Este es el milagro en el que un joven, quien se había cortado el pie, San Antonio de Padua, actuó para volver a re-implantarle el pie en su pierna de forma asombrosa
San Antonio y el asombroso Milagro del Pie cortado.
Entre los muchos milagros que se cuentan sobre San Antonio de Padua, hay uno que llama particularmente la atención. Se trata de aquel milagro en la que un joven, quien se había cortado el pie, intervino San Antonio para volver a re-implantarle el pie en su pierna de una manera asombrosa.
El Milagro del Pie re-implantado por San Antonio de Padua
Un día, un joven oriundo de Padua, llamado Leonardo, acudió a San Antonio para confesarse.
Entre otros pecados, el joven le confesó a San Antonio, que en una ocasión, habiéndose dejado llevar por la ira, le habría dado una patada tan fuerte a su madre que esta había sufrido una fea caída.
Al escuchar aquella calamidad, San Antonio suspiró levemente y murmuró en voz baja: "El pie que golpea a su padre o a su madre merece ser cortado".
Por supuesto, Antonio no pretendía que sus palabras fueran escuchadas ni que se tomaran al pie de la letra.
El joven, sin comprender aún el verdadero significado de las palabras que acababa de oír de San Antonio, regresó a su casa, lleno de un gran remordimiento, cogió un hacha y se cortó el pie. La noticia de este trágico evento no tardó en llegar a oídos de San Antonio de Padua.
Luego de escuchar sobre este incidente, San Antonio buscó a los Padres del joven, quienes se encontraban angustiados y muy afligidos por el suceso, e hizo que le llevaran hasta su casa. Ya en la casa del joven, San Antonio se dirigió al dormitorio de este, quien estaba hundido en llantos y dolores. San Antonio de Padua, en silencio y con recogimiento, rezó en voz baja, miró el pie cortado que estaba a un lado de la cama, todo ensangrentado, lo tomó y lo acercó a la pierna del joven, hizo la señal de la cruz muy despacio sobre el corte, y de forma instantánea, y para sorpresa de los padres, el pie cortado se unió a la pierna del joven milagrosamente.
El joven se levantó de un gran salto, alabando al Señor y dando gracias a San Antonio, que le había curado la pierna de esta manera que era verdaderamente milagrosa.
Reflexión sobre este milagro.
(Por Fray Mario Conte, OFM)
Con este milagro, San Antonio de Padua nos invita a meditar sobre el Sacramento de la Penitencia.
Sospecho que la primera lección es realmente para el confesor, que debe tener bastante cuidado con lo que dice al penitente.
La Confesión, el Sacramento de la Reconciliación, es un verdadero lujo que solo poseemos los católicos. Es un encuentro fuerte con Cristo, que quiere perdonar nuestros pecados.
En los Evangelios aprendemos que, durante su ministerio terrenal, Jesús perdonaba los pecados, y lo hacía con su presencia personal, con su voz, con sus manos.
Naturalmente, nosotros no somos ángeles y, por tanto, no podemos encontrarnos cara a cara con Cristo y pedirle que nos perdone nuestros pecados; pero, podemos hacerlo físicamente en el confesionario a través de un sacerdote que actúe "in persona Christi", es decir, "en la persona de Cristo".
San Antonio de Padua fue un gran apóstol de la confesión. Tras sus sermones, cientos de personas querían confesarse y cambiar de vida, por lo que él solía pasar horas escuchándoles. San Antonio de Padua, ruega por nosotros.
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