San Juan Pablo II sobre la Inmaculada Concepción de María: El misterio de gracia que envuelve a María Inmaculada tiene su origen en la Ternura de Dios
Lo que San Juan Pablo II dijo sobre la Inmaculada Concepción.
El Dogma de la Inmaculada Concepción significa que desde el primer momento de su existencia, el alma de María fue preservada de los efectos de la caída de Adán y Eva. Como resultado, ella estuvo completamente "llena de gracia" desde el principio. Este don especial le fue dado a María con base en los méritos de la vida, muerte y resurrección de Jesucristo.
"La Inmaculada es, por tanto, signo de esperanza segura y certeza de victoria. Es el eco del "sí", pronunciado en la eternidad. Es la "llena de gracia" que ilumina el camino de nuestras vidas. (...) En María Inmaculada, descubrimos la belleza de la pureza, la alegría de la entrega total a Dios y la victoria sobre el mal. Que su ejemplo nos inspire en nuestra propia búsqueda de santidad". (San Juan Pablo II)
Puesto que Dios existe más allá de todo tiempo, y todos los tiempos están presentes ante Él, Él puede aplicar las gracias de la obra redentora de Cristo a las personas que viven en cualquier momento de la historia humana (Cfr. 1 Corintios 10,4).
Fue sobre esta base que Dios, en su infinita bondad, derramó las gracias sobre los patriarcas y profetas, incluso antes de la venida de El Salvador. Del mismo modo, lo hizo también con María, pero únicamente en su caso, desde el primer momento de su existencia.
San Juan Pablo II y la Inmaculada Concepción de María.
San Juan Pablo II nos dejó una bonita enseñanza sobre María inmaculada que vale traer nuevamente al recuerdo. Estas fueron sus palabras con respecto a María en una reflexión que ofreció en el Ángelus, en la Solemnidad de la Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre de 1994:
La Iglesia contempla con gratitud y asombro las maravillas realizadas por el Señor en la Virgen María, la Mujer a la que el pueblo cristiano, es aclamada con las palabras de la antigua antífona: "Toda hermosa eres, María; no hay en Ti mancha del pecado original".
El misterio de gracia y de hermosura que envuelve a la Virgen Madre tiene su origen en la Ternura de Dios que, ya desde el primer instante de su existencia, la preservó del pecado original y de sus consecuencias, preparándola para convertirse en la digna Madre de su Hijo.
De ese modo, el Señor puso a María por encima de todas las demás criaturas, haciéndola llena de gracia, espejo admirable de su santidad.
La Inmaculada es el signo de la fidelidad de Dios, que no se rinde ante el pecado del hombre. Su plenitud de gracia nos recuerda también las inmensas posibilidades de bien, de belleza, de grandeza y de gozo que están al alcance del hombre cuando se deja guiar por la Voluntad de Dios, y rechaza el pecado.
A la luz de la Mujer que el Señor nos regala como Abogada de gracia y Modelo de santidad, aprendemos a huir siempre del pecado. Pidamos a la Virgen que nos conceda la alegría de vivir bajo su mirada materna con pureza y santidad de vida. Inmaculada Concepción de María, ruega por nosotros.