Ponerse de rodillas en la Consagración Eucarística es expresar con el cuerpo toda la adoración, respeto y reverencia por la grandeza de Dios en la Eucaristía
¿Por qué Ponerse de Rodillas durante la Consagración Eucarística?.
Para comprender el por qué debemos de ponernos de rodillas durante la Consagración Eucarística, hay que entender que la plenitud de la revelación que se nos ha dado a través de Jesucristo, es progresiva. Todas las normas que vemos en la Santa Misa de hoy, son inspiradas por el Espíritu Santo que guía a la Iglesia a través de los tiempos.
Arrodillarse en la Consagración Eucarística.
Desde los primeros días de la Iglesia hasta el siglo XIII, los cristianos estaban de pie durante la oración eucarística. En esa época, arrodillarse sustituyó a estar de pie debido al debate sobre la Presencia Real de Jesús en el pan Eucarístico. Se creía que arrodillarse era más apropiado como forma de adoración en reconocimiento de la presencia divina de Cristo. Inspirada por el Espíritu Santo para arrodillarse durante la oración eucarística, la Iglesia Católica adoptó esta postura en reverencia a la presencia de Cristo.
Así, si el Espíritu Santo guió progresivamente a los fieles de la Iglesia a arrodillarse durante la oración eucarística, haciéndoles creer que esta era la manera adecuada de adoración y culto, entonces ¿no debería continuarse con ello?
Mirémoslo desde otro punto de vista. Si alguien comparece ante un Tribunal de Justicia, es apropiado inclinar la cabeza ante el juez que preside. El mismo respeto se muestra hacia los jefes de Estado y el Papa. Ahora bien, si debemos mostrar respeto hacia los jueces y los jefes de Estado inclinando la cabeza, ¿no deberíamos mostrar mayor respeto hacia Cristo, que es Dios y nuestro creador?
Desde que se han aplicado gradualmente los cambios, muchos católicos no solo no se arrodillan, sino que ya no inclinan la cabeza durante la Consagración. De este modo, están mostrando más respeto hacia un juez o a los jefes de Estado, que hacia Dios.
Desde el portal de Aleteia, un profesor de Liturgia, Robetto Gulino, expresa también su preocupación sobre este tema.
Esencia de la Iglesia.
Por desgracia no es solo una impresión de nuestro amigo lector: a menudo se asiste, durante las liturgias eucarísticas, a una variedad de comportamientos que indican la poca conciencia de lo que hacemos más que la celebración de una acción sacramental comunitaria.
Hay quien durante el canto se calla (aunque conozca el texto y la melodía), quien prefiere recitar el Gloria, el Credo o el Padrenuestro susurrando, "Para rezar mejor, interiormente...", eso dicen, o quien decide personalmente qué postura seguir y cuál evitar: "Sabe, padre, yo después de la comunión ya no me levanto hasta que salgo de la Iglesia, me quedo sentada, creo que es mejor estar en intimidad con Jesús..."
Haciendo así, sin embargo, olvidamos, o muchas veces ni sabemos, que la naturaleza profunda y más íntima de la liturgia es precisamente ser oración de la Iglesia, es decir, del cuerpo místico de Cristo, que en el Espíritu Santo está siempre vuelto al Padre.
Esta esencia eclesial de la liturgia nos pide que participemos en la celebración con una atención comunitaria, rezando juntos con las mismas palabras y con los mismos gestos, insertándonos completamente en la oración de toda la comunidad que, con un solo corazón y una sola alma, celebra a su Señor. Por eso, en una celebración litúrgica como la Misa, o en las demás acciones sacramentales, bautismo, confirmación, matrimonio, exequias...
"La actitud común del cuerpo, que deben observar todos los participantes, es signo de la unidad de los miembros de la comunidad cristiana reunidos para la sagrada liturgia: manifiesta de hecho y favorece la intención y los sentimientos del alma de quienes participan" (Ordenamiento General del Misal Romano, n° 42).
Es necesario por tanto rezar juntos y realizar comunitariamente los mismos gestos como signo de comunión y para vivir la dimensión eclesial de la oración litúrgica (diversa de la oración personal).
Lo dicho hasta ahora vale también, y sobre todo, para la postura de rodillas: la Iglesia nos pide, a través de las indicaciones contenidas en el OGMR n° 43, arrodillarnos en el momento de la consagración. Estamos en el corazón de la plegaria eucarística: el pan y el vino se convierten, a través de la invocación del Espíritu Santo y las palabras de la institución, en el Cuerpo y la Sangre del Señor Jesús.
