te debemos, para que todos podamos un día llegar a ese hogar feliz, donde con el Padre y el Espíritu Santo vives y reinas, por siempre y para siempre. Amén.
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