No hay justificación para el pesimismo. Los fracasos en la vida pueden ser beneficiosos si aprendemos de él y se aprender a superar
3 pasos para superar el fracaso y el pesimismo.
Recientemente, por algunos días pasé por unos malos días, preocupado por algunas cosas que estaban sucediendo en mi vida y en el mundo. Aunque desearía poder decir superé esta racha de desánimo con compostura y altas dosis de esperanza, paciencia y fortaleza, para ser honesto, fue lo opuesto, lo manejé pobremente.
En las profundidades de la frustración, envié algunos correos describiendo mis lamentos. Me quejé con mi esposa y compañeros de trabajo. Sentí pena por mí mismo, meditando sobre lo mal que estaban las cosas. Fui un llorón de primera clase.
3 pasos para superar el fracaso y el pesimismo.
Habiendo dicho esto, creo firmemente que un fracaso puede ser beneficioso si aprendemos de él. En retrospectiva, aquí hay tres cosas que debí haber hecho en lugar de sentir pena por mí mismo, y que, en términos generales, uno debería poner en práctica si se siente desanimado.
1. La oración.
La oración es el respiro de la vida espiritual. Si no estamos orando, nos estamos sofocando espiritualmente poco a poco. Por supuesto, cuando enfrentamos dificultades o desánimos, a menudo la última cosa que queremos hacer es orar. ¿Y qué? Llénate de coraje y supera tus sentimientos de desagrado por la oración, y simplemente ¡hazlo!
En lugar de quejarte con tu familia y amigos, vuelca tu corazón a Dios. Te aseguro que puedes manejarlo. Él es un Padre amoroso, y desea ayudarte en tu aflicción. Haz una hora santa ante el Santísimo Sacramento, permítele a Jesús que te sane y te fortalezca. Lee los Salmos sobre lamentaciones, como los Salmos 12, 44, 60 o 72 (éstos números corresponden a la nueva numeración).
Ora junto con el rosario. Nuestra Señora es llamada Estrella del Mar, Consuelo de los Afligidos, Refugio de los Pecadores, Esperanza Nuestra. Ella te consolará mejor de lo que cualquier madre lo haría y te enviará las gracias que necesitas para perseverar.
2. Medita en la Pasión del Señor.
Puede que parezca paradójico, pero la cosa más saludable que puedes hacer cuando de sientas desanimado es meditar en la pasión y muerte de Jesús. San Juan de la Cruz dijo:
"Cuando cualquier cosa desagradable te suceda, recuerda a Cristo Crucificado y guarda silencio".
Muy sencillo, mira fijamente un crucifijo y piensa en el amor de Jesús.
En el crucifijo, se nos recuerda que "Dios amó tanto al mundo, que entregó a su propio Hijo". Se nos recuerda que Jesús sufrió todo lo que nosotros jamás sufriremos o podríamos sufrir, pero infinitamente y más intensamente. Él sufrió la amargura emocional de la traición y el abandono de sus amigos más cercanos, la agonía física de la tortura brutal, la pena de ver a su queridísima madre sufriendo con Él. Y sufrió esas cosas por amor a ti, por tu redención y el precio fue Su Preciosísima Sangre. "Por sus heridas somos sanados".
A medida de que la realidad de la pasión cala en las profundidades de nuestras almas, seremos llamados a ver nuestros problemas en su perspectiva propia y luego a unificarlos a los sufrimientos de Jesús.
3. Da gracias siempre.
El mejor antídoto para el pesimismo es la alabanza. La verdad es que nos sentimos abrumados con tantos buenos regalos de parte de Dios, nos estamos ahogando en un mar de beneficios que apenas reconocemos. Realmente sólo apreciamos las cosas hasta que ya no las tenemos; agradecemos por tener dos piernas hasta que nos hemos quebrado una.
Si sientes que todo está mal en tu vida, haz un inventario de las muchas cosas que están bien. Nombra al menos cinco cosas por las cuales estás agradecido. Si lo haces, te darás cuenta rápidamente de que podrías no detenerte nombrando bendiciones ya que simplemente son demasiadas. Las buenas cosas en la vida son sutiles, más sigilosas que las malas cosas, pero superan en número a las últimas infinitamente.
Vence el pesimismo y el fracaso
Verdaderamente no hay justificación para el pesimismo en la vida Cristiana. Tal a como San Pedro creyó que se hundía entre las olas en su barcaza, las cosas tienen una manera de abrumarnos a veces, pero tenemos una esperanza segura y certera, un Salvador misericordioso, e innumerables bendiciones por las cuales estar agradecidos. En lugar de quejarnos, deberíamos decir como el salmista: "¿Qué tienes alma mía, qué te abate, por qué gimes en mí? Confía en Dios, que aún le cantaré a mi Dios salvador." (Salmo 43,5)