Estos son los 4 Dogmas de la Virgen María que deberías conocer. En los Dogmas Marianos aprendemos que María es la más pura después del Señor Jesucristo
4 dogmas sobre la Virgen María que deberías conocer.
Presta atención a estas verdades de fe sobre nuestra Santísima Madre. Son los Dogmas sobre la Virgen María que debes conocer. También llamados Dogmas de María o Dogmas marianos, son verdades que nos llevan al encuentro de la Virgen con Jesús. La Virgen María es Madre de la Iglesia, ella es todo amor, la más dulce rosa de la humanidad que fue el reservorio de la fuente del amor en su interior y que meditó cada palabra de Dios en su corazón con una humildad que sobrepasaba todo límite
"La mujer más encumbrada y la joya más noble de la cristiandad después de Cristo... ella es la nobleza, sabiduría y santidad personificadas. Nunca podremos honrarla lo suficiente. Aun cuando ese honor y alabanza debe serle dado en un modo que no falte a Cristo ni a las Escrituras". (Sermón de Navidad, 1531)
"Es dulce y piadoso creer que la infusión del alma de María se efectuó sin pecado original, de modo que en la mismísima infusión de su alma ella fue también purificada del pecado original y adornada con los dones de Dios, recibiendo un alma pura infundida por Dios; de modo que, desde el primer momento que ella comenzó a vivir fue libre de todo pecado". (Sermón: "Sobre el día de la Concepción de la Madre de Dios, 1527")
Aunque me encantaría adjudicarme tan hermosas palabras, lo cierto es que las mismas se le atribuyen, nada más y nada menos, que a Martín Lutero, quien encabezó la reforma protestante.
Los 4 dogmas de la Virgen María.
La Iglesia Católica, en el desarrollo de su historia y por la Inspiración del Espíritu Santo, proclamó 4 dogmas (verdades de fe) en torno a María, que explican claramente estas conclusiones de Lutero antes del cisma, pues lo que Lutero afirmaba no era enseñanza suya, sino que habiendo sido religioso agustino, sencillamente evangelizaba con lo que ya se conocía por dogma o se veía venir sería reconocido en el futuro (como ocurrió) por la fuerza del Espíritu Santo. Estos son los 4 dogmas de la Virgen María:
A continuación, una explicación detallada sobre cada uno de los dogmas de la Virgen María.
1. Primer Dogma: María, Madre de Dios.
Fue definido en el Concilio de Éfeso, del año 431, siendo Papa San Clementino I (422-432) y dicta esto: María es la Madre de Dios.
Los conflictos para las personas que se resisten a creer en este dogma, residen en que por experiencia de vida, pudiese parecer que la madre está en una posición de autoridad y conocimiento superior al hijo, por ello se tiende pensar que con esto se quiere decir que María es, en cierta forma, más que Dios.
Pero la lógica del mundo no es la lógica de Dios, de hecho nunca lo ha sido. Así lo sugiere San Pablo, Apóstol del Señor, en su primera epístola a los Corintios (3,19).
Recordemos que por los paradigmas de los fariseos y levitas judíos, Cristo no fue reconocido como el Mesías, porque el pueblo judío esperaba un nuevo Salomón o David, y nuestro Salvador se presentó como el más pobre entre los pobres, como un SERVIDOR, y cargó con nuestras culpas que no le correspondían, que le llevaron al peor y más desgarrador de los sufrimientos (Isaías 53, 1-12).
Del mismo modo, María, al ser madre de Jesús, no dejó de ser hija, sierva y esclava (Lucas 1,46-55). Cumplió un rol real de madre, pero jamás estuvo por encima de su hijo, verdadero Dios y verdadero hombre.
Así, siendo la madre de Jesús y aceptando que Cristo es, simultáneamente, verdadero Dios y verdadero hombre, estando desde siempre con el Padre y Espíritu Santo (Juan 1), podemos afirmar que María es la madre de Dios.
2. Segundo Dogma: María siempre Virgen.
El Dogma de María, siempre Virgen, se definió en el Concilio de Letrán, celebrado en el 649, bajo el pontificado del Papa San Martín.
Un dogma muy cuestionado por protestantes y tristemente también por católicos, lo cual habla un poco de nuestras "miserias espirituales" al no poder desvincular de nuestra existencia el acto sexual por los gozos eternos, vendiéndonos al sexo como una necesidad primaria como respirar, comer o expulsar desechos.
Si tocáramos un pedacito de cielo, por un breve éxtasis que nos regalara nuestro Señor, exclamaríamos como Santa Teresa de Jesús, doctora de la Iglesia:
"Tan alta vida espero, que muero porque no muero".
Es que, aunque el acto sexual es sagrado dentro del matrimonio y sumamente hermoso, también culmina y pierde relevancia a la hora de nuestra muerte. Por ello, si el sexo es nuestro "dios" nos impedirá comprender esta hermosísima virtud de la castidad, que además hay que agregársela a San José, esposo de María, hombre justo, de quien pronunciamos: "su castísimo esposo".
A través del Dogma de María, siempre Virgen, contemplamos la vida de María en pleno crecimiento. Pienso que fueron muy pocos (por no decir ninguno) los llamados placeres humanos que en María harían eco de necesidad.
