Leer en misa es un servicio en pro de la asamblea y debe ser ejercido con respeto. Los lectores de la Santa Misa deben seguir ciertas reglas
Leer en público representa un problema para muchos. A medida se convierte en un problema cuando, desde la infancia, no desarrollamos el hábito de la confianza en la lectura, pues, en muchos casos, una de las claves del éxito, en muchas de las áreas sociales, se encuentra en la ortografía y la escritura, pues implica manejar fluidéz y transmitir el mensaje contenido en lo que se va a leer. Los lectores de la Santa Misa deben transmitir el mensaje contenido en las Escrituras de modo que pueda ser, no solo escuchado por los fieles, sino que también sea bien recibido en cuánto a emociones se refiere.
Ser un lector rápido y eficiente en su manera de transmitir el mensaje, es muy importante para entregar el mensaje bíblico. Pero antes de entrar en una explicación de conocimiento teológico, vamos a epxlicar los problemas comunes básicos en la lectura a los que nos enfrentamos a diario.
Dificultades comunes en la lectura.
Problemas con la decodificación
A esto se le conoce también como "sondeo de palabras". La decodificación es cuando somos capaces de poner sonidos a las letras para sondear el lenguaje escrito. Es común que los lectores principiantes tengan dificultades cuando se encuentran con términos nuevos o desconocidos, pero normalmente la decodificación se hace más fácil con la instrucción de la fonética y la práctica repetida con la lectura en VOZ ALTA.
Mala comprensión.
Hay mucho que hacer en la lectura, desde el reconocimiento de letras y palabras hasta la comprensión del significado a nivel de frase, oración y párrafo. Cuando un lector se encuentra con un vocabulario que no conoce o no reconoce, es probable que se adelante. Cuantos más espacios en blanco (palabras que no comprende) haya en una línea de texto, más difícil será encontrarle sentido y más desafiante y frustrante será la tarea de lectura.
Velocidad.
A medida que las personas amplían su vocabulario, reconocen más palabras de vista y la lectura tiende a acelerarse y se puede perder un poco el mensaje que se quiere transmitir.
La lectura en la Santa Misa.
Conociendo lo anterior, vamos a darle sentido a lo que es la lectura de la Palabra de Dios durante la celebración de la Santa Misa.
El liturgista Enrico Finotti explica:
"La Palabra de Dios en la celebración litúrgica debe ser proclamada con sencillez y autenticidad. El lector, en resumen, debe ser él mismo y proclamar la Palabra sin artificios inútiles. De hecho, una regla importante para la dignidad misma de la liturgia es la de la verdad del signo, que afecta a todo: los ministros, los símbolos, los gestos, los ornamentos y el ambiente".
Dicho esto, prosigue Finotti, es también necesario solicitar la formación del lector, que se extiende a tres aspectos fundamentales.
1. Formación bíblico-litúrgica.
El lector debe tener al menos un conocimiento mínimo de la Sagrada Escritura: estructura, composición, número y nombre de los libros sagrados del Antiguo y Nuevo Testamento, sus principales géneros literarios (histórico, poético, profético, sapiencial, etc.). Quien sube al ambón debe saber lo que va a hacer y qué tipo de texto va a proclamar.
Además, debe tener una suficiente preparación litúrgica, distinguiendo los ritos y sus partes y sabiendo el significado del propio papel ministerial en el contexto de la liturgia de la palabra.
Al lector corresponde no sólo la proclamación de las lecturas bíblicas, sino también la de las intenciones de la oración universal y otras partes que le son señaladas en los diversos ritos litúrgicos.
2. Preparación técnica.
El lector debe saber cómo acceder y estar en el ambón, cómo usar el micrófono, cómo usar el leccionario, cómo pronunciar los diversos nombres y términos bíblicos, de qué modo proclamar los textos, evitando una lectura apagada o demasiado enfática.
Debe tener clara conciencia de que ejerce un ministerio público ante la asamblea litúrgica: su proclamación por tanto debe ser oída por todos.
El Verbum Domini con el que termina cada lectura no es una constatación (Esta es la Palabra de Dios), sino una aclamación llena de asombro, que debe suscitar la respuesta agradecida de toda la asamblea (Deo gratias).
3. Formación espiritual.
La Iglesia Católica no encarga a actores externos el anuncio de la Palabra de Dios, sino que confía este ministerio a sus fieles, en cuanto que todo servicio a la Iglesia debe proceder de la fe y alimentarla.
El lector, por tanto, debe procurar cuidar la vida interior de la Gracia y predisponerse con espíritu de oración y mirada de fe.
Esta dimensión edifica al pueblo cristiano, que ve en el lector un testigo de la Palabra que proclama. Esta, aunque es eficaz por sí misma, adquiere también, de la santidad de quien la transmite, un esplendor singular y un misterioso atractivo.
Del cuidado de la propia vida interior del lector, además que del buen sentido, dependen también la propiedad de sus gestos, de su mirada, del vestido y del peinado.
Es evidente que el ministerio del lector implica una vida pública conforme a los mandamientos de Dios y las leyes de la Iglesia.
Leer en misa es un honor, no un derecho.
Esta triple preparación, debería constituir una iniciación previa a la asunción de los lectores, pero después debería seguir siendo permanente, para que no se relajen las costumbres. Esto vale para los ministros de cualquier grado y orden.
Será finalmente muy útil para él mismo y para la comunidad que todo lector tenga el valor de verificar si siguen estando en él todas estas cualidades, y si disminuyeran, saber renunciar con honradez.
Realizar este ministerio es ciertamente un honor y la en Iglesia siempre se ha considerado así.
Sin embargo, no se puede acceder a él a toda cosa, ni debe ser considerado un derecho, sino un servicio en pro de la asamblea litúrgica, que no puede ser ejercido sin las debidas habilitaciones, por el honor de Dios, el respeto a Su pueblo y la eficacia misma de la liturgia. Es por ello que los lectores de la Santa Misa deben y debería seguir estas indicaciones por el bien de la comunidad.