El demonio usa unas estrategias para alejarte de la oración y puede atacar a cualquier hora y lugar para hacerte caer
El demonio no descansa, el siempre usa estrategias para alejarte de la oración proque sabe que a través de ella te vuelves más poderoso contra sus tentaciones y ataques diarios.
Hay personas que no se toman su día libre, sus vacaciones, tal vez una siesta y una pausa para tomar un café con un sentimiento de alivio. Esas personas están siempre buscando una oportunidad para atacar, derribar, esclavizar o conquistar. ¿Quiénes son estas personas? Por si no lo adivinaron: ¡son los demonios!
San Pedro compara al demonio con el rugir de un león que busca la oportunidad para devorar a su presa, es decir, ¡para devorarnos a nosotros!
El demonio puede atacar a cualquier hora y en cualquier lugar. Es astuto, muy inteligente y despiadado. Sin embargo, hay un área en específico en la que él es más propenso a atacarnos: ¡nuestra vida de oración!
San Ignacio nos recuerda que el demonio ataca cuando nos encontramos en un estado de desolación. Con eso nos referimos a la falta de fe, esperanza y caridad, a un sentimiento de tristeza y desánimo que lleva a la depresión, tibieza y al letargo.
Nuestra visión sobrenatural se nubla y oscurece. Es como si se estuviese en una nube negra o dentro de un túnel oscuro que parece no tener salida. Éste es el estado de las almas al que apunta el demonio y les lanza sus dardos mortales.
Estrategias del demonio para alejarte de la oración
¿De qué maneras puede el demonio (Santo Tomás), el león rugiente (San Pedro), el perro atado furioso (San Agustín), el enemigo mortal de nuestra salvación (San Ignacio), el mentiroso y asesino del comienzo (Jesús en Jn 8), el demonio, atacarnos? ¿Cuáles son sus estrategias para alejarte de oración? ¡Veamos!
1. Procrastinación.
El demonio es muy astuto y te puede tentar de la siguiente manera:
"No hay apuro; pospón tu oración para mañana. Dios entiende; Él conoce tus pensamientos y sentimientos. Dios no tiene prisa, tampoco tú la deberías tener".
No dejes pasar esos pensamientos a tu corazón, contraataca inmeditamente con el rezo de un Avemaría.
2. Hacer menos oración.
Bueno, si el demonio no puede vencerte haciendo que pospongas tu oración para mañana, entonces hará que ores menos. En lugar de asistir a una Hora Santa, haz una visita de 30 minutos; deja de asistir a Misa diario.
Sólo es necesario que asistas los Domingos. ¿El Rosario? En lugar de rezar todo el rosario, el demonio hará que solamente reces una o dos décadas.
3. Distracciones en tu oración.
Otra táctica del demonio es hacer que pierdas la concentración.
En lugar de enfocarte en Dios, terminas enfocándote en algún asunto irrelevante como qué cocinar luego, quién está jugando tal o cual deporte, qué planes hay para el fin de semana.
4. Pierde el tiempo.
El demonio no da tregua en sus ataques a la persona que se ha comprometido a una vida seria de oración.
Como nos recuerda la Palabra de Dios:
"Si decides seguir al Señor, prepárate para la batalla".
El demonio te puede tentar de la siguiente manera: Estás malgastando tu tiempo al orar. Mejor has lo imposible para ayudar a tu vecino. ¿Recuerdas a Jesús con Marta y María?
El demonio promueve el activismo al punto de convencernos de que nuestro trabajo es mucho más importante que nuestra vida de oración y conversación con el Señor.
Recuerda que Jesús vino en defensa de María cuando estaba sentada a sus pies y le escuchaba atentamente ¡éste es un verdadero modelo de contemplación!
5. Aún eres la misma persona
Estás orando más que antes, pero en realidad no eres mejor que antes y muchas personas te han dicho esto.
Por lo tanto, mejor abandona tu vida de oración y vuelve a la vida normal, cómoda y fácil que la mayoría de tus amigos y socios llevan.
6. Sentimientos
El demonio puede tentarte de esta manera. Puede engañarte haciéndote creer que tus oraciones no van a ningún lugar por la sencilla razón de que no experimentas emociones ni sentimientos fuertes cuando oras.
Antes experimentaste esos sentimientos y emociones en ese primer retiro carismático, pero las emociones cesaron y la oración es más tranquila y pacífica.
Cualquier buen director espiritual o texto sobre la teología de la oración indicará que la ésta no depende siempre de emociones sino de la confianza en Dios.
7. Dios no responde a mi oración.
Puede suceder que hayas orado durante mucho tiempo por una intención en específico, quizás hayas ofrecido novenas y Misas, pero esa intención no ha sido respondida.
El demonio puede convencerte de no orar, o de que la oración es un ejercicio inútil, una pérdida de tiempo.
Para algunos, el demonio describe a Dios como una especie de Santa Claus en el cielo o como un genio listo para salir de la lámpara si la frotamos lo suficientemente fuerte. Si no me contesta, Dios no existe.
8. Desastres y ausencia de Dios.
Tal vez algunos desastres se han presentado en tu vida: pérdidas económicas, desafíos financieros, o incluso la muerte de un ser querido. ¿Cómo puede un Dios tan bueno permitir que esto suceda?
Un buen Dios no permitiría esto, si en realidad Él es bueno. Nuestra salvación puede ser el libro de Job:
"Desnudo salí del seno de mi madre, desnudo allá volveré. Yavé me lo dio, Yavé me lo ha quitado, ¡que su nombre sea bendito!" (Job 1,21)
9. Tentaciones en contra de la castidad.
Ha sucedido incluso en la vida de los santos Santa Catalina de Siena, Santa Margarita María, San Antonio del desierto ser atacados frecuentemente contra la virtud de la pureza.
El demonio usa muchas y diversas maneras de tentación para disminuir la vida de oración e incluso extinguirla.
10. El Desespero.
Tal vez el ataque más fatal del enemigo es convencernos de ceder ante la desesperación.
Éste fue el caso de Judas Iscariote. Si se hubiese arrepentido, tal vez alrededor de todo el mundo tendríamos iglesias con el nombre: "San Judas el penitente".
Pedro se arrepintió y fue perdonado y se convirtió en santo. Después de que caemos en pecado, el demonio nos acusa y condena y nos lleva a la muerte y a la desesperación.
El Espíritu Santo nos consuela y nos llena de ánimo con la confianza y esperanza en la infinita misericordia de Dios. JESÚS EN TI CONFIO.
En conclusión, debemos aferrarnos a la oración como si fuese un chaleco salvavidas, el aire que nos mantiene vivos, el ancla o nuestra salvación.
Si el demonio nos tienta a abandonarla o a orar menos, entonces deberíamos seguir el consejo Ignaciano de "agere contra" para hacer exactamente lo contrario e intentar orar más y mejor; así ganaremos la batalla.