María es Madre de Misericordia tan sencillo como el hecho de que es Madre de Cristo, quien es el manantial divino de la misericordia. Jesús es misericordia
¿Por qué decimos que María es Madre de Misericordia?.
María es verdaderamente nuestra Madre de la compasión, nuestra Madre de la Misericordia. Su vida fue una completa entrega a la misericordia del Padre y puede ser llamada verdaderamente la Madre misericordiosa de los cristianos, y de cada alma que busca a Dios. María también es Madre del perdón en el amor, y del amor en el perdón. Brota del amor misericordioso de Cristo y María está al servicio de la Misericordia de Cristo.
La misericordia es la plenitud del amor de Dios que viene al encuentro de un mundo ensombrecido por las oscuras heridas de quienes lo habitan. Un verdadero valle de lágrimas, como lo decimos en la Salve. Dios sale a nuestro encuentro con su amor afectuoso, con su perdón, su comprensión. Viene sobre todo con la alegría del Espíritu Santo, una alegría que es la fuente continua de su misericordia.
En el Magnificat, María canta de júbilo y exclama a viva voz que será bienaventurada por todas las generaciones. Y así es, cada generación encuentra en María una Madre que acoge, la Madre de la misericordia que viene a traernos consuelo en el sufrimiento
Jesús: amor eterno misericordioso.
Porque contempla la situación de la humanidad por el pecado original y ofrece la única solución posible: la redención centrada en la Pasión y muerte.
La misericordia es la constante de la vida de Jesucristo. Al paralítico le ofrece la solución de alma y de cuerpo: "Confía, hijo: tus pecados te son perdonados". (Mateo 9,2)
Igualmente a la mujer hemorroísa: "Hija, ten confianza; tu fe te ha sanado. Y quedó sana la mujer desde aquel momento". (Mateo 9,22).
En la Cruz nos ofrece la gran solución: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen". (Lucas 23,34).
Y además, abre las puertas del Cielo al buen ladrón suplicante: "Hoy estarás conmigo en el paraíso". (Lucas 23,40-44).
María: privilegiada por la Misericordia.
María diciendo orden al pecado original, no lo contrae de hecho porque es objeto preferencial de la misericordia de Cristo. Por ello, es privilegiada y excepcionalmente redimida. Es la Inmaculada Concepción.
La Virgen María, objeto preferencial de la misericordia de Cristo, es también la llena de gracia, de toda la gracia que necesita para ser la Madre de Dios, Madre-Virgen.
María es Madre de misericordia.
La Virgen María es la Madre de la Misericordia tan sencillo como el hecho de que es la Madre de Cristo, quien es el manantial divino de la eterna misericordia.
María es Madre de la misericordia desde el misterio de la Encarnación, la gran misericordia del Verbo que se hace hombre al calor del corazón de María por obra del Espíritu Santo.
María es Madre de Misericordia proyectando su amor sobre Cristo en la cruz con ternura de madre. Lo sigue proyectando sobre la Iglesia, Cuerpo de Cristo y por lo tanto, sobre nosotros, pecadores.
María es Madre de Misericordia que perdona a Pedro que niega su Hijo, también a Judas el traidor y a los que crucifican a Cristo. Pienso que Ella repite con su Hijo: "Padre, perdónalos..."
María nos ofrece la Misericordia de Cristo y nos orienta hacia Él. María es camino del perdón. Por eso, nos conduce al Confesionario, a la Eucaristía. El Rosario es camino de oración para alcanzar la misericordia de Cristo y experimentar el amor misericordioso de la Madre.
En María triunfa la Misericordia. Por eso, es privilegiadamente Asunta al Cielo en cuerpo y alma, y coronada Reina y Madre de Misericordia.
San Juan Pablo II y María Madre de Misericordia
Nuestro noble santo, el Papa San Juan Pablo II nos dejó una gran enseñanza sobre Maria Madre de misericordia, en la Encíclica "Veritaris Splendor" aquí un pequeño extracto:
"El privilegio especial que Dios otorgó a la toda santa nos lleva a admirar las maravillas realizadas por la gracia en su vida. Y nos recuerda también que María fue siempre toda del Señor, y que ninguna imperfección disminuyó la perfecta armonía entre ella y Dios. Su vida terrena, por tanto, se caracterizó por el desarrollo constante y sublime de la fe, la esperanza y la caridad. Por ello, María es para los creyentes signo luminoso de la Misericordia divina y guía segura hacia las altas metas de la perfección evangélica y la santidad. María es Madre de Misericordia porque Jesucristo, su Hijo, es enviado por el Padre como revelación de la Misericordia de Dios (cf. Juan 3,16-18). Él ha venido no para condenar sino para perdonar, para derramar misericordia (cf. Mateo 9,13). Y la misericordia más grande radica en su estar en medio de nosotros y en la llamada que nos ha dirigido para encontrarlo y proclamarlo, junto con Pedro, como "el Hijo de Dios vivo" (Mateo 16,16). Ningún pecado del hombre puede cancelar la Misericordia de Dios, ni impedirle poner en acto toda su fuerza victoriosa, con tal de que la invoquemos. Más aún, el mismo pecado hace resplandecer con mayor fuerza el amor del Padre que, para rescatar al esclavo, ha sacrificado a su Hijo: Su misericordia para nosotros es redención.
Esta misericordia alcanza la plenitud con el don del Espíritu Santo, que genera y exige la vida nueva. Por numerosos y grandes que sean los obstáculos opuestos por la fragilidad y el pecado del hombre, el Espíritu, que renueva la faz de la tierra (cf. Sal 104 [103], 30), posibilita el milagro del cumplimiento perfecto del bien. Esta renovación, que capacita para hacer lo que es bueno, noble, bello, grato a Dios y conforme a su voluntad, es en cierto sentido el colofón del don de la misericordia, que libera de la esclavitud del mal y da la fuerza para no pecar más. Mediante el don de la vida nueva, Jesús nos hace partícipes de su amor y nos conduce al Padre en el Espíritu".
Acudir a María, Madre de Misericordia.
En este mundo lleno de tantas dificultades, necesitamos la protección maternal de María. Acudimos a ella, la llena de Gracia para que nos auxilie en la debilidad y en todas nuestras necesidades. María es Madre de Misericordia que nos acerca siempre a Cristo. Invoquemos su protección a través del rezo del Santo Rosario. Abramos el corazón, la mente y los labios para recorrer junto a ella el camino de la Pasión y vida de nuestro Señor.
Junto con María en su Magníficat, en medio de todo el dolor y la miseria, humana, tanta santidad escondida y fecunda puede saltar a la vista. Nos aferramos a la alegría de la resurrección del Señor. Ella es la Madre de la Misericordia que siempre será bienaventurada de generación en generación.