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Categoría: Aprende sobre tu fe

Conoce los secretos para enamorarse de la Sagrada Comunión. Quien comulga tiene dentro de sí a Jesús, tanto como María lo tuvo en su vientre

Enamorarse de la Sagrada Comunión es sin duda uno de los más grandes amores que podrás tener durante toda tu vida. Es un amor que puede extenderse hasta en la vida eterna. Presentarte estos secretos para enamorarse de la Sagrada Comunión, es un acto de amor por el prójimo. Ojalá todos pudiesen enamorarse de la Comunión, el mundo sería distinto.

"Quien comulga tiene dentro de sí a Jesús, tanto como María lo tuvo durante los nueve meses del embarazo".

Enamorarse de Jesús en la comunión.

Cuando se trata de enamorarse de Jesús, debemos recordar que Dios nos ha elegido primero. Él nos amó primero. Amar a Jesús es entonces responder a ese llamado de amor. ¿Cómo podemos aceptar esta invitación de amor y enamorarse de Jesús en este mundo actual? Pues enamorarse de la Sagrada Comunión, porque allí está presente Jesús, prsencia viva y real.

Descubriendo que, tenemos una invitación etenra a descubrir el amor de Dios, comenzamos a entender cómo Dios nos ama a cada uno de nosotros, para alimentarnos de ese amor y poco a poco dejar fluir ese sentimiento sentimiento que poco a poco va ardiendo en el corazón y que hace enamorse de su presencia viva en la comunión.

15 secretos para enamorarte de la Sagrada Comunión.

¿Puede alguno de nosotros amar lo suficiente la Eucaristía? Podemos, por supuesto, amarla más y más y entenderla mejor. Y para acrecentar este amor podría recomendarte cientos de cosas, pero hay una que parece como un chasquido de dedos que enciende lachispa de ese amor: pasar un tiempo ante el Santísimo Sacramento en oración.

Para enamorarse de la Sagrada Comunión, invierta en pasar un tiempo regular en oración ante el Santísimo Sacramento de la Eucaristía expuesto en los altares de la Iglesia y pedir a Dios mismo la gracia de un mayor más grande hacia Él.

A Dios le encanta decir SÍ a ese tipo de oración. Creo que allí se podrá encontrar la forma de enamorarse de su presencia viva en la comunión.

Así de grande es el sacramento de la Eucaristía, que nos permite nutrirnos de Cristo y degustar el Cielo en la Tierra. Si nuestro cuerpo va a ser morada del mismo Jesús, ¿hay algo que podamos hacer para recibirlo mejor? A continuación, 15 secretos para enamorarse de la Sagrada Comunión aún más.

1. Cristo está en un trozo de pan.

¿No es locura pensar que en un trozo de pan está el mismo Cristo nuestro Dios?

Es cierto, es una locura pensarlo. Solo Dios pudo haber pensado y hecho algo tan grande. Pero desde el punto de vista del amor, es muy razonable.

Cuando una madre tiene a su bebe en brazos, llena de amor, lo abraza y, como le parece poco besarlo, le dice: "te comería". Es lo que Dios hace: hace posible que lo comamos. Y, para ello, eligió un alimento humilde, sencillo y al alcance de todos.

2. Presencia viva de Cristo.

¿De qué modo está presente Cristo en el pan y en el vino?

La Eucaristía esconde a Jesús. Todo Jesús está presente detrás de la apariencia de pan.

Quien comulga tiene dentro de sí a Jesús, tan real y físicamente como María lo tuvo durante los nueve meses del embarazo.

Obviamente, de un modo distinto: escondido tras las figuras del pan y el vino, pero está presente en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad en cada partícula de las sagradas especies.

3. Comer a Cristo.

¿Para qué comer la hostia consagrada en lugar de simplemente venerarla?

Porque Cristo se quedó precisamente para que lo comamos; si no, hubiera elegido otro modo de quedarse. Cuando Jesús instituye el Sacramento de la Eucaristía, dice "tomad y comed", no "tomad y venerad"… ¡Se quedó para alimentarnos! No solo para adorarle.

El sentido radical de la Eucaristía es comida. Lo comprobamos al repasar el capítulo 6 del Evangelio de Juan: comienza con la multiplicación de los panes (con las que se sacia el hambre material), pasa a hablar del mana (el pan del Cielo, con el que Dios alimentaba todos los días al pueblo en el desierto) y es en ese contexto en el que Jesús promete la Eucaristía (el pan de la vida eterna: su mismo ser).

4. ¿Qué nos aporta comulgar?

La comunión lo aporta todo. Diviniza nuestra vida. Nos aporta lo esencial, aquello que engrandece nuestra vida y la hace eterna: la vida de Cristo, la vida eterna, vivir en Dios.

Y para que nuestra unión a Cristo sea plena, se nos da como alimento. Para santificarnos, purificarnos, divinizarnos, fortalecernos, hacernos crecer, llenar nuestra vida de El mismo.

Lo más grande que podemos hacer en nuestra vida es alimentarnos con Cristo, hacernos uno solo con El.

5. Recibir la Comunión con frecuencia.

¿Qué efectos puede tener en nuestra vida comulgar con frecuencia?

Todos los beneficios que alimentarse produce en el cuerpo, los produce la Eucaristía a todos los niveles, en cuerpo y alma.

No es un alimento solamente espiritual: nos comemos su cuerpo y nos bebemos su sangre.

En nuestra existencia corpórea no basta con comer una vez, necesitamos alimentarnos con frecuencia y, gracias a la comida, tenemos energía.

El fin de la vida cristiana es cristificarnos, identificarnos con El. Y, para ello, necesitamos una fuerza divina que nos transforme: esa fuerza nos la brinda la Eucaristía.

