No importa cuán ocupado estés, busca tiempo para esta poderosa devoción que es una armadura espiritual por la pureza para vencer la lujuria
El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que "La lujuria es el deseo desordenado o el disfrute desmedido del placer sexual. El placer sexual es moralmente desordenado cuando se busca por sí mismo, aislado de sus propósitos procreadores y unitivos" (CIC 2351). Es por ello que todo católico o seguidor fiel de Cristo debe armarse con alguna armadura espiritual para luchar y vencer la lujuria y al mismo tiempo crecer en la pureza del cuerpo y del alma.
El pecado capital de la lujuria.
La lujuria, entonces, es el deseo de placer sexual desordenado. Es uno de los siete pecados capitales, o vicios capitales, mencionados por San Gregorio Magno: orgullo, avaricia, envidia, ira, lujuria, gula y pereza (cf. CIC 1866). Estos pecados se llaman capitales, del latín head, porque son las cabezas o principios que conducen a otros vicios y pecados.
La lujuria está muy relacionada con el noveno mandamiento: No codiciarás la mujer de tu prójimo (cf. Éxodo 20:17). Jesús habló fuertemente en contra de ello:
"Habéis oído que se dijo: "No cometerás adulterio". Pero yo os digo que todo el que mira a una mujer con lujuria ya ha cometido adulterio con ella en su corazón" (Mateo 5:27-28).
Mirar a una mujer con lujuria en este contexto significa desear tener relaciones sexuales con una mujer que no sea la esposa de uno. El deseo mismo, si es más que un pensamiento pasajero, es ya el pecado de adulterio en el corazón, y sería un pecado mortal. Esto aplica tanto para el hombre como para la mujer. Ambos están expuesto a este grave pecado.
Luchando por la pureza.
San Juan Pablo II, en uno de sus discursos de "Teología del Cuerpo", habló de cómo la lujuria reduce la atracción natural de los hombres por las mujeres, y viceversa, a una atracción meramente por el cuerpo:
"Cuando se compara con la atracción mutua original de la masculinidad y la feminidad, la lujuria representa una reducción. Al afirmar esto, tenemos en mente una reducción intencional, casi una restricción o cierre del horizonte de la mente y el corazón. Una cosa es ser consciente de que el valor del sexo forma parte de todo el rico almacén de valores con el que la mujer se presenta ante el hombre. Otra cosa es ´reducir´ todas las riquezas personales de la feminidad a ese único valor, es decir, del sexo, como objeto idóneo para la gratificación de la propia sexualidad" (Discurso, 17 de septiembre de 1980).
Pero debemos confiar en que Dios nos da los mecanismos para vencer en esta lucha por la pureza y vencer este pecado de la lujuria.
"Porque, aunque vivimos en la carne, no combatimos con medios carnales. No, las armas de nuestro combate no son carnales, pero, por la fuerza de Dios, son suficientemente poderosas para derribar fortalezas" (San Pablo, 2da Co. 10,3-4)
Cada día, nos enfrentamos a las tentaciones del pecado. Estas tentaciones tienen muchas formas. Algunos de nosotros luchamos contra un carácter explosivo, otros con el egoísmo, otros con la pornografía, otros aun con el materialismo y la avaricia.
Por la Gracia de Dios, debemos superar estos pecados y darles muerte. Sin embargo, solo la fuerza de voluntad no es suficiente.
En el combate espiritual, necesitamos armas espirituales, así que hoy comenzaré una serie acerca de los instrumentos sobrenaturales que podemos usar en nuestra lucha contra el pecado y para nuestro crecimiento en la santidad.
Armadura espiritual: 3 Ave Marías por la pureza.
Como realicé esta publicación en la festividad de María Reina de los Cielos, pensé que sería apropiado discutir una devoción que pide la ayuda de María Reina de Los Cielos: La práctica de decir tres Ave Marías por la mañana y por la noche antes de acostarnos.
Esta simple pero poderosa devoción fue impulsada por muchos santos, incluyendo a San Antonio de Padua, San Leonardo de Puerto Mauricio y San Alfonso Ligorio.
El propósito de esta devoción es pedir a Nuestra Señora por la gracia de vivir una vida santa día a día. Cada Ave María es en honor de cada una de las Personas de La Santísima Trinidad y pide una gracia específica.
En una visión dada a Santa Matilde de Hackerborn, la Santísima Madre describió la devoción en estos términos:
Por la primera Ave María, me pedirás en virtud del poder supremo que Dios el Padre me ha dado para fortalecerte en los combates y para defenderte en contra del poder del enemigo maligno.
Por la segunda Ave María, me rogaras, a través de la admirable sabiduría que he recibido de mi Hijo, que deje brillar la verdad en tu alma y disipar de ella la oscuridad de la ignorancia y del error.
Por la tercera Ave María, me pedirás por el fuego ardiente del amor con que el Espíritu Santo me infundio, que te de caridad ardiente que hará capaz de sobreponerte al miedo y a la lucha de la muerte.
Esta devoción de las 3 Avemarías por la pureza es especialmente poderosa combatiendo los pecados de la lujuria.
San Alfonso María de Ligorio, uno de los grandes promotores de esta devoción, recomendaba agregar esta pequeña oración al final:
"Por la pura e Inmaculada Concepción, oh María, haz mi cuerpo puro y mi alma santa".
Otra opción es orar:
"Madre, protégeme este día del pecado mortal".
No importa cuán ocupado estemos, podemos buscar tiempo para esta simple, rápida y poderosa devoción. Busca la ayuda también de San Rafael Arcángel, Medicina de Dios, quien también es experto en la sanación por la pureza.
Rezar las 3 Avemarías es una excelente pieza para la armadura espiritual, y si la practicas con fe, crecerás en santidad y encontrarás fortaleza para tu lucha contra el pecado, sobre todo para mantener la pureza.
Oración por la pureza.
Jesús, tú queres amante de la castidad, María, madre purísima, y José, casto guardián de la Virgen, a ustedes recurreo en este momento, para rogarles que intercedan por mí ante nuestro Dios Padre. Deseo sinceramente ser puro en pensamiento, palabras y obra, imitando tu santa pureza.
Por favor, alcánzame entonces, un profundo sentido de la modestia que se reflejará en mi conducta externa. Protege mis ojos, las ventanas de mi alma, de cualquier cosa que pueda oscurecer el brillo de un corazón que debe reflejar sólo la pureza de Cristo.
Y cuando el "Pan de los Ángeles se convierta en el Pan de mí" en mi corazón en la Santa Comunión, séllalo para siempre contra las sugestiones de los placeres pecaminosos.
Sagrado Corazón de Jesús, Fuente de toda pureza, ten piedad de nosotros. Dame la fuerza para vencer el pecado de la lujuria y así luchar por mi pureza. Amén.