Debemos ser los padres que consistentemente enseñemos y modelemos el carácter que queremos que nuestros hijos tengan
Hace algunas semanas, cuando fuimos en familia a un parque temático, ya habíamos pagado una gran cantidad de dinero tan solo por el estacionamiento, y enseguida nos disponíamos a pagar los precios exorbitantes de las entradas, en eso que me pongo a leer un letrero que decía:
"Niños menores de tres años entran GRATIS".
Nuestro hijo, Chandler, apenas había cumplido los tres años hacía unos días. Él es más pequeño que los niños de su edad y aparenta menos de tres años, sin embargo, la cajera miró a los niños y realizó la temida pregunta:
"¿Qué edad tienen los niños?"
En serio, quise decir:
"En realidad todos son bebés, los grandes tan solo son mutantes que aparentan muchísima más edad que la que tienen, pero todos tienen menos de tres años, así que deme dos entradas para adultos por favor"
Dentro de mí sabía que esta oportunidad seguramente no funcionaría, pero estaba totalmente confiado en que podría obtener el beneficio de entrar gratis, al menos para Chandler.
Él solamente había traspasado la barrera de los tres años apenas hacía unos días y nadie notaría la diferencia. Además, el parque ya estaba obteniendo una gran cantidad de nuestro dinero, así que no necesitarían este efectivo extra.
En mi mente estaba maquilando este argumento y trataba de justificarme diciendo una mentira para ahorrarme algo de dinero, pero luego miré a mis hijos y me hice estas preguntas:
- ¿Qué lección les quiero enseñar?
- ¿Acaso puedo esperar que mis hijos sean honestos conmigo en todos los sentidos mientras yo no lo soy?
- ¿En serio quiero enseñarles que decir la verdad es importante, pero no es tan importante como ahorrarse un dinerito?
La honestidad selectiva es lo mismo que deshonestidad.
¡Y así es!, así que rápidamente volví en mis sentidos y pagué la exorbitante cantidad de dinero por la entrada, porque el precio por el boleto era mucho menos costoso que lo que perdería en mi integridad y credibilidad con mis hijos.
La verdad puede ser más costosa a veces, pero siempre vale la pena.
"El más grande error que los padres de familia cometemos, ocurre cuando enseñamos a nuestros hijos a realizar cosas con palabras pero les enseñamos lo contrario con nuestras acciones"
Nuestros niños aprenden mucho más de nuestros ejemplos que de nuestras reglas verbales. En esta ocasión tomé la decisión correcta, pero he tomado la decisión equivocada miles de veces y de muchísimas maneras.
Quiero hacer mejor las cosas, porque hay demasiado en juego. Debemos ser los padres que consistentemente enseñemos y además modelemos el carácter que queremos que nuestros hijos tengan.
Esta historia fue originalmente publicada en mi nuevo libro:
"Las siete leyes del amor: Principios esenciales para construir relaciones más fuertes".