6. No trivializar la comunión.

¿Al recibir la comunión con frecuencia, ¿no podríamos trivializar la grandeza del acto?

Hemos de estar atentos para que la facilidad con que se nos entrega no nos haga perder conciencia de la grandeza del don. Sería triste acostumbrarnos a comulgar y hacerlo como si no fuera algo especial.

La solución para desearlo más no es espaciar en el tiempo las comuniones, sino evitar el peligro de la rutina. Y el gran remedio para la rutina es la oración: cuando meditamos en la grandeza de la Eucaristía nos enamoramos del amor que Dios nos tiene.

El tesoro es tan grande, es Dios, que nunca acabaremos de abarcarlo.

7. Cuidado con falsos escrúpulos.

¿Debemos recibir la comunión aunque nos sintamos indignos de recibir a Cristo?

Hay personas que dejan de comulgar porque se sienten indignas. Pero, por más indignos que nos sintamos, conviene que comulguemos.

Si cumplimos con las dos condiciones básicas para recibir la comunión según lo que nos indica nuestra Iglesia: estar en gracia y guardar una hora de ayuno, entonces no evitemos comulgar.

8. ¿Por qué hay que guardar ayuno eucarístico?

Es una forma de garantizar la delicadeza con nuestro Dios. Si vamos a recibirlo, privarnos de alimentos y bebidas (menos de agua y de medicamentos, los cuales no rompen este ayuno) una hora antes de comulgar es una manera de prepararnos para algo tan grande.

sta condición no se les exige a las personas mayores ni a los enfermos.

9. ¿Qué quiere decir estar en gracia?

La gracia es una participación de la vida divina. Nos introduce en la vida de la Trinidad, ya que nos hace participar de la filiación del Hijo: hijos de Dios Padre, en el Hijo, por la acción del Espíritu Santo.

La gracia la recibimos en el Bautismo y la perdemos cuando cometemos un pecado mortal. Si la perdemos, la recuperamos en el Sacramento de la Reconciliación.

10. ¿Se puede comulgar en pecado mortal?

Nunca hagas esto. Se comete un sacrilegio, que es pecado grave por el mal uso de lo sagrado.

Dejar de comulgar no es pecado; hacerlo indignamente por estar en pecado grave, sí lo es.

Por esto, si uno duda si está en pecado mortal, siempre es mejor no comulgar; salvo en el caso de los escrupulosos, que son aquellos que creen estar en pecado mortal siempre, sin estarlo.

11. Es conveniente recibir la comunión.

¿No es obligatorio comulgar cada vez que asistimos a misa?

Durante la misa, solo es obligatoria la comunión del sacerdote. Los fieles no tienen esta obligación, pero es muy conveniente comulgar cuando participamos en esta gran celebración. Eso sí, si uno no está en gracia o no cumple con el tiempo de ayuno, no debe comulgar.

Los católicos que tienen uso de razón tienen la obligación de comulgar al menos una vez al año, en Pascua.

12. ¿De qué nos sirve ir a misa si no podemos comulgar?

La misa es el centro de nuestra vida. En ella nos unimos a la ofrenda de Cristo, al Padre, y así esta recibe un valor de eternidad. Esto no es por la comunión, sino por la participación en la misa.

Y, en muchísimos casos, la solución es sencilla: buscar un sacerdote para confesarse.

13. Seguridad para recibir la comunión.

Si no estamos seguros de sí podemos comulgar, ¿qué debemos hacer?

Si esa duda tiene fundamento ("dudo si un pecado que cometí es grave") hay que dejar de comulgar. Es mejor no comulgar que cometer un sacrilegio.

Si la duda no tiene fundamento ("dudo de que, a lo mejor, podría tener un pecado grave"), hay que despreciar la duda y comulgar.

14. Recuperar la gracia.

¿Se puede recuperar el estado de gracia antes de confesarse?

Si, haciendo un acto de perfecta contrición, con el propósito de confesar tan pronto como sea posible.

Sin embargo, para custodiar la Eucaristía y evitar sacrilegios, la Iglesia prescribe que quien tenga conciencia de haber cometido un pecado grave no comulgue sin haberse confesado antes.

15. ¿Comulgar sin confesarse?

¿Hay alguna excepción que permita a las personas comulgar sin confesarse? ¿Se puede?

Los preceptos de la Iglesia no obligan cuando existe una dificultad grave en su cumplimiento. Cuando una persona no puede confesarse y debe comulgar (algo muy poco frecuente), podría lícitamente comulgar haciendo antes un acto de contrición perfecto. Es el caso, por ejemplo, de un sacerdote que ha cometido un pecado grave y, no teniendo con quien confesarse, debe celebrar misa (ya que no puede celebrarla sin comulgar).

En el caso de los laicos no parece que esto se dé, salvo en casos muy pero muy extraordinarios. Así que un laico no debería ejecutar este tipo de práctica.

Si te ha gustad conocer estos 15 secretos para enamorarse de la Sagrada Comunión te invitamos a participar de los comentarios y así compartir experiencias sobre los casos de recibir la comunión.

Adaptación y contenido agregado: Andrea Pérez, PildorasdeFe.net | Con información de extraída de: Padre Eduardo Volpacchio, Blog Algunas Respestas

pildorasdefe andrea perez de quero firmaAndrea Pérez, Venezolana viviendo en Ecuador, hija de Dios, mujer de fe, madre y esposa. De profesión ingeniera, y de corazón misionera. Trabajando día a día en mi crecimiento espiritual y buscando la coherencia, tomando como guía la frase de San Pablo: Cambia tu manera de pensar y cambiará tu manera de vivir (Ro 12,2)

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