Libros como "La mística ciudad de Dios" de la beata Sor María de Agreda, narran la vida de nuestra madre plagada de virtudes, un ser en quien estaban depositados todos los dones del Espíritu Santo, y que, siendo así, fue el principal motivo de frustración para el demonio desde la creación del hombre en estado de gracia. Le rezamos en el rosario:
"Virgen purísima y castísima antes del parto, durante el parto, y después del parto."
¿Cómo es que aún no podemos entender el dogma de María, siempre Virgen? Si buscamos recibir este dogma en nuestro corazón, con nuestros razonamientos humanos, con nuestras mediocridades y flaquezas, jamás hallará espacio en nosotros, pero es un dogma real, hermoso e inspirador, sobre todo en tiempos de hedonismo, lujuria y altos niveles de inmoralidad sexual.
3. Tercer Dogma: La Inmaculada Concepción.
El Dogma de la Inmaculada Concepción fue proclamado por el Papa Pío IX, el 8 de diciembre de 1854 y es, a mi parecer, uno de los más polémicos, ya que este dogma, junto al de la Asunción, pareciera de entrada, no tener argumento bíblico. Esto es lo que ocurre cuando queremos ver a Dios solo en la Biblia y no en comunión con la Tradición y el Magisterio de la Iglesia, en los cuales se cumple por entero esa promesa de Cristo cuando señaló:
"El Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que os he dicho" (Juan 14,26).
Una vez una hermana cristiana no católica (protestante) me indicaba que en María no había mayor virtud que haber concebido a Jesús, que fue escogida por ser una de las pocas vírgenes al momento de la anunciación, pero más allá de eso fue una mujer común (pecadora) como todos.
Esto me causó algo de asombro porque, como se lo señalé, para la construcción del Arca de la Alianza Dios estipuló un gran número de condiciones en cuanto a dimensiones (111 cm. × 67 cm. × 67 cm), material (madera de acacia revestida de oro), imágenes (querubines, parte de los coros celestiales que están ante la presencia de Dios). Y todos estos rigurosos requisitos fueron para albergar dos tablas escritas por Dios, pero que no eran Dios.
Ahora, siendo así, ¿cuánta mayor exigencia, perfección absoluta, pureza y gracia debía tener la mujer que albergaría dentro de sí, no a dos tablas, sino al mismo Dios? De eso se trata el Dogma de la Inmaculada Concepción de María.
En María vemos, como lo escuché una vez de Fray Nelson Medina, el universo tal cual como Dios lo pensó. María es la nueva Eva, aquella mujer que siendo creada y dotada de gracia y virtud, desobedeció al Señor, junto con Adán, y ese pecado nos costó a todos la muerte y la esclavitud.
En María nos reencontramos con Dios, con su risa, una virtud que no fue de ella por educación o cultura, sino que fue creada así para su gran y única misión.
No seamos como el Santo Zacarías, el padre de San Juan el Bautista que dudó cuando el Arcángel San Gabriel le dijo que su esposa, Isabel, sería madre (Lucas 1,18-20). En el Dogma de la Inmaculada Concepción afirmamos que la gracia de María es virtud de Dios, porque para Dios "nada es imposible" (Lucas 1,37)
4. Cuarto Dogma: La Asunción de María.
El Dogma de la Asunción de la Virgen María, elevada en cuerpo y alma, al Cielo, fue proclamado por el Papa Pío XII, el 1º de noviembre de 1950 y que goza de la lógica divina, no humana, pues María, por no conocer el pecado, en consecuencia su cuerpo tampoco conocería la corrupción.
Ahora, nuestra historia nos ha regalado ejemplos de cuerpos incorruptos en santos virtuosos como la misma Santa Teresa de Ávila, así como también la vidente Santa Bernardita, el patrono de los jóvenes, San Juan Bosco y el mismo Santo padre Pío de Pietrelcina.
Si el cuerpo de María estuviera incorrupto en manos humanas, ¿Qué cosas no habríamos hecho para venerarle? Pero más allá de ello, el fundamento de esto es el gozo del resucitado, es la esperanza de que las manchas de Adán y Eva fueron redimidas en Cristo nuestro único Salvador y en María como modelo de virtud y fidelidad, y de que hoy ambos están, como en el principio Dios lo pensó, en el Edén eterno gozando de la compañía de Dios Padre, Cristo a su diestra y el Espíritu Santo.
Y están vivos, aun inspirando dones de santidad, virtud y fuerza a su Iglesia militante hasta el fin de los tiempos.
La palabra Asunta es distinta de la que empleamos en Cristo de ascender. El que asciende lo hace por su propio poder, la Asunta, como María (único caso) sube a los cielos por el poder de Dios.
Así, no tenemos más que gratitud ante María por su Sí, por acompañarnos día a día intercediendo por nosotros, y que solo quiere que amemos a Jesús y le aceptemos como el único camino que nos lleva de regreso a Dios, como especie humana, pero por sobre todo, como hijos adoptivos por la gracia del que es y será por siempre nuestro Salvador y a su vez uno con el Padre. Esperamos que, conocer los 4 dogmas sobre la Virgen María, pueda ayudarnos a todos a recorrer este camino de amor al Señor. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.
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