San Ignacio de Antioquía fue el primero en llamar Católica a la Iglesia de Cristo y decir que María fue siempre Virgen: Discípulo de San Juan Evangelista
San Ignacio de Antioquía: El que Bautizó CATÓLICA a la Iglesia.
San Ignacio de Antioquía, también conocido como "el portador del fuego", fue un escritor y uno de los primeros cristianos primitivos. Llegó a convertirse en obispo de Antioquía. Escribió una serie de cartas que ahora forman parte central de la colección posterior conocida como los Padres Apostólicos. Sus cartas también sirven como un ejemplo de teología cristiana primitiva en las que se abordan temas que incluyen la eclesiología, los sacramentos y el papel de los obispos. San Ignacio de Antioquía fue el primero en usar la frase "Iglesia católica" (Iglesia universal) por escrito, que todavía está en uso hasta el día de hoy.
Fiesta: 17 de octubre.
Martirologio romano: Memoria de San Ignacio, obispo y mártir, que, siendo discípulo de San Juan Apóstol, fue el segundo sucesor de San Pedro en la Iglesia de Antioquía, y que, bajo el dominio del emperador Trajano, fue llevado a Roma y condenado al suplicio de las fieras salvajes, y coronado con un glorioso martirio. Durante el viaje, mientras él experimentaba la ferocidad de los guardias, similares a la del leopardo, escribió siete cartas a diferentes iglesias, en la que exhortó a los hermanos a servir a Dios en comunión con los obispos y a que no impidiesen que él muriese sacrificado como víctima por Cristo.
Biografía de San Ignacio de Antioquía
Antioquía era una ciudad famosa en Asia Menor, en Siria, al norte de Jerusalén. En esa ciudad (que era la tercera en el imperio Romano, después de Roma y Alejandría) fue donde los seguidores de Cristo empezaron a llamarse "cristianos".
De esa ciudad era obispo San Ignacio de Antioquía, el cual se hizo célebre porque cuando era llevado al martirio, en vez de sentir miedo, rogaba a sus amigos que le ayudaran a pedirle a Dios que las fieras no le fueran a dejar sin destrozar, porque deseaba ser muerto por proclamar su amor a Jesucristo.
San Ignacio, el discípulo del Apóstol San Juan.
Dicen que San Ignacio de Antioquía fue un discípulo de San Juan Evangelista. Por 40 años estuvo como obispo ejemplar de Antioquía que, después de Roma, era la ciudad más importante para los cristianos, porque tenía el mayor número de creyentes.
El emperador Trajano dio la orden de que pusieran presos a todos los que no adoraran a los falsos dioses de los paganos. Como San Ignacio de Antioquía se negó a adorar esos ídolos, fue llevado preso y entre el perseguidor y el santo se produjo el siguiente diálogo.
- ¿Por qué te niegas a adorar a mis dioses, hombre malvado?
- No me llames malvado. Más bien llámame Teóforo, que significa el que lleva a Dios dentro de sí.
- ¿Y por qué no aceptas a mis dioses?
- Porque ellos no son dioses. No hay sino un solo Dios, el que hizo el cielo y la tierra. Y a su único Hijo Jesucristo, es a quien sirvo yo.
Sus escritos como prisioneros.
El emperador ordenó entonces que San Ignacio de Antioquía fuera llevado a Roma y echado a las fieras, para diversión del pueblo. Fue llevado encadenado y preso en un barco desde Antioquía hasta Roma en un largo y muy penoso viaje, durante el cual el santo escribió siete cartas que se han hecho famosas. Iban dirigidas a las Iglesias de Asia Menor.
En una de esas cartas, San Ignacio de Antioquía dice que los soldados que lo llevaban eran feroces como leopardos; que lo trataban como fieras salvajes y que cuanto más amablemente los trataba él, con más furia lo atormentaban.
El barco se detuvo en muchos puertos y en cada una de esas ciudades salían el obispo y todos los cristianos a saludar al santo mártir y a escucharle sus provechosas enseñanzas. De rodillas recibían todos su bendición. Varios se fueron adelante hasta Roma a acompañarlo en su glorioso martirio.
