La fe siempre produce obras. Nuestra fe se basa en la caridad al prójimo ¿De qué sirve decir que se tiene fe, si no tiene obras? La fe sin obras está muerta
La fe sin obras está muerta. Las obras son el fruto del amor a Dios.
La fe debe producir obras siempre, obras de amor. Hoy quiero meditar en algo que nos enseña el Señor en su palabra: "La fe sin obras está muerta" (Santiago 2,17). Y es que, de nada me vale decir que tengo fe, si no hay resultados de esa fe, y los resultados son las obras.
La confesión de mi fe no puede ser solo de palabras, si no debe estar respaldada por las obras, esta es la fe que salva. La mejor manera de demostrar nuestra fe es con la caridad, cumpliendo el mandamiento del amor al prójimo.
La fe sin obras está muerta.
El Apóstol Santiago nos hace una exhortación sobre la fe y las obras en la que debemos meditar.
"¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso esa fe puede salvarlo? ¿De qué sirve si uno de ustedes, al ver a un hermano o una hermana desnudos o sin el alimento necesario, les dice: "Vayan en paz, caliéntense y coman", ¿y no les da lo que necesitan para su cuerpo?" (Santiago 2,15-6)
Este hermosa cita bíblica a su vez, está muy relacionado con lo que el mismo Señor Jesús nos dejó en su Palabra con respecto al Juicio Final, en la cual, nos asegura que seremos juzgados según nuestras obras de caridad hacia el prójimo:
"Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver... Cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo". (Mateo 25,34-36.40)
¿Solo la fe salva?
Los Católicos no podemos caer en el error de creer que solo la fe nos salvará, pues "los demonios también creen en Jesús y tiemblan" (Santiago 2,19) No solo es decir "Señor, Señor", si no ponemos en acciones nuestra fe.
Tampoco podemos confundirnos con el llamado que nos ha hecho San Pablo Apóstol en su Epístola a los Romanos (3,27-28)
"Y ahora, ¿dónde están nuestros méritos? Fueron echados fuera. ¿Quién los echó? ¿La Ley que pedía obras? No, otra ley, que es la fe. Nosotros decimos esto: la persona es reformada y hecha justa por la fe, y no por el cumplimiento de la Ley".
Allí San Pablo se está refiriendo a las obras de la ley judía, que estas no sirven si no tienen caridad, pues los judíos, en aquel entonces, pensaban que ellos eran agradables a Dios solo por cumplir con todo lo que les indicaba la Ley de Moisés.
Recuerden que el mismo San Pablo en la primera carta a los Corintios, capítulo 13, en donde dedica el hermoso Himno a la Caridad, señala lo siguiente:
"Aunque tenga Fe como para mover montaña y no tengo Caridad, no soy nada"
La Fe debe producir caridad hacia el prójimo, es decir obras buenas agradables a Dios. Nuevamente en esto, el Apóstol Santiago es un maestro al enseñarnos esta fórmula:
"La fe, al ser probada, produce la paciencia. Y la paciencia debe ir acompañada de obras perfectas, a fin de que ustedes lleguen a la perfección y a la madurez, sin que les falte nada" (Santiago 1,3-4)
Bien lo dijo San Juan de la Cruz:
"En el atardecer de nuestros días seremos juzgados en el amor"
Oración para aumentar la fe
Señor, te bendigo por la vida que me regalas, porque me has amado tanto y perdona tantas ocasiones en las que no sé valorarlo. Tú me has dejado tu Palabra y los Sacramentos como fuente de tu amor para que nunca me sienta solo y confíe en que siempre estás conmigo y ninguna adversidad me puede vencer cuando camino tomado de tu mano.
Señor, que grandes son tus obras con las que abrigas mi existir. Tus prodigios son infinitos en mi vida: quiero recordarlos siempre, pero sobrepasan mi capacidad. Ayúdame a entender que soy un administrador de tus bienes y que no puedo desperdiciar cada gracia que me regalas.
Te confieso Señor, que todo lo bueno que tengo me viene de ti, y lo malo es cosecha propia. ¡Ayúdame a cambiar! Limpia este vagabundo corazón de la pereza espiritual y transfórmalo en uno nuevo que te ame con gran pasión y que su dirección siempre apunte hacia tu amor y tu perdón. Ayúdame a no ser indiferente a las necesidades de los demás. Quiero que mi fe sea viva, porque Tú me impulsas y me motivas a amar. Quiero que mi fe se traduzca en obras de amor. Que mi fe nunca sea una fe muerta. Elimina de mí todo egoísmo, toda indiferencia, toda apatía. Jesús mío, enséñame a amar. Amén.
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