Jesús quiere que compartas la fe católica con todo el mundo, incluso con aquellos que no la comparten, aunque esto implique ser rechazado
Quizás tengas el corazón quebrantado porque has tratado de compartir tu fe católica con otros que no comparten tu religión y has sido psicoanalizado, despreciado o incluso avergonzado. Dios sabe que a veces sólo necesitas un pañuelo para llorar y unas pocas horas ante el Santísimo Sacramento, una taza de café con tu párroco, un gran abrazo de oso de un amigo o una palabra de aliento como ésta. Esto es un pequeño agradecimiento a todos los católicos que se atreven a hablar de Jesús y su Iglesia.
Tus lágrimas riegan el jardín de Dios. Jesús quiere que compartas la fe católica con todo el mundo, incluso con los cristianos que aún no son católicos, aunque esto ponga a prueba la amistad, seas rechazado por tu familia y aunque todos te hagan sentir como un amargado. “No nos desanimemos” (2 Corintios 4,16b). El Espíritu Santo trabaja mejor a través de las lágrimas.
El catolicismo, en definitiva, no se trata solamente de ti o de mí; se trata de dar la mayor gloria y adoración a la Santísima Trinidad. Cuando las cosas se ponen difíciles, aquí hay tres cosas que debes recordar para que compartas tu fe católica.
1.- Sé humilde
No confundas humildad con indecisión. Actualmente, creer firmemente que algo es verdad es confundido con ser arrogante, y compartir la verdad con ser cruel. Si tu experiencia ha sido como la mía, al compartir tu fe con los no católicos seguro alguna vez has recibido el típico: "Deja de ser tan arrogante y cruel”, y lo que comienza como un debate sobre la verdad, se convierte rápidamente en argumentos “ad hominem” (es decir, te atacan a ti y no a tus ideas) sobre tu tono, tus motivos y tu subconsciente temor a equivocarte.
No te defiendas a ti mismo. Debes estar agradecido de ser insultado, cuestionado y calumniado, por causa de Cristo, como dicen las bienaventuranzas. Esto es mucho más fácil decirlo que hacerlo. Pero, ¿Cómo hará Dios para pintar algo hermoso si no te presiona contra el lienzo de los demás? Dios es el artista; nosotros somos los pinceles. Es nuestro trabajo ensuciarnos, ser adelgazados y aplanados, crujir y ser presionado contra el mundo. A veces te romperán, pero la verdad permanecerá intacta.
No seas humilde acerca de la verdad. Dios reveló la verdad, no es tu verdad; es la verdad de la Iglesia. Se humilde acerca de ti, pero no seas humilde sobre la “fe que Dios entregó una vez para siempre a sus santos”. (Judas 1,3). Nadie pensará que estás siendo agradable por compartir la fe católica. Pero amar y ser agradable no son la misma cosa. Además, lo agradable de una doctrina no es una medida de su verdad.
2.- Se bíblico
La Biblia es tu mejor herramienta para compartir la fe católica con los no católicos. Ellos también la aman, la reconocen inspirada por Dios y la obedecen. Por ello la Biblia es un gran punto de partida.
Pero lee la Biblia con la Iglesia. No compartas tu propia visión o tu perspectiva sobre la Biblia con los no católicos. Comparte la interpretación de la Iglesia Católica. Después de todo, la Biblia es su libro. San Pablo nos dice “Toda la Escritura está inspirada por Dios, y es útil para enseñar y para argüir, para corregir y para educar en la justicia” (2 Timoteo 3,16). Por "útil" San Pablo quiere decir que la Escritura es para ser usada.
Los no católicos sostienen que la Biblia es suficiente por sí misma (sola scriptura), sin necesidad del Magisterio. ¿Pero de qué sirve una nave que no se puede hundir si la tripulación no se pone de acuerdo sobre el timón, las velas, el capitán, los medios de navegación, y hacia dónde van? ¿De qué sirve un texto infalible, sin una interpretación infalible?
Jesús no prometió a sus seguidores que, algún día cientos de años después de su ascensión, tendrían una colección de textos precisa, compilada en un canon, copiada y traducida, de manera que después de la invención de la imprenta cualquier persona que supiese leer podría tener este libro abierto entre sus manos como pilar y fundamento único de la verdad. No, Jesús estableció la Iglesia apostólica para terminar su misión de proclamar la verdad. (Mateo. 16,17-19; Lucas 10,16; Juan 16,13; 17,20; 20,21-23; Hechos 1,20). Según la misma Biblia, “la Iglesia es columna y fundamento de la verdad.” (1 Timoteo. 3,15c). Cristo establece la Iglesia y ésta nos regala la Biblia. La Biblia pertenece a la Iglesia Católica porque fue escrita, compilada y establecida en un canon, traducida y preservada por los católicos.