En este momento también nuestro cuerpo es invitado a expresar en la oración toda la adoración, el respeto y la reverencia por la grandeza del amor de Dios que se renueva en el don total de Cristo en la cruz y en su hacerse alimento por nosotros en su Cuerpo y su Sangre. Y frente a tanta grandeza, de rodillas, queremos expresar también nuestra pequeñez, nuestra humildad, nuestra necesidad de acoger Su Don para nuestra salvación.
Claramente no siempre es posible que todos se pongan de rodillas: baste pensar en motivos ligados a la edad, a problemas de salud o a circunstancias ligadas al lugar de la celebración, demasiado pequeño o demasiado lleno de gente. (El autor tampoco entra a valorar aquí casos en los que se han concedido excepciones singulares, como el Camino Neocatecumenal u otros, n.d.e)
En este caso, se dice siempre en el OGMR en el n° 43, quienes no pueden arrodillarse: "Hagan una profunda inclinación mientras el sacerdote hace la genuflexión después de la consagración"
Es importante comprender bien que los gestos y las actitudes de nuestro cuerpo en la plegaria litúrgica: "... Deben tender a hacer que toda la celebración resplandezca por su decoro y noble sencillez, que se capte el verdadero y pleno significado de sus diversas partes y se favorezca la participación de todos" (OGMR n° 42).
"... Estarán de rodillas, a no ser por causa de salud, por la estrechez del lugar, por el gran número de asistentes o que otras causas razonables lo impidan, durante la consagración. Pero los que no se arrodillen para la consagración, que hagan inclinación profunda mientras el sacerdote hace la genuflexión después de la consagración". (OGMR n° 43c).
Por tanto, como siempre en el ámbito litúrgico, más que una observancia ciega y absoluta de las normas, se debe intentar comprender, y sobre todo vivir, el sentido de estas indicaciones para celebrar una liturgia auténtica y real, capaz de implicar el corazón de las personas que la celebran.
Por poner un pequeño ejemplo concreto: si me encontrase en una Capilla de hospital, quizás pequeña y con muchos ancianos o enfermos, ¿qué sentido tendría que yo, fiel observante de las normas, me arrodillara yo solo durante la consagración, y encima pensando que soy el único que lo hace bien? ¿No sería un contrasentido con la naturaleza de toda la celebración eucarística que es, precisamente, oración comunitaria de toda la Iglesia, y sobre todo de la reunida allí, en ese momento?
Seguramente, en esa situación, la manera mejor de expresar nuestra oración como comunidad cristiana, y por tanto del único cuerpo místico de Cristo, sería el de permanecer todos en pie, o todos sentados, si estuvieran en silla de ruedas. Y si estas cosas nos las decimos, o recordamos, un poco todos, empezando por los sacerdotes, pero también todos los que han tenido el valor de leer hasta aquí, con esa caridad fraterna que debería distinguir la naturaleza de los cristianos, nadie debería nunca sentirse ofendido, sino más bien ayudado a vivir mejor el aspecto comunitario de la liturgia.
Toda rodilla se doble ante el Nombre de Jesús.
La Santa Biblia nos enseña que "ante el nombre de Jesús debe doblarse toda rodilla, en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra". (Cfr. Salmo 95:6; Isaías 45,23; Romanos 14,11; Filipenses 2,10)
Es importante notar aquí quiénes se arrodillarán. Son todos, en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra. En otras palabras, los ángeles del cielo, todos los seres humanos nacidos en la tierra y los ángeles caídos. Al nombre de Jesús, toda rodilla debe doblarse.
Ahora bien, si toda rodilla debe doblarse al mencionar el nombre de Jesús, ¿no deberían doblarse en el momento de la llegada física de Jesús en el Sacramento de la Sagrada Eucaristía? Si todas las cabezas se inclinan cuando el juez o el jefe de Estado entran en la sala, ¿no debería mostrarse mayor respeto arrodillándose cuando El Señor Jesús se hace físicamente presente en la Iglesia durante la Consagración? ¿Mostramos más respeto por los jueces y jefes de Estado que por el propio Cristo? ¿Escuchamos la guía del Espíritu Santo que enseñó progresivamente a la Iglesia y que habló en nuestros corazones cada vez que asistimos a la celebración de la Santa Misa? Ponerse de rodillas durante la Consagración Eucarística, más que una obligación debe ser la más profunda expresión de amor y respeto por nuestro Señor que nos dio la vida en abundancia.