Recibir la Sagrada Comunión no se puede comparar a cualquier otra realidad creada, porque la Eucaristía es Dios mismo que se dona en comunión para su pueblo
Recibir la Sagrada Comunión es lo mejor que puedes hacer en tu vida.
Recibir la comunión es, de todas las acciones, decisiones, ideas, proyectos, motivaciones de la vida humana, lo más grandioso de la vida. Recibir la Sagrada comunión es recibir a Jesús mismo, recibir a nuestro Señor y Dios en lo más profundo de tu alma, en el más importante de todos los sacramentos, esto no tiene comparación alguna con ninguna otra realidad de esta vida terrenal.
Recibir la comunión.
El Pan de la Vida, el Pan de los Ángeles, el Corpus Christi, alimento para la jornada, energía y fuerza en el camino a la santidad, nuestro Confort, Amigo, Guía, Luz, Apoyo y Fortaleza, nuestro maná espiritual y vida eterna.
Todos estos y muchos más son nombres, títulos y alabanzas pueden ser dichos de Jesús, quien está realmente presente en la Misa en la Sagrada Comunión. Podemos llamarlo el Sacramento de los Sacramentos. Nadie en la tierra puede jamás comparar el hecho de recibir la comunión a cualquier otra realidad creada.
Reflexionemos en esto: La creación entera, el Universo, desde las estrellas, planetas, los inmensos océanos, altas montañas y cielos estrellados, así como todos los peces en los mares y los animales que pueblan la tierra, no pueden igualarse todas juntas, a una sola Sagrada Comunión.
¿Por qué importante la Sagrada Comunión?
La razón es simple pero muy sublime: ¡La Sagrada Comunión es el mismo Dios! La Sagrada Comunión no es un símbolo vago o abstracto, como afirman las religiones no católicas.
La Santa Comunión es Dios mismo. Dios es el origen de todo lo que existe y el propósito de nuestra existencia. Él nos creó a todos nosotros por amor, para aprender a amarlo en esta vida y así, amarlo y poder estar con Él por toda la eternidad en el cielo.
Cuán humilde es Dios, que se convierte en uno de nosotros. Por el "Sí" de María, la segunda Persona de la Santísima Trinidad se hizo como nosotros; Él se hizo hombre. Él se hizo como nosotros en todo, menos en el pecado.
Más aún, Jesús, el Hijo de María, después de dejar la tierra en su cuerpo glorificado, quiso quedarse siempre con nosotros, incluso en el fin de los tiempos.
Las últimas palabras de Jesús en el Evangelio de Mateo fueron: "Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de los tiempos". (Mateo 28,20)
Si Jesús se fue al cielo, entonces ¿cómo puede estar con nosotros hasta el fin de los tiempos, hasta el fin del mundo? La respuesta es clara: en su Cuerpo místico, que es la Iglesia que Él estableció como el sacramento primordial de la salvación.
De todos los Sacramentos, el más grande es la Santísima Eucaristía.
Debido a que la Santísima Eucaristía es realmente Dios; es realmente Jesucristo el Pan de la vida. La Sagrada Eucaristía es sustancialmente el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo. Incluso la más pequeña Hostia Consagrada, incluso la mitad de una Hostia, incluso la más pequeña partícula de una Hostia Consagrada, es Jesús, el Señor, Rey y Dios del Universo.
En conclusión, debemos estar desbordantes de alegría y gratitud por el regalo más sublime, nuestro Señor Jesucristo en la Santa Eucaristía.
Recibir la comunión dignamente.
No hay una acción más grande que podamos hacer en nuestra vida terrena, que recibir la comunión dignamente. La promesa que Jesús nos hace al recibirlo frecuente y dignamente debe llenarnos de alegría y esperanza. Jesús nos consuela con estas palabras: "Yo soy el pan de la vida... El que come mi cuerpo y bebe mi sangre tendrá vida eterna y yo lo resucitaré el último día". (Discurso del Pan de la Vida, Juan 6,22-71) El cielo es nuestro, si aquí en la tierra recibimos a Jesús con fe y amor.
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