Dios llora por mí cuando me alejo; Dios llora por cada uno de nosotros; Dios llora por los que hacen el mal. Él espera, no condena, llora
"Dios llora por mí, cuando me alejo; Dios llora por cada uno de nosotros; Dios llora por los malvados, que hacen tantas cosas feas, tanto mal a la humanidad" fue el mensaje en el que hizo énfasis el Papa Francisco durante su homilía de la Santa Misa que acostumbra a realizar en la Capilla de Santa Marta
"¡Jesús ha llorado! Ha llorado sobre Jerusalén", indicó el Santo Padre, haciendo reflexión sobre el amor que Dios nos tiene, el amor que guarda en su corazón, esperando siempre el regreso de cada uno de nosotros, que volvamos su corazón a él. A continuación su mensaje
Nada podrá separarnos del amor de Dios
En la Carta de San Pablo a los Romanos (8,31-39) que explica que los cristianos son vencedores porque "Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?, Si Dios nos salva, ¿quién nos condenará?" Parece que la fuerza de esta seguridad de vencedor, este don, el cristiano debe tenerla en sus manos, como si se tratase de su propiedad. De este modo, los cristianos podrían decir, de modo triunfante: "¡Ahora somos los campeones!"
Pero el significado es diferente: somos los ganadores, no porque tenemos este don en las manos, sino por otra cosa. Es algo más que nos hace vencer, o al menos si queremos rechazar la victoria siempre podemos vencer. Es el hecho de que nada nos puede separar del amor de Dios que está en Cristo Jesús Señor nuestro.
No es que nosotros seamos vencedores contra nuestros enemigos, contra el pecado ¡No! Nosotros estamos tan unidos al amor de Dios, que ninguna persona, ninguna potencia, ninguna cosa nos podrá separar de este amor.
San Pablo ha visto en el don algo más, lo que da el don: es el don de la recreación, es el don de la regeneración en Cristo Jesús. Ha visto el amor de Dios. Un amor que no se puede explicar.
Dios no puede separarse de nosotros
Cada hombre, cada mujer, podrán rechazar este don, prefiriendo su vanidad, su orgullo, su pecado; pero el don siempre estará
El don es el amor de Dios, un Dios que no puede separarse de nosotros. . Esa es la impotencia de Dios. Nosotros decimos: "¡Dios es poderoso, puede hacerlo todo!". Menos de una cosa: ¡escapar de nosotros! En el Evangelio, en donde observamos a Jesús que llora sobre Jerusalén, vamos a entender algo de este amor. Jesús lloró! Lloró sobre Jerusalén, y que su llanto es toda la impotencia de Dios: su incapacidad de no amar, de no alejarse de nosotros.
Jesús llora por Jerusalén, que mata a los profetas, a la que anunció su salvación. Y Dios dice a Jerusalén y a todos nosotros: "¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!". Y una imagen de ternura. ¿Cuántas veces quise transmitir esta ternura, este amor, como la gallina con los pollitos y ustedes lo rechazaron.
Para esto, San Pablo entiende, y puede decir que está convencido de que "ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro"
El amor de Dios espera hasta el peor de los pecadores
¡Dios no puede no amar! Y esta es nuestra seguridad. Yo puedo rechazar ese amor, lo puedo hacer como lo rechazó el buen ladrón hasta el final de su vida. Pero ahí estaba esperando el amor. El más malo, el más blasfemador, Dios lo ama con una ternura de un padre, de un papá. Y como dice Pablo, como dice el Evangelio, como dice Jesús: "Como una gallina con sus pollitos".
Y el Dios Todopoderoso, el Creador puede hacer de todo. ¡Dios llora! . En este llanto de Jesús en Jerusalén, en esas lágrimas, se encuentra todo el amor de Dios. Dios llora por mí cuando me alejo; Dios llora por cada uno de nosotros; Dios llora por los que hacen el mal, los que hacen muchas y tantas cosas feas, tanto daño a la humanidad... Él espera, no condena, llora. ¿Por qué? Porque ama!