La idolatría no es igual a la veneración de las imágenes, es mucho más que eso. Los cristianos católicos no adoramos imágenes, veneramos y esto es Bíblico
¿La Veneración de Imágenes en la Iglesia Católica es una idolatría?.
Los católicos no adoramos imágenes, creemos en la Veneración de imágenes que es algo completamente distinta. El capítulo 20 del libro del Éxodo nos muestra la proclamación del Decálogo, la Alianza entre Dios y su pueblo. En ella encontramos un mandamiento al cual le dan mucha importancia nuestros hermanos no católicos (los que solemos llamar protestantes o hermanos separados).
Ellos, al hacer la enumeración de los mandamientos, distribuyen el texto de modo distinto a nosotros, para ellos hay un mandamiento específico que es el que empieza con estas palabras: "No te fabricarás ídolos, ni imagen alguna de lo que hay arriba, en el cielo, o abajo, en la tierra, o en el agua, y debajo de la tierra",
Normalmente, en discusión sobre este tema, nos califican a los católicos de ser idólatras, tomando como base que allí dice que no nos hagamos imágenes para el culto y que cuando nosotros hacemos imágenes somos desobedientes a Dios y, por tanto, no somos el pueblo escogido por Él.
Quisiera que ellos tuvieran razón, quisiera que el problema de la idolatría fuera tan simple como evitar el yeso, el plástico, la madera o el mármol. Si el problema de las imágenes fuese una cosa tan sencilla, ¡qué fácil sería la religión! Pero el tema es mucho más complejo y lo es en dos sentidos:
1. Dios ordenó hacer imágenes
Fue el mismo Dios de los Cielos que ordenó esto, luego mandó que se hicieran unas cuantas imágenes.
Al mismo Moisés le dijo en el libro de los Números que hiciera una serpiente de bronce. También le da instrucciones precisas para construir imágenes de querubines (seres celestiales) para colocarlos en el arca de la alianza.
Quien ordenó esto fue el mismo Dios que inicialmente había dicho: "No te fabriques ídolos ni imagen alguna", entonces ¿es esto una aparente contradicción?
2. El problema con las imágenes
El verdadero problema de las imágenes no es el yeso, ni la madera, ni el mármol, ni la piedra.
El problema real es que nosotros nos quedemos solo en la imagen, lo cual no se resuelve suprimiendo los objetos, esto no suprime el problema que tiene el corazón humano de quedarse con ídolos.
Este tema es de la idolatría, es mucho más amplio, más profundo, más complejo, porque vivimos teniendo ídolos. De modo que un no católico que tal vez reniega de todo tipo de imágenes, no por eso queda libre de todo tipo de ídolos. La idolatría no es equivalente a construir imágenes.
¿Cómo debemos entender esto?
Debemos entenderlo como una primera elaboración pedagógica que quiere conducir al pueblo a la conciencia de que Dios siempre es más.
A través de la legislación, Dios quiere conducir de la mano al pueblo para que aprenda lo que significa vivir en la verdad y en alianza con Dios.
Cumpliendo el Mandamiento de las imágenes.
¿Cómo tenemos que cumplir el mandamiento de las imágenes? Teniendo conciencia plena de que Dios es más que todo aquello que ahora podemos contemplar, poseer, conocer y dominar. Dios es más que todo esto.
Al contemplar nuestras instituciones, construcciones académicas, preferencias litúrgicas, estilos de evangelización, títulos adquiridos, seguridades temporales, personajes admirados... es decir, ante cualquier realidad creada, debemos repetirnos una y otra vez: Dios es más... Dios es el totalmente otro... Dios es el que está siempre más allá... Dios es el completamente trascendente.
Ese es el sentido profundo de este mandamiento, comprender y enraizarnos en esa absoluta trascendencia de Dios por sobre todo lo que hoy vemos y conocemos, es la manera de preservar nuestra fe en que solo Dios es Dios.
Ese es el verdadero sentido de esta formulación, y ahí nos damos cuenta de que eso es más intenso y más complejo que solo evitar yesos, maderas o plásticos.