El eunuco etíope no podía entender la Biblia por su cuenta. Felipe el evangelista (uno de los siete diáconos nombrados por los doce apóstoles para cuidar de la Iglesia naciente) le explicó las escrituras y le exhortó a ser bautizado, no le invitó a decir la oración del creyente para aceptar a Jesucristo (Hechos 8,26-39).
Sé cómo Felipe. Haz lo que él hacía con los no católicos y abre las escrituras con ellos. Enséñales, pero también debes de estar dispuesto a aprender de ellos. Los no católicos conocen y aman la Biblia. Quizás pienses que son más inteligentes, más piadosos, y creas que probablemente conocen mejor la Biblia que tú. Pero ellos están leyendo desde diferente perspectiva y con diferentes lentes doctrinales. Como el eunuco etíope, ellos aún no han tenido a la Iglesia Católica para explicarles lo que están leyendo. Todavía no han conocido la alegría de una recta obediencia a la autoridad de la iglesia de Cristo, que es Una, Santa, Católica y Apostólica. Como Felipe, tu trabajo es compartir la verdad de la doctrina de la Iglesia en humildad.
3.- Ora
La oración hace más que la persuasión. En un esfuerzo por compartir la verdad de la transubstanciación, por ejemplo, puedes explorar Apocalipsis 1, 1ra Corintios 10 y Juan 6 y tal vez no sea suficiente. Puedes apelar a las referencias paralelas del Antiguo Testamento y el testimonio de los padres de la iglesia y aun así podría no ser suficiente. Si nos apartamos del Espíritu Santo, la razón y la retórica no son suficientes.
En realidad eso está bien, porque la verdad no es tu regalo para dar al otro. La verdad es don de Dios. La sabiduría es don de Dios (Efesios 1,17), la fe es don de Dios (1 Timoteo 1,14), el amor es don de Dios (1 Tesalonicenses 3,12), la salvación es don de Dios (Efesios 2,8), y los Obispos de la Iglesia Católica son meramente administradores de los dones de Dios (2 Timoteo 2,2). Debes orar para que Dios obre poderosamente a través de su Iglesia. Todo lo que es bueno y perfecto es un don de lo alto (Santiago 1,17a).
Tú debes orar. Puedes introducirte en la apologética, hermenéutica y la historia de la iglesia, pero de nada sirve si no la haces de rodillas, “Alégrense en la esperanza, sean pacientes en la tribulación y perseverantes en la oración” (Romanos 12,12). Busca oportunidades para compartir la fe católica en palabra y obra, pero sobre todo, busca oportunidades para orar. “Perseveren en la oración, velando siempre en ella con acción de gracias” (Colosenses 4,2).
Sólo la oración puede competir contra los gigantes. Lo más común al hablar de estos temas es que no estarás luchando contra la ignorancia y la indiferencia, sino contra los gigantes del orgullo y pasión. Ya nos lo ha dicho Cristo: “Porque separados de mí, nada pueden hacer” (Juan. 15,5e). ¿Por qué no estás rezando?
Conclusión
Ser católico es estar enamorado. Tu amor por la Trinidad y la Iglesia se desbordará en un amor más abierto para todos. Un católico enamorado no puede dejar de compartir la fe.
Dirige todo a Dios. “Pero nosotros llevamos ese tesoro en recipientes de barro, para que se vea bien que este poder extraordinario no procede de nosotros, sino de Dios.” (2 Corintios 4,7). Dios es la joya; tú eres simplemente la caja. Él es el agua viva; eres simplemente la mujer en el pozo. La Trinidad es la fuente de la alegría duradera, la superior e inferior, el principio y el fin, el punto final; tú eres sólo un dedo apuntando.
Si te agradan los no católicos, compartirás la fe católica con ellos. La mayor parte del tiempo no te irá bien. Parecerá como si estuvieras haciendo más daño que bien. Pero Dios obra mejor a través de nosotros si recordamos que Él es quien hace el trabajo final. Dios es un artista y él está sumergiendo los pinceles en colores, agitándolos, mezclándolos y presionándolos contra el lienzo para pintar algo hermoso.
La Iglesia existe para dar gloria a Dios uno y Trino, a través de la unión con Cristo en su misión de Salvación. Estamos llamados no sólo a compartir las buenas nuevas de Jesús con cada persona en el mundo, sino también a invitarlos a creer, luego a ser bautizados y después a crecer a la estatura completa de Cristo a través de obras y la gracia de Dios presente en los sacramentos. Como la novia y el cuerpo de Cristo, estamos llamados para terminar la misión de nuestro esposo y cabeza.
Sé humilde y confiado. Sé bíblico y católico. Sé compasivo y misericordioso. Sobre todo “ámense los unos a los otros”. (Juan 13,35).