Con los que se adelantaron a ir a la capital antes que él, San Ignacio de Antioquía envió una carta a los cristianos de Roma diciéndoles:
"Por favor: no le vayan a pedir a Dios que las fieras no me hagan nada. Esto no sería para mí un bien sino un mal. Yo quiero ser devorado, molido como trigo, por los dientes de las fieras, para así demostrarle a Cristo Jesús el gran amor que le tengo... Y si cuando yo llegue allá me lleno de miedo, no me vayan a hacer caso si digo que ya no quiero morir. Que vengan sobre mí, fuego, cruz, cuchilladas, fracturas, mordiscos, desgarrones, y que mi cuerpo sea hecho pedazos con tal de poder demostrarle mi amor al Señor Jesús".
San Ignacio y su recepción en Roma.
Al llegar a Roma, miles de cristianos salieron a recibir a San Ignacio de Antioquía. Y algunos de ellos le ofrecieron hablar con altos dignatarios del gobierno para obtener que no lo martirizaran. Él les rogó que no lo hicieran y se arrodilló y oró con ellos por la Iglesia, por el fin de la persecución y por la paz del mundo.
Como al día siguiente era el último y el más concurrido día de las fiestas populares y el pueblo quería ver muchos martirizados en el circo, especialmente que fueran personajes importantes, fue llevado sin más al circo para echarlo a las fieras. Era el año 107.
Muerte de San Ignacio de Antioquía
El día que San Ignacio de Antioquía iba a ser presentado para su martirio, expresó a Dios su más profundo deseo:
"Soy el trigo de Dios, y estoy molido por los dientes de las bestias salvajes, para ser encontrado como el pan puro de Dios. Anhelo al Señor, el Hijo del verdadero Dios y Padre, Jesucristo. A quien busco, que murió por nosotros y resucitó. Estoy ansioso por morir por el bien de Cristo. Mi amor ha sido crucificado, y no hay fuego en mí que ame nada. Pero hay agua viva que brota en mí, y me dice interiormente: Ven al Padre".
Ante el inmenso gentío fue presentado en el anfiteatro. San Ignacio de Antioquía oró a Dios y en seguida fueron soltados dos leones hambrientos y feroces que lo destrozaron y devoraron, entre el aplauso de aquella multitud ignorante y cruel.
Así consiguió San Ignacio de Antioquía lo que tanto deseaba: ser martirizado por proclamar su amor a Jesucristo.
La fiesta de Ignacio se mantuvo en su propia Antioquía el 17 de octubre, día en el que ahora se celebra en la Iglesia Católica y en general en la cristiandad occidental, aunque desde el siglo XII hasta 1969 se situó en el 1 de febrero en el Calendario General Romano.
Algunos escritores antiguos decían que San Ignacio de Antioquía fue aquel niño que Jesús colocó en medio de los apóstoles para decirles: "Quien no se haga como un niño no puede entrar en el reino de los cielos" (Marcos 9,36)
San Ignacio de Antioquía dice en sus cartas que María Santísima fue siempre Virgen. Él es el primero en llamar Católica, a la Iglesia de Cristo (Católica significa: universal)
Oración a San Ignacio de Antioquía.
Querido Padre, Tú escogiste a tu siervo San Ignacio de Antioquía para dar un testimonio del más puro amor por ti. Escribió cartas inspiradoras a las comunidades cristianas para ayudarles a crecer en la fe. A pesar los obstáculos y dificultades de su tiempo, nada le impidió llevar a cabo su ministerio de predicar el Evangelio. San Ignacio, te pido que ruegues por mí para que Dios puedan encontrar en mi corazón una fe firme y valiente como la tuya. Que pueda apreciar cada momento de mi vida, por muy duro que sea, como una oportunidad para construir el reino de Dios. Que no me venza la desesperanza ni los fracasos temporales. Oh Señor, concédeme la fuerza, por intercesión de San Ignacio de Antioquia, para saber mostrar tu rostro en todos los caminos de mi vida. San Ignacio, ruega por mí. Amén.
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