Es más intenso porque es un ejercicio continuo donde tengo que preguntarme una y otra vez si la idea que tengo de Jesús es el verdadero Jesús, o una imagen falsa que me estoy haciendo a mi medida para satisfacer y justificar mi forma de vivir.
Es por ello que tengo que volver continuamente a la Palabra para que cuestione, agriete, derribe la imagen que tengo y me enseñe al verdadero Cristo, que es siempre más. Porque Jesús, "Dios con nosotros", supera todo lo que pueda pensar:
- Si quiero quedarme con un Jesús, filósofo o pensador, voy a los Evangelios y encuentro una serie de textos y digo, no, me quedé corto, Cristo es más.
- Tengo la idea que Cristo es un revolucionario social, si lo es en un sentido, pero voy a la Biblia, a los Evangelios y digo, no, Jesús es más que eso.
- Miro a Jesús, aquel que tiene poder para curar las enfermedades, veo en Él, al gran taumaturgo, el gran obrador de milagros, pero voy ahí y digo: no, espérate, es que en la Pasión no hizo ningún milagro. Jesús es, también, más que eso.
Este mandamiento nos pone en un itinerario sin fin, nos pone en una purificación continua, porque lo que entiendo de servir a Cristo, y de quién es Cristo, y cómo quiere Dios que viva, continuamente lo tengo que estar revisando y permitir que Dios derribe mis esquemas, tengo que redescubrir a Jesucristo.
¿Quién es Cristo?
Tal vez tú creas que no tienes falsas imágenes de Cristo, también los discípulos creían que ya lo conocían, pero ante cada experiencia tenían que volver a replantearse lo que hasta ahora pensaban tener claro: creen que ya lo conocen, pero de repente este hombre se levanta todavía adormilado en medio de la tormenta y le manda al viento y al mar embravecido que se aquieten, así mueve las bases de los discípulos y de nuevo ellos se preguntan: "¿y este quién es?"
Luego llega la transfiguración y de nuevo la cuestión: "¿y este quién es?" Para que posteriormente, en el momento doloroso de la cruz, se resquebrajen todas las seguridades y vuelva a surgir: "¿y este quién es?".
Jesús es el que siempre está por descubrir, por conocer, y lo más hermoso de nuestra vida cristiana y especialmente de nuestra vida religiosa es eso, Jesús, ¿Quién es Jesús?, es el que está siempre por conocer.
San Ignacio de Antioquia, obispo y mártir del circo Romano en el año 107, cuando iba camino al martirio, decía: "ahora empiezo a ser hombre, empiezo a ser discípulo", en ese momento antes de entregar su vida por Cristo, aún sentía que estaba empezando.
Dichoso el sacerdote, el religioso, la religiosa, dichoso todo cristiano que después de 20, 30 o 50 años, un día se queda mirando con admiración, con cierta perplejidad el Evangelio y dice: "Estoy empezando a conocer a mi Señor, estoy empezando a conocer a mi Maestro".
Dichoso aquel que no se hace imágenes de Cristo creyendo que ya lo conoce a perfección, sino que entiende que Cristo es más, que es aquel de quien siempre se puede aprender, al cual nunca poseo totalmente, aquel que siempre es nuevo, siempre es actual, siempre resplandece.
Ese es el sentido místico profundo y bello de eso que parece tan elemental, "no te harás imágenes, no te postres delante de ídolos". Cristo siempre es más y tengo que conocerlo una y otra vez. Cada cosa de mi vida me lleva a descubrirlo de otro modo, como cada cosa de mi vida me lleva a conocerme un poco más.
A veces en nuestra vida suceden pecados escandalosos y vergonzosos que hacen que uno diga ¿cómo fui capaz de hacer eso?.
Ya aprendiste otra cosa de ti, aprendiste que era posible que pasara, pero al mismo tiempo mi pecado sirve de ocasión para que redescubra el perdón y el poder transformante de Dios, percibiendo de un modo nuevo quién es Dios. Cada pecado perdonado, cada alabanza bien hecha, cada acción de gracias de corazón, me lleva a descubrir quién es Dios. Ser creyente es estar descubriendo una y otra vez quién es Aquel que ha transformado mi vida.