Dos cosas deben considerarse: el realismo ante nuestra naturaleza humana caída y el respeto por la vocación y plan de Dios para cada uno
Pregunta: Querido Padre John, soy una mujer que trabaja duro para profundizar mi relación con Cristo. En este proceso he iniciado amistad con sacerdotes y le pido sus sugerencias para relacionarme con miembros del clero, manteniendo el desapego, pero aun así crear una relación de beneficios mutuos.
Respuesta del Padre John Bartunek, LC
Esta es una problemática real. Todos hemos leído o escuchado acerca de trágicas historias de sacerdotes que han tenido aventuras con mujeres casadas o solteras, a quienes dirigían espiritualmente. Y muchas veces, tanto el sacerdote como la mujer han sido miembros respetables de la parroquia, honestos y fervientes católicos. Ninguno de nosotros desea que eso suceda.
Dos cosas, pienso, pueden ayudarte con tu pregunta y arrojar algo de luz en la situación: el realismo y el respeto.
1.- Realismo
Todos debemos ser realistas. Las personas son personas; los hombres son hombres; las mujeres son mujeres. Eso no cambia cuando una mujer comienza a buscar la santidad. Eso no cambia cuando un hombre se convierte en sacerdote. Ni la castidad ni el celibato se mantienen y maduran fingiendo que ciertas circunstancias removerán todas las tentaciones. Y las tentaciones pueden ser muy sutiles, especialmente en medio de una relación que comienza en un nivel espiritual profundo, en el cual interactúan una mujer y un sacerdote que la dirige espiritualmente.
En esta relación, la mujer recibe orientación y guía con respecto a la vivencia de su fe, esto puede ser plenamente satisfactorio. La liberación y alegría emocional que desborda del crecimiento espiritual la conduce, poco a poco, a menudo inconscientemente, a depender del sacerdote no solo como apoyo espiritual, sino también como apoyo emocional. Temporalmente, en momentos de crisis eso puede que esté bien, pero si se convierte en algo habitual, el impulso emocional puede fácil y trágicamente, comenzar a reemplazar la conexión espiritual, y la castidad de la relación se puede ver comprometida.
Una dinámica parecida puede suceder desde la perspectiva del sacerdote. Si él siente una atracción natural hacia una mujer en particular, puede comenzar a disfrutar y buscar la conexión emocional que siente cuando interactúa con ella. Quizá lo haga de manera consciente o inconsciente. En este punto la pureza de su corazón ya está siendo amenazada, y es vulnerable a la tentación.
Si entonces entra en un periodo de dificultad personal o de sequedad espiritual (esto pasa periódicamente, es algo normal), él se sentirá inclinado a buscar consuelo y comprensión de una forma tangible, en lugar de cargar con coraje su cruz y renovar su fe y compromiso hasta que pase la tormenta. En ese momento ir con una mujer con quien ya se sienta emocionalmente involucrado parecerá como una solución clara, directa y satisfactoria.
La manera más clara de aplicar esto es que las mujeres necesitan desarrollar amistades basadas en la fe con otras mujeres, para recibir de ellas apoyo emocional en sus distintas situaciones de vida. Normalmente una amiga que comparte la fe, podrá comprender fácilmente sus tensiones emocionales femeninas y guiarla en un camino cristiano para resolverlas.
Las mujeres deben estar muy claras sobre lo que buscan de sus relaciones con los sacerdotes: apoyo y guía espiritual, aliento e instrucción en su fe y en su búsqueda de la santidad. Por otro lado, los sacerdotes necesitan tener amistades basadas en la fe con otros hombres, preferiblemente con otros hermanos sacerdotes, recibiendo de ellos apoyo emocional. Deben tomar muy en serio sus roles como padres espirituales en la relación con la gente que Dios les destine a servir.
Esto no significa que los sacerdotes y las mujeres no pueden ser amigos. Lo que quiere decir es que este particular tipo de amistad tiene un carácter y propósito espiritual específico, y eso necesita ser entendido y aceptado.
Por cierto, este complejo dinamismo a menudo también debe llevarse a cabo en las relaciones entre laicos, relaciones que también pueden conducir al adulterio. Nunca podemos pretender que somos inmunes a las tentaciones, que hemos conquistado de manera perfecta y para siempre la hermosa, poderosa y fecunda virtud de la castidad. Necesitamos ser realistas.
2.- Respeto.
Como resultado, en todas las interacciones entre sacerdotes y mujeres, cada una de las partes necesita tener y mostrar respeto por la vocación de vida del otro. Esto comienza en el corazón: ser brutalmente honestos con uno mismo sobre las cargas y apegos emocionales, tan pronto como comiencen a aparecer. Esto también tiene muchas aplicaciones prácticas. Una buena regla es evitar situaciones que externamente podrían parecer algo poco saludable. Éstas son algunas prácticas comunes en la tradición eclesiástica, y que incluso un Pastor Protestante casado (como Billy Graham) han encontrado útiles:
• Un sacerdote y una mujer (que no tienen relación familiar) deberían evitar andar solos juntos en un carro.
• Un sacerdote debe usar su hábito de clérigo mientras da dirección espiritual a una mujer.
• La dirección espiritual debe realizarse en un espacio abierto o en un sitio con ventanas abiertas, donde otros puedan ver lo que sucede.
• La dirección espiritual debe realizarse en el horario de trabajo normal, no tarde en la noche o en la madrugada.
• Un sacerdote y una mujer (que no tengan relación familiar) deben evitar salidas casuales a solas o por razones sociales.
Estoy seguro de que podríamos extender esta lista, y nuevamente, esta clase de respeto debería gobernar otro tipo de relaciones también, por ejemplo las de un hombre soltero y una mujer casada.
Quiero ser claro en cuanto a las razones detrás de este respeto mutuo, no se debe a que la Iglesia considere la femineidad de una mujer intrínsecamente mala y tampoco se debe a que la Iglesia considere mala la sexualidad. Por el contrario, es precisamente porque la Iglesia respeta la realidad de los géneros en el plan de Dios y la santidad de la intimidad sexual, que la castidad es valorada en primer lugar. Pero la Iglesia no es ingenua, sabe que vivimos en un mundo caído y de una naturaleza humana herida, por eso debemos hacer un esfuerzo consiente para ser fieles a Dios en nuestro plan de vida. Cuando se trata de relaciones entre sacerdotes y mujeres, ese esfuerzo debe incluir respeto sincero por el plan de Dios en la vida de cada persona.
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Adaptación y traducción al español por Qriswell Quero para: PildorasdeFe.net del artículo publicado en SpiritualDirection.Com, Autor: Padre John Bartunek, LC